Ni siquiera a todos los grandes premiados de los sorteos les sonríe la suerte.
Cada 22 de diciembre, los medios de comunicación nos empeñamos en destacar las historias con final feliz de la Lotería de Navidad. El champán, los abrazos, las imágenes de los décimos ganadores y la alegría de las familias endeudadas que se ven, de repente, con 400.000 euros en el banco. Aquí, sin embargo, vamos a centrarnos en los más desdichados del famoso sorteo navideño y del resto de loterías de mundo.
Escondida en la página 17 de la edición de ABC del 23 de diciembre de 1949, encontramos al primero. Una historia difícil de creer, protagonizada por un malagueño que, unos días antes de la celebración del sorteo navideño, soñó que el Gordo caería en el 55.666. Un número extraño e improbable que se fue a buscar inmediatamente a Madrid.
Fue a la Asociación Benéfica del Cuerpo de Correos, que supuestamente había adquirido íntegramente el número. Allí se le informó de que su viaje había sido en balde: «Los billetes de las cinco series adquiridas por el presidente de dicha asociación habían sido enviados, en participaciones de 5 y 10 pesetas, a varias estafetas de las localidades de Toro y Benavente (Zamora), Alagón (Zaragoza) y Dos Caminos (Bilbao)», contaba ABC.
«Hace dos días se presentó en las oficinas un señor solicitando con insistencia alguna participación del 55.666. Contó que había venido expresamente desde Málaga para adquirirlo, porque tenía la corazonada de que resultaría premiado con el Gordo. No logró su propósito, puesto que dicho número había sido ya remitido a las localidades mencionadas», añadía la noticia.
A pesar de la incredulidad de todos los que allí escucharon su predicción, el «orondo, satisfecho y pesado» número salió premiado con 15.000.000 de pesetas [vean la portada de ABC del 23 de diciembre de 1949]. Un Gordo que fue comprado en Madrid, pero que no favoreció a ningún madrileño, ni tampoco a nuestro malagueño soñador... que ni tan siquiera se hizo con el reintegro.
«No compré el décimo por primera vez»
Otro caso también sorprendente se produjo en la Lotería del Niño de 2015. Las cámaras de televisión y los periodistas se agolpaban aquel 6 de enero a las puertas de la administración número 4 de Leganés, donde se había vendido el primer premio. Salvo este periódico, no se dieron cuenta de que un poco más allá se encontraba José, protagonista de esta triste historia. Allí estaba él, solo y cabizbajo hasta que uno de los loteros se apartó de la algarabía general y se dirigió hacia su amigo, un pintor que llevaba veinte años comprándole el «décimo de los vecinos», como le llamaban los clientes habituales. Ese fue la primera vez que no pudo. «He tenido una semana infernal con turnos de noche en el curro, saliendo muy cansado a las siete de la mañana, pensando todos los días que tenía que ir a por el número»,
Durante la semana anterior al sorteo, José se repetía cada mañana lo mismo: «Mañana me pasó». «Justo la noche del 5 de enero se me acabó el contrato y me quedé en paro. Terminé mi último turno por la mañana, como siempre, y no tenía el cuerpo como para esperar dos horas a que Gustavo (el lotero) abriera. Así que me fui a dormir, pensando de nuevo que por la tarde lo pillaba. Sin embargo, esta vez no lo hice, por primera vez en todo este tiempo. Muchos de mis amigos sí lo compraron, claro, pero yo no. Me joroba mucho, porque me hacía mucha falta», lamentaba, antes de perderse entre la multitud pletórica, camino de casa... sin que nadie se fijara en él.
Ganadores desafortunados
Entre los grandes premiados también encontramos historias de desdicha. Que se lo pregunten a William «Bud» Post: «Todo el mundo sueña con ganar la lotería, pero nadie imagina las pesadillas que conlleva», afirmó en 1993 este estadounidense, cinco años después de haber ganado 16,2 millones de dólares en un sorteo de Pensilvania. ¿El motivo? Su hermano llegó a contratar a un sicario para matarle a él y a su esposa, con el objetivo de quedarse con el dinero en herencia. No lo logró y terminó en la cárcel, pero la sucesión de desdichas continuó después para Post: despilfarros, deudas y hasta seis matrimonios fallidos. Se vio tan desesperado que, incluso, llegó a disparar a un hombre que le exigió la devolución del dinero que le debía. Y eso que no había tenido una vida fácil: huérfano de madre desde los 8 años, su padre le envió a un orfanato y pasó por un rosario de trabajos de poca monta durante su juventud. Y cuando la suerte le llegó, no supo aprovecharla.
Post, por lo menos, conservó la vida. Abraham Shakespeare, no. Este delincuente juvenil que llegó a pasar un par de veces por la cárcel por faltas menores ganó la friolera de 30 millones de dólares en la lotería de Florida. Sus vecinos aseguraban que, en el fondo, era un chico de buen corazón. Tanto es así que muchos quisieron aprovecharse de él cuando ganó el premio. Una de ellas fue Dorice Moore, que acabó engatusándolo para que le financiara la supuesta escritura de un libro sobre sus desdichas. Finalmente lo mató y quemó su cuerpo en el jardín de su casa. Durante el juicio, definieron a la mujer de «fría y calculadora».
Callie Rogers es otro de los casos. Tras hacerse rica en Inglaterra por ganar la lotería con sólo 16 años, su exceso de juventud le jugó una mala pasada. Malgastó 1,6 millones de libras en fiestas, drogas y lujosos viajes. Diez años después de obtener el premio había despilfarrado prácticamente toda la suma. Tras confesar que durante esa etapa ni siquiera había sido feliz, ahora se esfuerza por tener una vida normal, alejada de los excesos de aquella época. «Fue demasiado dinero para alguien tan joven. Aunque pienses que tu vida no va a cambiar, lo hace, y normalmente no para mejor. Aquello estuvo a punto de destruirme. Afortunadamente, ahora soy más fuerte».
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