domingo, 31 de julio de 2022
lunes, 25 de julio de 2022
Haciendo practicas
Ayer a la noche hice prácticas por si nos cortan la luz.
Tuve un día extraordinario, con toda la casa compuesta y
limpia, trabajando hasta un poco con el ordenador, llegó la hora del sofá.
Con todas las ventanas abiertas para que por fin entrara un
poco de oxígeno en casa, después de sufrir los 40 grados en el exterior.
Me preparo mi bandeja con la cena, en la tele mi serie
favorita y con mi amigo el sofá empiezo a disfrutar de mi paz.
Noche cerrada en el exterior y salta un automático.
Con la linterna del móvil busco la linterna que sé que tengo,
pero no sé dónde.
Como no la encuentro, me voy con la silla y el móvil a darle
al automático.
Me vuelvo con mi amigo, la tele empieza a configurarse y
comienzo a cenar.
Por fin consigo mi serie y zas, otra vez el automático.
Como había dejado la silla, vuelvo con el móvil y subo el
automático.
La luz vuelve, y mientras la tele trabaja, yo voy en busca de
mi linterna, eureka, la encontré.
Me siento, la tele funcionando y cuando voy a meter un bocado
en la boca, zas, otra vez.
Ya me pongo de mala hostia y con mi linterna empiezo a
desenchufar cosas que no están funcionando pero si enchufadas.
El cepillo eléctrico, el felipe (mi roomba tiene nombre), las
lámparas de ambiente, el humidificador, la cafetera, la caldera y solo dejo las
teles.
Vuelvo con el sinvergüenza, y lo subo.
A mi sofá, con mi bandeja y la tele configurándose.
Ya sin ganas de cenar, dejo la bandeja en la cocina.
Y zas, otra vez.
Uff, desconecto la tele y el aparato de la tele y me voy a la
cama.
Levanto el diferencial y con la linterna y el móvil con poca batería,
enciendo la tele pequeña de mi habitación.
Me siento feliz, creo que era la tele del salón.
Pues no, zas, otra vez se apaga la tele tras el ruido de
saltar el aparatico de marras.
Voy en busca de la radio y antes de entrar en la cama vuelvo
a subir el culpable de mi desasosiego.
Con todo apagado y cruzando los dedos, con la radio puesta y
dando mil vueltas pensando que hoy no iba a poder tomar ni café, logré
dormirme.
Pero ya sabéis eso que Dios aprieta pero no ahoga, hoy el
cielo me ha permitido ir por mi segundo café.
Que sepáis que solo he enchufado la cafetera, lo demás me da
miedo.
Ha sido una buena práctica por si vienen esos malos tiempos
que nos auguran.
Lo que si he pensado, que tengo que buscar la forma de hacer
café sin contar con la electricidad.
Hoy estrujaré mis neuronas y buscaré una solución.
Amigos, aunque nos quiten la luz, la vida continua y NO PASA
NADA.
domingo, 24 de julio de 2022
"El Gran Abuelo"
El 'Gran abuelo', el árbol chileno que podría ser
el más antiguo del mundo
Este alerce en Los Ríos, en el sur de Chile, tiene cerca de 5.500
años y arrebata el récord al pino californiano 'Matusalén' con 4.853 años de
vida
Desde
niño, el científico Jonathan
Barichivich intuía que el Gran
abuelo, el alerce que su familia cuidó con mucho mimo en Los Ríos (sur de Chile), era
especial. Ahora, más de tres décadas después, acaba de descubrir por qué: con cerca de 5.500 años, podría ser el árbol más viejo del
mundo.
El hallazgo se produjo casi por casualidad, cuando Barichivich
estaba estudiando el impacto del cambio climático en los alerces, una especie
de conífera típica de la Patagonia y amenazada por distintos factores, como
incendios, tala o sequía.
"Obtuvimos una pequeña muestra del árbol y, aunque no era el objetivo inicial de la investigación, pudimos
estimar su edad. Nos sorprendió mucho descubrir que es mucho más viejo de
lo que pensábamos, pues creíamos que tenía entre 3.500 y 4.000 años",
cuenta a Efe frente a este gigante de casi 30 metros de altura.
Convertido en la estrella del Parque Nacional Alerce Costero, a 800
kilómetros al sur de Santiago, el Gran abuelo sería más viejo que Matusalén, el pino
de California (EEUU) que hasta
ahora ostentaba el récord, con 4.853 años.
Un método inusual
La dendrocronología es
la ciencia que estudia, entre otros aspectos, la edad de los árboles a través
de sus anillos. Para contarlos, normalmente se perfora el
tronco hasta el centro y se extrae una muestra de no más de cinco milímetros de
ancho. Así ocurrió con Matusalén.
En el caso del Alerce Milenario, como también es
conocido el Gran abuelo, el dispositivo
perforador no pudo llegar al centro por la inmensidad de su tronco, de más de 4
metros de diámetro.
"Llegamos sólo al 40 % del radio total. En esa pequeña
muestra, contamos 2.400 años. La pregunta es cuántos años hay en la otra mitad
a la que no pudimos acceder y la respuesta no es una simple suma"
Sus mayores enemigos ahora son el cambio climático y el turismo, que
se ha incrementado considerablemente en los últimos tiempos. Para el primero,
la solución se antoja complicada.
Para el segundo, en cambio, la estatal Corporación Nacional
Forestal (Conaf) ha decidido cerrar temporalmente el parque hasta diseñar una
nueva estrategia que permita la llegada de visitantes sin poner en peligro al
ejemplar. "El turismo y la conservación son plenamente compatibles, pero
este debe ser ordenado y regulado", reconoce a Efe Pablo Cunazza, de
Conaf.
El Gran abuelo, concluye
Barichivich, "es
una cápsula del tiempo" que transporta "un mensaje hacia el
futuro" en sus anillos: "Nuestro rol es protegerlo
y permitirle que siga avanzando con su mensaje". EFE
La viruela del Mono
Ya vale, ya está bien de echarnos encima catástrofes nuevas a diario.
No digo que no sea cierto, pero esos casos entre tantos paises, no creo que sea para alarmar a la población.
Me da la impresión que solo buscan tenernos acojonados con tantas historias, para que no seamos capaces de levantar la cabeza.
Vale, tenemos guerra, covid, viruela, olas de calor, subida de precios, gasolina, gas y luz prohibitivas, incendios, etc. no podemos dejar de enumerar las mierdas que nos rodean, pero pese a todo, seguimos levantándonos y continuando con nuestras vidas como mejor podemos.
Y lo mas importante, NO SOMOS TONTOS, sabemos que no dan puntada sin hilo, pero igual les vamos a quitar los trapos para que no tengan donde coser.
Parar este Mundo, que yo me estoy mareando.
Un gran Amigo de mi Pueblo, Juan Jose Antoñanzas
Las notas de su hija, lo dicen todo.
Juan José Antoñanzas, policía, acordeonista y luthier en Barañáin
A
Juan José Antoñanzas Mateo (Gallipienzo, 1948-Barañáin, 2022) le acompañará
siempre su imagen pegada a un acordeón. El instrumento que tanto amó al punto
de aprender a tocarlo sin tener ninguna formación musical y al que tanto tiempo
dedicó como luthier arreglando los que le llevaban tantos músicos y alumnos que
descubrieron su vocación de ayuda. “No hay quién trabajase así, como él. Quería
arreglarlos para que los músicos disfrutaran de su instrumento. No quería
lucrarse y solamente cobraba lo que le había costado. Ya enfermo, el último
mes, cuando digamos que claudicó, tenía la pena de no haber terminado un
trabajo que iba a hacer en la terraza de casa y de no poder bajar a la bajera a
arreglar “un par de acordeones” que tenía pendientes”, cuenta su familia.
Falleció la noche del día 13 de julio tras varios meses enfermo.
Pero
fue mucho más que el acordeonista y el luthier con título oficial. Esposo,
padre de tres hijos y abuelo de cinco nietos. A la última, Nora, la conoció
cuando llegó hace unos meses de Vietnam de la mano de una de sus hijas,
Cristina. “Y enseguida la quiso y la disfrutó. Estaba muy contento”. También
fue policía en Barañáin durante 35 años. Entró en 1974 como agente del cuerpo
de alguaciles y terminó su andadura como cabo de la Policía Municipal, con los
60 años ya cumplidos y un largo recorrido que le llevó incluso a ser un tiempo
jefe del cuerpo.
Fue
también Melchor en la Cabalgata de Barañáin durante trece años y emisario real
en el colegio público Eulza. La última visita fue la de 2019, antes de las
vacaciones de Navidad. Encargado de la traca en el Pobre de mí de Barañáin y
Juanjo, el policía al que casi todos en Barañáin ponían nombre. “Un personaje e
historia viva de Barañáin”, apostillan antiguos compañeros en el cuerpo local. En
todos dejó huella y tantos en la localidad han sentido su fallecimiento en
pleno julio, en el final de los sanfermines. Fueron decenas los comentarios en
redes sociales ante las despedidas desde las cuentas de la Policía Municipal de
Barañáin (como pionero y referente, decían) o de la Cabalgata de Reyes Magos
(buen viaje, Maelchor). “Muchos se sumaron a la despedida en el tanatorio y en
la iglesia pero también muchos nos han escrito y llamado lamentando no estar”,
confirmaba Cristina Antoñanzas.
Nacido
en Gallipienzo, el trabajo de su padre llevó a la familia a vivir en el Señorío
de Sarría. Después el progenitor se dedicó a la construcción y se asentaron en
Echavacoiz. Desde allí conoció Barañáin por primera vez Juan José Antoñanzas.
Un pueblo entonces de diez casas, la iglesia y campos. Parte de la Cendea de
Cizur. En 1974 fijaría allí su residencia y encontró su trabajo en un municipio
que empezaba a crecer, que ya contaba con más de 2.000 habitantes y que, al
final de su vida laboral, sumaría 23.000, convertido entonces en el tercer
municipio de Navarra. “Vivió todo el desarrollo, cuando se iban haciendo las
infraestructuras y servicios. Y le gustaba recordarlo”. “Al principio eran dos
agentes, José Mari Osta y él. Luego ya se fueron sumando más. Por las tardes,
con otro de Buñuel, hasta le tocaba pintar pasos de cebra”, añaden el relato de
su vida laboral. Daban charlas para enseñar a circular y a respetar los
jardines, le tocó ver los estragos de la heroína en tantos jóvenes (recogían
las jeringuillas y las llevaban al hospital para que las quemaran), llevar
mantas a los campamentos que se formaban en un Barañáin así siempre en obras,
ayudar cuando la basura se dejaba en bolsas que se quemaban en Arguiñariz y los
encargados de la recogida libraban, cobrar por la recogida de esas basuras y
del agua cuando era competencia municipal… Un sin fin de labores que le gustaba
comentar con los años.
Disfrutó
durante catorce años de la jubilación como policía. Se dedicó entonces a la
familia y al acordeón. “Disfrutó de todo”, rememora serena su hija Cristina.