Verguenza en Ceuta - BERKANI

Hoy hemos vuelto a Ceuta, al hangar abandonado de los MENA (Menores Extranjeros No Acompañados) para comprobar si tras la publicación del reportaje del domingo en Crónica la policía ha actuado o ha vuelto a mirar para otro lado. A Berkani, el camello y abusador, no le hemos visto, pero tampoco lo han detenido. Y los niños siguen en su esquina esnifando pegamento.
Jueves 30 de marzo. Un destello de luz entra a media mañana por el hueco de la pared en el refugio de los menas callejeros de Ceuta. Hay 15 críos que duermen plácidamente apretados en seis colchones mugrientos rodeados de colillas. No será fácil levantarles tras el viaje cósmico de la noche anterior esnifando pegamento, fumando hachís y bebiendo chupitos de ron. El adulto que siempre está con ellos, al que llaman Berkani, les está preparando un desayuno exclusivo de rghayef, unas tortas marroquís con harina y aceite.
"Cuido a los chavales, me ocupo de ellos. Si no es por mí no tendrían ni para comer". Berkani no titubea. Lo dice convencido con una medio sonrisa y mirando a los ojos. Lo mismo dijo la noche anterior antes de que los canutos y el alcohol cayeran copiosamente en su estómago y se quitase la careta. La de un buen tipo que es el único que se preocupa por los niños abandonados. Entonces mostró su verdadero rostro. El del hombre que droga y abusa de unos críos. Únicamente pudimos contemplar cómo Berkani metía la mano por detrás del pantalón a Abderahman (13 años) mientras este le acariciaba la nuca y le suplicaba que le diese un poco de pegamento. También vimos como el adulto manoseaba los muslos y acariciaba la cara de niños como Ussama, Hassim, Abdu... sin querer ni poder imaginar lo que hará cuando esté a solas con ellos.
Berkani tiene poco más de 40 años, nació en la ciudad de Berkan -de allí su apodo- al nodeste de Marruecos y dice que ha recorrido medio mundo trabajando en la huerta y en la construcción, desde Almería hasta Chile y Brasil.
Hoy convive junto a un grupo de los MENA en un antiguo hangar en ruinas en los barracones de El Sardinero. Allí nos recibió la semana pasada y nos invitó a sentarnos en las tablas de madera para contarnos parte de su historia. "Yo ayudo a los niños y les aconsejo cómo tienen que colarse en los camiones que van al ferry para cruzar El Estrecho". Aunque su falso papel de héroe se desvanece a las pocas horas cuando va cogiendo más confianza. En la portada del suplemento Crónica contamos este domingo cómo Berkani en realidad es la pieza fundamental de la cadena de violencia, drogadicción y marginación que envuelve a los menores extranjeros que no quieren ir al centro que la ciudad autónoma dispone para ayudarles.
Berkani nos reconoció que él mismo compra en la ferretería los botes de cola para los niños. "A veces también compro por cinco euros un bote de disolvente para pintura, lo mezclo todo en un paño y se lo doy a los chicos. Así están más calmados". Es su palabra. Y lo demuestra cuando, al acabar de comer, los MENA se le acercan y le suplican que les dé su dosis de la tarde. "Si no se portan bien les cojo de la oreja y les subo al centro de menores", amenaza entre risas Berkani. Un tipo despreciable que no debería ser el responsable de un grupo de niños.

Y nuestro País permitiéndolo, me gustaría saber si no recibe ayudas para subvencionarle su sinvergüencería.