10 DE FEBRERO SANTA ESCOLÁSTICA
Escolástica nació en Nursia y desde muy joven se consagró a Dios; después
siguió a su hermano San Benito a Subiaco y a Montecassino. En Piumarola, a los
pies del monte, estableció su monasterio, como si humildemente hubiera querido
detenerse en las faldas de la montaña, en cuya cumbre el hermano había fijado
su habitación. Pero, a pesar de estar tan cerca en el lugar y en el afecto,
Benito bajaba a visitar a la hermana sólo una vez al año. Benito era muy
riguroso en el cumplimiento de la regla que él mismo se había impuesto.
En el último coloquio, Escolástica le pidió al hermano que permaneciese con
ella, “para que toda la noche hasta el día siguiente pudieran hablar de la
alegría de la vida celestial”.
Ante el severo reproche de Benito, Escolástica juntó las manos y permaneció
en oración. Y efectivamente, pocos instantes después pareció que se abrían las
cataratas del cielo: el aguacero y los truenos obligaron a San Benito a
desistir de regresar al monasterio, pero le echó la culpa a la hermana que
cándidamente replicó: “Pues bien, yo te lo pedí y no me quisiste escuchar; pedí
al Señor y Él si me escuchó; vete si puedes, y regresa al monasterio”.
En el lugar del prodigio se construyó la llamada “iglesia del coloquio” y
en recuerdo de ese episodio se invoca a Santa Escolástica contra los rayos y
para obtener la lluvia. A los tres días de ese maravilloso coloquio, San
Benito, durante la oración, vio que el alma de Escolástica volaba al cielo en
forma de paloma, y a los 40 días él la siguió para vivir eternamente “la
alegría celestial”.
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