Cuando la soledad mata
Cada vez son más los
ancianos que fallecen solos en su domicilio y que tal vez podrían haberse
salvado con una atención adecuada
En los
diez años que lleva como juez en la provincia de Valencia, Joaquim Bosch ha
visto de todo. Pero lo que se está encontrando en los últimos tiempos le ha
impresionado. Por la frecuencia. Por el sufrimiento que a veces se esconde
detrás de una puerta que no se abre. “Hace una década lo veías de manera muy
esporádica: personas que morían solas, en avanzado estado de descomposición”,
explica Bosch. “Ahora nos encontramos con más casos. Igual son cuatro o cinco
cada mes. No me atrevo a cuantificarlo, pero ya no es un hecho puntual”.
Alarmado por una situación que se repite en su juzgado de Moncada, el
magistrado llamó a otros compañeros, a forenses y a funerarias. La respuesta,
siempre la misma: todos le confirmaron que cada vez lo veían más.
Ni hay estudios, ni hay datos.
“Pero hay un problema”, alerta Bosch, “invisibilizado como la propia vejez”. Y
el juez explica que la mecánica del trabajo diario dificulta poder llevar un
registro de los ancianos que mueren en soledad. Para levantar el cadáver es
necesaria la intervención de un juez y de un forense, pero si no hay delito el
caso pasa a engrosar el cajón de los procesos a los que se da carpetazo.
EL AVISO DE LOS BOMBEROS
“Uno de los servicios que hacemos es
la asistencia de personas mayores. Es un servicio recurrente que va en aumento.
Porque cada vez hay más personas mayores que viven solas”. Lo explica Carles
Noguera, jefe de la Sección de Prevención Operativa de los Bomberos de la
Generalitat de Cataluña. La buena noticia es que gracias a la teleasistencia en
muchas ocasiones llegan a tiempo, aunque en otras ya no pueden hacer nada.
El protocolo siempre es el mismo.
Cuando reciben el aviso de un familiar o un conocido que ha echado en falta a
una persona mayor, los bomberos se ponen en contacto con la policía y avisan a
una ambulancia. “Si desgraciadamente la persona está fallecida, nos retiramos y
los agentes se hacen cargo de la investigación”.
Las posibilidades de un descuido
doméstico que acabe en un incendio también aumentan en el caso de los mayores que
viven solos. Por eso Noguera recuerda la importancia de la prevención. En forma
de detector de humos: “Es un dispositivo que todos tendríamos que tener en
casa, pero en el caso de las personas mayores más porque es un colectivo
especialmente vulnerable”.
Bosch
saca un informe de uno de los archivadores junto a su despacho. Un anciano
fallecido hace apenas unas semanas. “Una vez confirmado que no hay indicios de
delito, el único recuerdo que queda de este señor y de su vida última está
aquí”, se calla por un momento con la mano sobre una carpeta que terminará
confundida con las demás. Su tragedia ha quedado reducida a unos cuantos
papeles que nadie podrá consultar. “Me he encontrado gente muerta en su cama”,
explica el magistrado, “gente que se ha caído desde una escalera o que les ha
dado un ataque y se han quedado en medio de la cocina. Y los forenses me dicen
que con la atención adecuada, muchos ancianos no habrían muerto de esta
manera”.
Valencia es un buen ejemplo de
lo que sucede en un país que envejece a ritmo
acelerado. Sólo en la ciudad hay 42.000 mayores de 65 años
viviendo solos. El porcentaje aumenta con la edad: uno de cada tres mayores de
75 años está en esta situación. Y la teleasistencia llega a poco menos de
6.000. Son ancianos que no viven en la marginalidad. Pueden ser el vecino de la
puerta de al lado: un abuelo que de momento se vale sin dificultad, con sus
rutinas cotidianas y su independencia, que un buen día se da un golpe, o se
rompe una cadera o sufre un ataque al corazón.
Es el caso de Soledad Sáez
Fraga. 74 años, sin hijos, sin hermanos. A los 71 años echó el cierre a la
mercería que había regentado durante cuatro décadas en el centro de Valencia. Y
justo después de la jubilación, llegó un infarto cerebral. “Yo estaba bien”,
dice Sole como tratando todavía de explicarse por qué aquello sucedió sin
avisar, “no me pasaba nada y fue muy traumático”. Una mañana de abril sintió un
ligero malestar. “Me hice una manzanilla, me vine aquí y me senté”, señala el
lugar exacto en la mesa donde ahora recuerda aquel día. “Y al ir a coger el
vaso se me desvió la mano. Me dije: esto no es nada bueno”. Sole guarda
silencio mientras repite un movimiento que se le ha quedado grabado. Al menos
tuvo los reflejos para llamar al 112. Y eso le salvó la vida.
Tras meses en el hospital, esta
septuagenaria de maneras dulces ha vuelto a casa. Pero todo ha cambiado: con
medio cuerpo inmovilizado ni camina como antes, ni es ya la mujer independiente
que siempre fue. Su alegría semanal se la proporciona Paloma, una joven de 27
años que se ha convertido en nieta por azar.
Paloma López es una de los 399
voluntarios que este año han pasado por Amics de la Gent Major, una asociación que se
ocupa de dar compañía a los ancianos que viven solos. Su presidente, Antonio
Miguel Fernández, un septuagenario de vitalidad juvenil que también colabora
como voluntario, insiste en que la soledad mata. “Es triste ver cómo cada vez
hay más muertes de mayores solos en sus hogares. Cuando llega el médico para el
levantamiento del cadáver dice: ha muerto de traumatismo craneoencefálico o de
insuficiencia cardiaca o respiratoria. Pues no. Ha muerto de soledad”.
Amics atiende en Valencia a 476
personas. La mayoría, mujeres de más de ochenta años, con movilidad reducida y
pensiones bajas. Muchos, como Sole, no tienen hijos. Otros sí, pero no van a
visitarles. Y en la soledad doméstica no elegida que convierte los días en
medidas de tiempo eternas, se van apagando poco a poco.
Según Joaquim Bosch, en nuestro
país las estructuras de apoyo familiar han ido cambiando y desintegrándose sin
que la sociedad o el Estado hayan sabido responder a ese vacío. La misma
opinión comparte Gustavo García, coordinador de estudios de la Asociación de
Directores y Gerentes de Servicios Sociales. Ha dedicado toda su vida
profesional a los mayores y ha visto muchos casos de ancianos que fallecen
solos. Son más, reconoce, en los últimos años. Pone el ejemplo de un hombre que
fue hallado muerto en su casa hace dos semanas en Zaragoza. “A mí no me duele
el golpe que ese hombre se pudiera dar”, reflexiona, “me duele el sufrimiento.
Cuando se viera solo y pensara: estoy solo en la vida y así me voy a morir”.
Contra esa soledad que puede
ser fatal, Gustavo García propone soluciones. Recuperar la inversión en
servicios sociales, pero también iniciativas como las de Amics de la Gent
Major. O un simple gesto al alcance de todos: prestarle un poco de atención al
vecino mayor de la puerta de al lado. “Porque nadie va a los servicios sociales
a decir que está solo”, apunta. Pero muchos lo están. Algunos hasta ese último
día que queda reducido a una carpeta en un archivador judicial.
“La soledad se admira y desea cuando no se sufre, pero la necesidad humana de compartir cosas es evidente”.
ResponderEliminarCarmen Martín Gaite (Novelista española)
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En un corto espacio de tiempo he leído en la prensa provincial sendas noticias de personas mayores que fueron encontrados en sus hogares cuando llevaban tiempo sin vida.
En mi entorno no he vivido una experiencia así, pues en los pueblos los vecindarios se conocen y se relacionan más unos con otros. Pero si que sentí conmoción al leer las noticias en la prensa. U una pregunta rondaba por mi cabeza, ¿cómo residiendo en un bloque de viviendas,, se puede vivir tan aisladamente?. Cómo no percatarse que el vecino de nuestra puerta, hace días o semanas que no coincidimos por el rellano o por el patio de entrada al edificio.
Como señala el juez Bosh, vivimos en una sociedad que invisibiliza la vejez, las personas mayores; bien por su propia voluntad, bien por el modelo de vida en que nos movemos, a las personas mayores se les va dejando de lado.
¿Quiénes fallan en la atención a los mayores? Sin duda alguna en primer lugar están sus familiares, luego el vecindario, los conocidos y demás personas de su entorno. Otro tanto corresponde a los servicios sociales municipales y otros organismos públicos.
Por fortuna cabe destacar la labor realizada por ONG como ‘Amigos de la gente mayor’, las entidades de servicio telemáticos, y aquellas personas que si sienten la proximidad de su vecino mayor y siente interés hacia él
Saludos: