Los izquierdistas de la
Segunda República, los mayores ladrones de la historia.
Sobre los dirigentes republicanos escribió Julio Camba que "se apoderaron del Estado con el mismo
criterio con el que hubieran podido apoderarse de un salchichón". Para
repartirse las tajadas. Fueron muchas las páginas que dedicó a denunciar el
saqueo llevado a cabo por unos gobernantes izquierdistas más interesados en su
enriquecimiento personal que en la gestión de la cosa pública. Tantos fueron
los enchufes a los amigos, los cargos inútiles creados para colocar a los
camaradas, los gastos suntuarios y los hábitos de nuevo rico –sobre todo de
unos socialistas cuya hipocresía no se cansó de restregarles–, que calificó el
nuevo régimen como "la República de los enchufes".
Pío Baroja, que
definió a la República como "una merienda de negros en la que los
republicanos y socialistas se repartían todos los empleos", escribió
palabras similares sobre los más distinguidos dirigentes republicanos:
"Azaña es un enamorado de la
pompa y la grandiosidad. Cuando era presidente del Consejo amuebló el palacio
de la Presidencia, según dijeron, con los mejores muebles de la Granja y de
Ríofrío. En el Palacio Real y en el Pardo tenía proyectos de hacer jardines
suntuosos. No comprendía que, si se trataba de suntuosidad y de estética, para
esto valía más que sirvieran de fondo a un príncipe decorativo que no a un
señor de un tipo vulgar como él. Algo de esta ansia de magnificencia tenían
todos los políticos de la República. Cuando al principio se compraron
automóviles soberbios, que valían cerca de veinte mil duros, Largo Caballero se
quejó al comisionista de Irún porque no tenían el aparato de radio que debían
tener según el catálogo, y lo reclamó imperiosamente.
El Museo del Prado durante la Guerra
Civil | Cordon Press
Sobre los dirigentes
republicanos escribió Julio Camba que "se
apoderaron del Estado con el mismo criterio con el que hubieran podido
apoderarse de un salchichón". Para repartirse las tajadas. Fueron muchas
las páginas que dedicó a denunciar el saqueo llevado a cabo por unos
gobernantes izquierdistas más interesados en su enriquecimiento personal que en
la gestión de la cosa pública. Tantos fueron los enchufes a los amigos, los
cargos inútiles creados para colocar a los camaradas, los gastos suntuarios y
los hábitos de nuevo rico –sobre todo de unos socialistas cuya hipocresía no se
cansó de restregarles–, que calificó el nuevo régimen como "la República
de los enchufes".
Pío Baroja, que definió a la República como "una merienda de negros en la que
los republicanos y socialistas se repartían todos los empleos", escribió
palabras similares sobre los más distinguidos dirigentes republicanos:
"Azaña
es un enamorado de la pompa y la grandiosidad. Cuando era presidente del
Consejo amuebló el palacio de la Presidencia, según dijeron, con los mejores
muebles de la Granja y de Ríofrío. En el Palacio Real y en el Pardo tenía
proyectos de hacer jardines suntuosos. No comprendía que, si se trataba de
suntuosidad y de estética, para esto valía más que sirvieran de fondo a un
príncipe decorativo que no a un señor de un tipo vulgar como él. Algo de esta
ansia de magnificencia tenían todos los políticos de la República. Cuando al principio
se compraron automóviles soberbios, que valían cerca de veinte mil duros, Largo
Caballero se quejó al comisionista de Irún porque no tenían el aparato de radio
que debían tener según el catálogo, y lo reclamó imperiosamente.
–Ahora es nuestro momento –decían
jefes y jefecillos, pero no pensando en el pueblo, sino en sí mismos. Fue la
época de los enchufistas".
Ya lo había
advertido Josep Pla el mismo 14 de
abril de 1931. Como le pilló en Madrid, el día siguiente salió a pasear para
contemplar la fiesta republicana. Un madrugador acaparador de cargos, conocido
como Paragüitas, se había hecho con el puesto de secretario del fiscal de la
República, el socialista Ángel Galarza, para presumir de lo cual se agenció con
enorme rapidez un cochazo con chófer incluido. El ampurdanés fue invitado por
Paragüitas a contemplar el entusiasmo popular mientras circulaban
mayestáticamente para dar envidia a los transeúntes.
Valle-Inclán fue
nombrado en 1932 conservador del Patrimonio Artístico Nacional, pero
no tardó en denunciar que los gobernantes de la flamante República se dedicaban
a vender obras de arte de palacios, museos e iglesias a marchantes franceses,
que después las vendían con enormes beneficios a millonarios norteamericanos.
Escribió varias cartas al ministro de Instrucción Pública, Fernando de los
Ríos, protestando tanto por este saqueo como por los actos vandálicos contra el
patrimonio artístico, pero no recibió respuesta alguna, por lo que dimitió
inmediatamente.
El veterano cronista parlamentario Wenceslao Fernández Flórez también
dejó testimonio del saqueo:
"En el Parlamento hay una
pandilla de forajidos, hartos de matar y robar en la revolución de octubre; nos
gobiernan ignorantes audaces, enamorados de sus magníficos automóviles con
radio y calefacción; desde arriba y desde abajo se saquea el país: nunca tantas
fortunas se improvisaron tan rápida y oscuramente".
Pero estas actividades se iban a acelerar enormemente con el
estallido de la guerra. El episodio más famoso fue el saqueo de las enormes
reservas de oro del Banco de España como garantía del pago a la URSS de un
material militar del que no llegaría más que una pequeñísima parte y de mala
calidad. La excusa alegada por el ministro de Hacienda Juan Negrín y
sus aliados comunistas fue la necesidad de llevarlo a lugar seguro ante el
avance de las tropas de Franco. Uno de los protagonistas de la operación, el
militar comunista Valentín
González, el Campesino, la relataría así en sus memorias:
"El Kremlin se dedicó a
intervenir abiertamente en la guerra civil española a los dos meses de empezada
(…) Pero al pueblo español le costaría un altísimo precio en sangre, en
sufrimiento y en oro (…) La situación de Madrid se hacía peligrosa y los ministros
concedieron fácilmente lo que se les pedía, aunque ignorando los verdaderos
propósitos de Negrín. Conocieron tales propósitos sólo el embajador soviético,
Rosenberg, el servicio de la NKVD en España y una parte del Buró Político del
Partido Comunista Español".
El Campesino explicó cómo José Díaz, secretario general del PCE, le
encargó hacer el traslado del oro con gran secreto, a las dos de la madrugada,
a espaldas del director del Banco de España, empleando sólo militantes
comunistas de confianza y camuflando los camiones con los distintivos propios
de los transportes de explosivos:
"Hízose todo en medio del mayor
misterio y como si se tratara de un robo. Y eso fue: un inmenso robo hecho al
pueblo español. Yo no lo sabía o no lo comprendía entonces: ahora que lo sé, el
recuerdo de mi involuntaria complicidad me llena de indignación contra mí mismo
y contra sus organizadores conscientes".
Han
pasado a la historia las palabras con las que Stalin celebró en un banquete la
llegada del tesoro español a Odesa: "Los españoles no verán su oro más de
lo que puedan verse sus propias orejas".
Pero el oro del Estado no iba a ser el único botín; el de los ciudadanos
también. En el otoño de 1936 el presidente Largo Caballero, Negrín y el
director general del Tesoro Méndez Aspe ordenaron a los particulares la entrega
al Banco de España del oro y las divisas que poseyeran. También se ordenó la confiscación de las cuentas
corrientes y la apertura de las cajas de seguridad. Los ahorros y recuerdos de millones de españoles,
adinerados y humildes, pasaron a manos de unos gobernantes que se apresuraron a
trasladarse a Valencia. Uno de los robados fue Alcalá-Zamora, recientemente
destituido de la presidencia y en viaje veraniego por las costas escandinavas.
Junto a la de sus ahorros, el expresidente sufrió la desaparición de sus
documentos, incluidos los diarios que escribió durante su etapa de gobierno y
que no serían recuperados hasta ochenta años después. En sus memorias acusaría
a los socialistas de haber prolongado la guerra "sin posibilidad de
vencer, mientras subsistió la de procurarse algún seguro de emigración a costa
de las reservas del Banco de España y del saqueo de éste".
Otro destacado robo fue el perpetrado en el Museo Arqueológico, de
donde, para escándalo de unos funcionarios que consiguieron salvar algunas
piezas enterrándolas en el jardín, agentes gubernamentales sacaron las valiosas
colecciones de monedas antiguas de oro y plata. En agosto de 1937 y marzo de
1938, con la derrota cada vez más cerca, se redondeó el saqueo, esta vez
incluyendo hasta los montes de piedad. Una vez más, la excusa fue su
protección:
"Con el fin de salvaguardar los
intereses de los titulares de cajas y depósitos de toda la banca acreditada en
territorio leal al Gobierno de la República, procede que unos y otros pasen
inmediatamente al Estado para que el ministro de Economía adopte las
precauciones indispensables que garanticen en todo momento la integridad del
contenido de dichas cajas y depósitos".
Por supuesto, no se olvidaron de las
iglesias, monasterios y catedrales, lugares donde se acumulaban joyas y obras de
arte de incalculable valor. Por ejemplo, el 4 de septiembre del 36, pocos días
antes de la entrada de los soldados de Franco en Toledo, el presidente del Tribunal de
Cuentas, Emilio Palomo, por orden del presidente del Gobierno, procedió,
junto a representantes de los partidos comunista y socialista, a la confiscación
del tesoro de la catedral: decenas de joyas litúrgicas y obras de arte, entre
ellas el famoso manto de las cincuenta mil perlas, una escultura de Pedro de
Mena y un cuadro de Benvenuto Cellini. Y lo mismo sucedió en los más
importantes templos de toda España, porque de los miles restantes, repartidos
por todo el país, se ocuparon las masas incontroladas que, tras su saqueo,
procedieron a su destrucción e incendio.
Capítulo aparte fue el vaciamiento del museo del
Prado, también con la excusa de su protección, mito
cuyo éxito propagandístico ha llegado hasta nuestros días. Sin embargo, los
escasos daños sufridos por los bombardeos de la aviación nacional, el hecho de
que la evacuación de los cuadros comenzara semanas antes de que se produjeran
los primeros bombardeos, los grandes riesgos a los que se expuso a los cuadros
en su traslado y numerosos testimonios de personas involucradas indican la
intención gubernamental de venderlos en el extranjero, lo que no se consiguió
por la terminación de la guerra y porque la venta de piezas de fama mundial no
habría pasado desapercibida. Efectivamente, muchos de los cuadros del
Prado, enviados a Suiza, fueron expuestos en Ginebra de junio a
septiembre de 1939 y después devueltos a España.
Y ……………………..
Las ideologías son peor que el CANCER.
ResponderEliminarPeor que las pandemias, ( contagian de una generación a otra).
Cuánta basura están escondiendo, cuánto odio, cuántas mentiras, sólo hablan del tiempo de Franco, a mí no me engañais.
Todos hicieron cosas horribles, pero hay que hablar de todos.
No seáis tan mezquinos y cobardes.
Así es, no solo hay que maldecir a tu contrario, mira dentro de tus cajones que igual encuentras cosas peores.
EliminarUn Abrazo Amigo!
#Este virus lo paramos unidos:
ResponderEliminar“Españolito que vienes al mundo…”
Esta historia de los políticos forajidos de la II Republica Española es de sobra conocido por cuantos aman la historia y desean conocerla. Y no solo se contentaron con enriquecerse con los cargos que ostentaban, sino que, además, arrasaron con todas las riquezas, económicas y culturales, que España poseía.
Las opiniones de las personalidades que aparecen en este articulo fueron ciudadanos de aquella época, por lo que no se les puede achacar el sambenito de franquistas o fachas.
Para la mayoría de los españoles el periodo de la segunda república les trajo miseria económica y dolor agravada si cabe por la contienda de la Guerra Civil Española. Mientras para algún dirigente izquierdista el expolio a la nación le supuso vivir cómodamente el resto de sus días
Ahora vivimos tiempos revueltos en el ciertos ‘nostálgicos de la II República Española desearían volver a recuperar aquel lejano ‘paraíso’ republicano.
Más de uno desearía, si pudiera, volver el país a los años 1939-40 y borrar de la historia colectiva de los españoles todo el tiempo transcurrido hasta nuestros días.
Desde luego nos toca vivir un tiempo convulsivo para los españoles; entre la pandemia del Covid-19, la crisis económica, y la ineficacia del gobierno socialista – podemita que nos mal-gobierna. Un tiempo en el que los versos de Antonio Machado cobran más fuerza que nunca.
“Ya hay un español que quiere
vivir y a vivir empieza,
entre una España que muere
y otra España que bosteza.
Españolito que vienes
al mundo te guarde Dios.
una de las dos Españas
ha de helarte el corazón.”
Saludos:
Bonito y a la vez triste.
ResponderEliminarDespues de lo que tu has escrito, lo único que nos atrae es pena y tristeza por los tiempos que vivimos.
Abrazos Amigo!