Marcelo Gullo: "La
conquista de América es asombrosa y única. Sólo Roma es equiparable al Imperio
español"
En Madre patria, Marcelo Gullo trata de desmentir las falsedades históricas que alimentan
movimientos como el indigenismo y el independentismo.
Madre patria
(Espasa),
un estudio pormenorizado de las mentiras que la leyenda negra sigue promulgando
acerca de la conquista española de América y un repaso a los diversos intereses
internacionales que han trabajado para que continúe vigente en nuestros días.
Su intención, con todo, es destacar la enorme y destacable herencia que une a
todos los pueblos hispanohablantes en el mundo, para poder trabajar en una futura
reconciliación vacía de complejos. Hablamos con él:
Pregunta: Se habla mucho de la
leyenda negra española últimamente. ¿Pero qué gran potencia no ha sufrido la
suya propia a lo largo de la historia?
Respuesta: Pues Inglaterra, para empezar. No hay leyenda
negra de la conquista de Australia. ¿Dónde está escrita? No hay ninguna leyenda
negra que hable de la conquista británica de América del Norte. No hay ninguna
leyenda negra de la conquista de Nueva Zelanda. Los ingleses, cuando fueron a
Australia, la consideraron terra nullius, que quiere decir sin habitantes. Sin
embargo, ellos mismos llegaron a censar a entre seiscientos mil y un millón de
indígenas. La consideraron terra nullius para justificar su exterminio. Porque
para ellos no eran seres humanos. Eran una especie de monos que caminaban sobre
dos patas. Por eso hicieron el genocidio de Tasmania, en el que sólo sobrivivió
una mujer, por ejemplo. Fueron los británicos los que instauraron en América
del Norte la política de que el mejor indio era el indio muerto. Y fueron los
protestantes, tan cristianos ellos, quienes repartieron frazadas con virus de
viruela, utilizando por primera vez una especie de arma química que exterminó a
los indios. Inglaterra ha perpetrado genocidios varios, y sin embargo no existe
leyenda negra de Inglaterra. Como tampoco existe leyenda negra de la conquista
holandesa de Indonesia, que fue terrible. O de la conquista estadounidense de
Filipinas, una vez expulsados los españoles.
P: ¿Todo se resume a la batalla
por el relato, entonces?
R: Mire,
acá sólo hay una leyenda negra: la de la conquista española de América. Yo le
pregunto a usted: ¿Hay leyenda negra de la conquista árabe de todo el norte de
África? Las crónicas árabes relatan que los ríos Eufrates y Tigris estaban cubiertos
de sangre cuando conquistaron la Mesopotamia. También se llega a decir que
conquistaron Egipto predicando. Pero la conquistaron a sangre y espada, de la
mano del califa Omar. Cuando invadieron la península ibérica se llevaron a
Siria a veinte mil vírgenes españolas. Eso son veinte mil mujeres de entre doce
y dieciséis años. Veinte mil esclavas sexuales. Sin sumar a todos los hombres
esclavos. ¿Dónde está la leyenda negra de la conquista árabe de España? Sólo se
critica una conquista: la española. Esa es la verdad histórica.
P: ¿Por qué?
R: Pues
sencillamente porque muchas de las potencias enemigas de España trataron de
derrotarla políticamente porque no podían derrotarla militarmente. Y después
porque los Austrias españoles no entendieron lo que era la propaganda política.
No se defendieron de los ataques propagandísticos de sus enemigos,
principalmente Francia e Inglaterra, junto con Holanda. Cuando los franceses
lograron hacerse con el trono español, además, pasaron cuarenta años en los
que, con el primer Borbón, que era un francés educado en el odio a España, los
teatros españoles se llenaron de obras negrolegendarias. Todo Madrid estaba
lleno de obras de teatro que criticaban el legado de todos los reyes
anteriores, diciendo que eran asesinos, violadores, y que todos los
conquistadores habían sido la peste del mundo. La nobleza genuflexa fue y
aplaudió todo eso, lo que causó que todos los hispanoamericanos terminasen
diciendo, bueno, a confesión de parte, relevo de pruebas.
P: ¿No es un poco extraño que
potencias como Inglaterra y Francia, hegemónicas también en los siglos
posteriores, se centrasen en el odio a España y no diseminasen leyendas negras
la una contra la otra igual de efectivas?
R: Bueno,
primero, no se pusieron de acuerdo ni se centraron exclusivamente en España.
Eso no existe en política. Cada una iba haciendo lo que favorecía a sus propios
intereses. Pero, de todas formas, usted comete un error de razonamiento
gravísimo. Producto, posiblemente, de una formación completamente eurocéntrica.
Francia no era tan hegemónica como dice usted. No tenía nada. El que tenía un
imperio en el mundo era España. Francia va a tener un imperio colonial
muchísimo tiempo después. Pero no era nada en el mundo. Era fuerte en Europa,
solamente. Usted comete el error de considerar que por ser fuerte en Europa era
fuerte en el mundo. Pero es que quien tenía el mundo era España. Ni siquiera
era tan fuerte Inglaterra, que, sobre todo al principio, sólo tenía un pedacito
chiquitito entre el Atlántico y los Apalaches. Quien tenía un dominio real y
consolidado de tierra firme, que iba, además, desde California, casi Alaska,
hasta el Pacífico y Filipinas, era España. Seguía siendo la gran potencia
territorial en el mundo. Y el gran mercado en el mundo. A mí me asombran los
economistas porque no estudian nada. Hablan de los inicios del mercado mundial
sin mencionar muchas veces que, durante mucho
tiempo, el mercado mundial era hispanoamérica. Estaba Asia, sí, pero el gran
mercado de productos era el español.
P: Escribe que no es lo mismo
el Imperio español que el imperialismo británico.
R: Exacto.
Son dos cosas distintas. España construyó un Imperio, que no es lo mismo que
desarrollar un imperialismo a la manera de los británicos. España llega a
América con la impronta que le da Isabel la Católica. Por eso su aproximación
fue distinta a la que hicieron Francia o Portugal. Ambos países eran católicos,
y sin embargo su impronta fue distinta. ¿Por qué? Pues porque hubo una mujer en
la historia, que es Isabel, que no sabía con qué mundo se estaba encontrando.
No lo podía saber. Pero, ante ese mundo nuevo, que ella no podía describir ni
comprender del todo, tomó algunas medidas fundamentales, que acabaron siendo
únicas en la historia de la humanidad. Medidas que los españoles de ahora,
porque no estudian, ni siquiera conocen bien. Isabel dice que las personas que
estaban ahí, que no sabía ni quiénes eran, iban a ser súbditas de Castilla. Por
tanto, no podían ser esclavas. Además, no quiso establecer colonias, sino que
quiso hacer reinos. Pero tomó una decisión más, única en la historia: la
política del mestizaje. Dijo: cásense, indios y españoles. Cuando un Estado
dice semejante cosa lo que está diciendo es que quiere fundirse con el otro. No
suplantarlo. Cuando uno se funde con el otro no va a explotarlo. El otro es lo
mismo que yo. España adopta a América y a los americanos. Los hace sus hijos. Y
esos hijos, como están destinados a heredar sus bienes, deben ser
educados de la mejor manera posible. ¿Usted se puede imaginar
a la reina Victoria diciéndole a los ingleses en 1848 que se casen con los
chinos? ¿Pasó alguna vez? No. Los anglosajones se defienden de esto diciendo
que los españoles tenían un apetito sexual desbordante, claro. Que, como ellos
llevaban a sus mujeres en los barcos, no tenían ese mismo apetito. Pero eso es
absolutamente falso. Los anglosajones también mantenían relaciones con indias o
con esclavas negras. La diferencia es que Jefferson, por ejemplo, los hijos que
tenía con esclavas negras los vendía como esclavos, porque para él no eran
seres humanos. Cortés, sin embargo, al hijo que tuvo con doña Marina lo
consideró su hijo, haciendo que lo nombrasen caballero de la Orden de Santiago.
La diferencia es notable. ¿Por qué? Porque la política de expansión española
nunca estuvo destinada a considerar los nuevos territorios como meros botines.
Por supuesto que después pudo haber excepciones, y gente que se comportó de
forma muy reprobable. Pero es que los hombres no son angelitos. Si no no habría
leyes ni derecho penal. Lo fundamental es que la actitud de España, su política
de Estado, fue la del respeto y la integración. Algo muchísimo más avanzado que
las políticas inglesas, que suplantaban a las poblaciones autóctonas después de
eliminarlas o que, cuando no podían matarlas, desarrollaban políticas de
apartheid, como en Sudáfrica. El imperio español sólo es semejante al de Roma,
y superior a él en algunos aspectos. Es la segunda vez en la historia que esto
se produce. El inglés es otra cosa.
P: También rescata en el libro
la importancia de Francisco de Vitoria y de la actitud española a la hora de
preconizar el surgimiento de lo que después serían los derechos humanos. ¿Lo
recordamos como es debido, o se nos ha olvidado?
R: Es
algo que se ha olvidado completamente. Y al padre Francisco de Vitoria, al
menos, lo rescataron los americanos, curiosamente. Ellos fueron los que se
dieron cuenta, con una gran honestidad intelectual, hay que reconocerlo, de que
él había sido el gran precursor. Desde Estados Unidos es desde donde se
comienza a valorar a Vitoria, cuando en España ya era una figura olvidada.
Ellos, como política de Estado, predicaron la leyenda negra, pero, al ser una
democracia y gozar de libertad de cátedra, también dieron pie a que desde las
universidades existieran voces que reconociesen el buen legado español. Eran
minoritarias, sí, pero fueron las primeras en reconocer la obra de España en
América.
P: ¿Cómo se explica el auge del
indigenismo?
R: Bueno,
hay que ir por partes en esto. Ya he comentado antes que en España los Austrias
jamás se defendieron de la mala prensa extranjera y que, con el primer Borbón,
esta se infiltró de lleno dentro de las fronteras del país y del Imperio. Lo
que pasa es que después, con el transcurso del tiempo, el nuevo factor
diferencial fue que la izquierda adoptó también esas mismas posturas
negrolegendarias. Son épocas distintas, pero que explican la evolución y la
permanencia todavía de la leyenda negra española. Al otro lado del Atlántico,
en Hispanoamérica, la leyenda negra nació en los sectores más pudientes de la
sociedad, no ligados a la tierra, sino al contrabando con Inglaterra y al
comercio. Durante los diversos procesos de independencia, las masas indígenas combatieron
a favor de la unidad del Imperio. Ahí está el mal llamado Ejército Real del
Perú, formado por indios. La leyenda negra era minoritaria en la sociedad, como
digo, pero había sido adoptada por los hombres más pudientes, que se
terminarían haciendo con los nuevos gobiernos. De esa forma, establecieron
nuevas políticas de Estado, e instauraron el nuevo relato en los colegios.
Aunque el siguiente paso es todavía más determinante. En 1934 hubo una reunión
de los partidos comunistas en América del Sur. Es entonces cuando deciden
adoptar ellos también la leyenda negra y promulgarla. Marx no había sido
negrolegendario. De hecho, tenía una mirada positiva de la conquista. Pero
ellos pensaron que políticamente podía beneficiarlos. ¿Por qué? Pues porque la leyenda
negra conduce inevitablemente al fundamentalismo indigenista. Si España sólo
vino a robar, violar y matar, y antes lo que había era un paraíso originario y
una utopía comunista conformada por buenos salvajes, las reivindicaciones
históricas y políticas de esos grupos estarían justificadas. Debían rechazar,
por tanto, todo lo que vino de España: los valores, las costumbres, la lengua y
todo lo demás, con el único objetivo de regresar y crear repúblicas
indigenistas. La cosa además les venía bien porque un conflicto civil con
tintes comunistas en Hispanoamérica ayudaría a desestabilizar el patio trasero
de Estados Unidos y de occidente, en general. Si, encima de todo eso,
conseguían instaurar la dictadura del proletariado en algunas de esas
repúblicas, pues mejor que mejor. Ese es el momento exacto en el que el Partido
Comunista se hace negrolegendario, en el que la izquierda se hace
negrolegendaria en toda Hispanoamérica, y en el que todos ellos empiezan a
publicitar cuanto libro y folleto se escriba en esa dirección. Es un proceso
interesante, porque se generó un combate cultural entre ellos y una corriente
importante de hispanistas, que se les opusieron. Lo que pasa es que la balanza
se terminó de decantar a su favor en los años ochenta, cuando se comenzó a
trabajar para conmemorar los quinientos años del descubrimiento. Desde
entonces, la ola negrolegendaria ha ido adquiriendo una fuerza que no había
tenido nunca, en parte porque la izquierda ha ido tomando las universidades y
en parte porque, con la caída del Muro de Berlín, ha ido priorizando el
horizonte cultural antes que el económico. Por todo esto, la hispanofobia es
hoy uno de los pilares del progresismo.
P: En el libro cataloga al
indigenismo y al catalanismo de "hermanos gemelos". ¿Qué tienen en
común, exactamente?
R: Digo
que son hermanos gemelos porque, como hay una parte de España que acepta la
leyenda negra, los nacionalismo periféricos consideraron que se trataba de un
gran argumento a su favor. Si España fue a América a conquistar, violar y
matar, lo mismo hizo con ellos. Eso es lo que dicen. Es un argumento totalmente
falso, que no se sostiene históricamente. Igual de falso que el de los
indigenistas, por otro lado. Ellos saben perfectamente que es mentira, además,
pero la enseñan en los colegios para que, poco a poco, el concepto que tengan
incrustado en la cabeza las nuevas generaciones sea que no forman parte de
España y que viven oprimidas por un Estado invasor. Si España es un monstruo,
lo que hay que hacer es separarse de ella, claro. Así de simple.
P: En estos últimos años se han
visto muchos movimientos indigenistas derribando estatuas en Hispanoamérica.
¿La realidad es esa, o la percibimos deformada desde España?
R: Es
esa y es peor. Hoy por hoy el indigenismo está en pleno auge, por supuesto.
Pero no sólo derriba estatuas. El movimiento mapuche en Argentina, por ejemplo,
que todo el mundo sabe que está financiado por Gran Bretaña, no sólo ha
destruido estatuas en el sur. Queman autos, agreden a los argentinos y, si
estos no se van, llegan incluso a quemarles las casas para que se vayan de la
Patagonia. Esa es la verdad de lo que está pasando. No sólo queman estatuas.
P: ¿Dónde queda el optimismo de
esa posible reconciliación del mundo hispánico por la que aboga en el libro,
entonces?
R: El
optimismo viene de saber que son minoritarios, aunque ostenten la hegemonía
cultural. La realidad es que son minoritarios. Su hegemonía viene de dos
causas: una gran masa de la población está desinformada, por un lado, y los
pocos que saben, por temor a desafiar lo políticamente correcto, se quedan
callados. Ahora, como ellos no sólo no tienen la verdad, sino que en realidad
son minoritarios, sólo hace falta que los españoles que sí que saben comiencen
a hablar y a dejar las cosas claras. Su poder sólo viene de la desinformación y
del silencio. La tibieza de los que no se atreven a oponerse a la corrección
política, por temor a ser echados de la universidad, o al desprestigio social,
es la que les da fuerza. Mera y exclusivamente eso. Una minoría ha impuesto una
dictadura cultural que va a tener efectos políticos perversos. Pero esto pasa
únicamente porque nadie se atreve a enfrentarla. La realidad es que el rey está
desnudo. Sólo hace falta señalarlo.
P: ¿Existe la posibilidad de
que, por combatir las mentiras de la leyenda negra, algunos caigan en la
leyenda rosa?
R: Eso
es una tontería. Si alguien dice que dos más dos son cuatro, y otro va y le
responde que no, que dos más dos son cinco, lo bueno no está en decir que ni
para uno ni para otro, que dos más dos son cuatro y medio. Si dos más dos son
cuatro hay que decir que dos más dos son cuatro. Y punto. No hay una leyenda
rosa de la conquista española de América. A mí me asombra el grado de
ignorancia absoluto que tienen ustedes. Ya no saben qué es lo que hicieron en
el mundo. Pero si no estudian yo no tengo la culpa. No es que haya una leyenda
rosa. La realidad es que el legado de España en América es tan distinto a todo
lo que aconteció en el resto del mundo después, que parece rosa. Parece
inventado. Pero no lo es. Eso es lo impresionante. Parece que no es posible que
alguien se haya comportado de esa manera. Mire, yo no provengo de una familia
española, ni hispanista. Provengo, de hecho, de una familia negrolegendaria.
Pero cuando uno empieza a poner las cosas sobre la balanza empieza a ver que,
contra todo lo positivo que se puede destacar de la conquista española, casi no
hay cosas negativas. Y eso no es negar que las hubo. Claro que las hubo. Lo
contrario sería pensar que se trató de una experiencia histórica protagonizada
por ángeles y no por hombres. Claro que hubo gente que se comportó de forma
abusiva. Hubo violadores y asesinos. Por supuesto. En toda experiencia
histórica hay de eso. Pero cuando uno observa la experiencia histórica española
se asombra porque es completamente diferente al resto. No vuelve a repetirse en
la historia un fenómeno semejante. España creó treinta y tres universidades en
América. ¿Cuántas creó Francia en África? Una, en Argelia. ¿Cuántas creó
Portugal en África? Una. ¿Cuántas creó Bélgica en El Congo, o Alemania? Por
supuesto, ninguna. La experiencia histórica española es asombrosa. Claro, el
hombre moderno no puede meterse exactamente en la mentalidad de aquellos
hombres que la llevaron a cabo. Pero eso no quita para que, en comparación, la
española fuese la conquista más asombrosa de la historia. Y repito, eso tampoco
quiere decir que aquello fuera un paraíso en la tierra. Paraísos no hay nunca.
Somos hombres. Pero las cosas son como son, no hace falta pintarlas peor de lo
que fueron para que parezcan más creíbles. La realidad de la conquista española
es la que es.
P: ¿Está habiendo una respuesta
hispanista seria, entonces?
R: Hay
españoles que están respondiendo, por supuesto. Elvira Roca Barea, por ejemplo.
Ibáñez. Hay muchos. Está habiendo una respuesta. Y es algo que se ve muy bien
en la aceptación, por ejemplo, que ha tenido en España el documental hecho por
José Luis López Linares. España, la primera globalización, ha tenido un éxito
extraordinario. Se llenan los cines y la gente aplaude cuando acaba la
película. Ahí está la prueba de que se pueden hacer un montón de cosas para
explicar la verdadera historia. Con sus luces y sus sombras. Que un documental
así, sin ninguna publicidad, haya llenado los cines de España, es bastante
llamativo, ¿no cree?
Loable el intento de este historiador en su trabajo “Madre patria” por desterrar de nuestras mentes la leyenda negra sobre la conquista y colonización de América por parte de los españoles.
ResponderEliminarY digo que su esfuerzo resulta muy loable pero para nuestra desgracia será un esfuerzo inútil. Y no será en vano porque desde allende nuestras fronteras continuaran enarbolando la bandera del horror sufrido en aquella gesta histórica de tiempos pasados.
Para nuestra desgracia os los esfuerzos que los movimientos indigenistas e independentistas, realizan en pos de menospreciar el nombre de España y su historia, se les unen también ciertos palitroques nacionales empeñados también en destruir el nombre de España y cuantas consecuencias que ello conlleva.
Así vemos como algunos comegambas hablas de un país plurinacional; otros se empeñan en que la extrema derecha se ha adueñado, y manchado, el nombre de España y de sus símbolos nacionales.
Y algún matarile va dando lecciones por el continente americano y apoyando a los dirigentes afines a sus postulados con el argumento que la Monarquía española debería pedir perdón por cuantas tropelías se cometieron durante el dominio español por allá.
Realmente con personajes así, poco importa el trabajo de cuantos se afanan en estudiar y difundir las cosas positivas, que las hubo, de la labor llevada a cabo por tantas personas en la colonización de un inmenso territorio muy alejado del suelo patrio.
En fin una cosa esta clara, pese al paso del tiempo la leyenda negra continuara existiendo, pero por ventura todos estos palitroques venidos a menos, no dejaran gran huella entre las futuras generaciones de ciudadanos.
Saludos: