El héroe que la riada dejó al
descubierto en Burlada
El
viernes 17 Inacio Gomes escuchó a una mujer pedir ayuda para su marido,
atrapado en la entrada a un garaje de Burlada, y se metió hasta la cintura en
el agua para forzar la puerta
Inacio Gomes Méndes y
Juanjo Seminario
Azcárate se reencuentran entre bromas y
miradas cómplices. Les separan 17 años de diferencia y una infancia ambientada
en continentes distintos, pero es más lo que les une: un carácter sencillo y
tranquilo, y una deuda de vida que se forjó la semana pasada, cuando Burlada se volvió navegable.
El 17 de diciembre Gomes, de 24 años,
salió temprano de su casa en Berriozar para
ir en villavesa al Polígono de Areta (Huarte). Eran cerca de las siete y la riada ya
había trastocado el tráfico, por lo que el joven y el resto de pasajeros se
apearon en la rotonda junto a las piscinas municipales de Burlada. Llovía sin
parar y la mayoría se refugió en los bajos del bloque de viviendas más cercano.
Gomes se encontró con un compañero de la Empresa
de Inserción Laboral de Fundación Ilundáin y
poco después apareció una mujer -“muy agobiada”, recuerda el chico- pidiendo
ayuda: su marido se encontraba atrapado en la entrada al garaje, que se llenaba
de agua.
“Miré el frente de casa, que da a
la cuesta de Beloso, y no estaba inundado. Cogí el ascensor para bajar a
por el coche”, relata Seminario, de 41 años, al repasar aquella mañana. Aunque
el aparato no terminó de posarse en la planta -1, se empapó hasta los tobillos.
Abrió con dificultad las puertas, pero al salir al cuarto que antecede al garaje,
que tiene otro acceso desde el exterior, se dio cuenta de que estaba encerrado.
CON EL AGUA POR LA
CINTURA
Juanjo Seminario llamó primero a su
pareja que, al no conseguir sacarlo, pidió ayuda en el portal del edificio.
Varias personas se acercaron, pero el agua, que cubría ya parte de las escaleras que llevan a la
planta subterránea, pareció disuadirlas de intentar nada más.
Inacio Gomes, en cambio, no
se lo pensó dos veces; se quitó el pantalón y los zapatos y
se adentró en las gélidas aguas. “Al fin y al cabo, estoy todo el día mojado”,
comenta el joven entre risas. Gomes cursó un grado medio de Jardinería y hace
un año y medio entró en la sección de riegos de la empresa de inserción. Ese
trabajo facilitó el reencuentro.
Después de varios empujones y patadas,
Gomes, nacido en Calequise (Guinea-Bisáu), consiguió abrir la puerta y se
presentó con sus 1,93 metros, semidesnudo y con el agua casi por la cintura
ante Seminario, que llamaba al 112. “Estaba como en shock”, admite el vecino de
Burlada.
Tanto es así que su mujer tuvo que
indicarle que agradeciera la acción al chico y, aunque subió a su casa a por
ropa interior seca y toallas y estuvieron hablando “de tonterías”, admite
Seminario, no reaccionó. Hasta que vio más tarde el garaje inundado casi hasta
el techo no fue consciente del riesgo que había corrido: “Yo le debo la vida a
él, y él a mí unos calzoncillos”.
Después de reflexionar sobre su
experiencia, Juanjo Seminario quiso dar las gracias y volver a hablar con su
rescatador. Pudo hacerlo porque de la experiencia se quedó con el logotipo de
la Fundación Ilundáin del uniforme del compañero de Inacio y recordó que los
chicos se dirigían a Areta, y llamó a la empresa de inserción.
En el polígono desconocían el alcance de
lo sucedido. Gomes, que durante la conversación resta importancia a su acción,
confiesa que tampoco lo ha contado a su familia; no le gusta presumir. Pero
matiza que se sintió orgulloso por sacar a Seminario. “Me siento bien cuando
ayudo. Recibí mucha ayuda de los demás, al llegar aquí tampoco lo tienes fácil;
intento devolverlo de otra forma”, explica.
En Navarra aterrizó con casi 15 años para reunirse con su familia. Se siente “a gusto” en
la comunidad, aunque a veces siente reticencias por el color de su piel:
“Algunos se creen que solo porque eres negro les vas a atracar”. Su
solidaridad, opina, es “innata”. Inacio Gomes orma parte dela Transpirenaica
Social, y además de jugar a Baloncesto en Larraona, entrena a un equipo de
niñas de en el colegio Sagrado Corazón. “Si no hubiera abierto sería igual de
héroe. Al final es la predisposición de ayudar, a las 7 de la mañana con el
agua fría, de quitarse la ropa y meterse ahí. No tuvo ninguna duda”, determina
Juanjo Seminario.
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