Carles Puigdemont quiere ser investido presidente de la Generalitat en Bruselas con todos los honores y con la presencia de los diputados del bloque independentista, ya que se niega a comparecer en el Parlamento catalán para leer su discurso de investidura por miedo a ser detenido. Hay orden de detención contra él, y está siendo investigado por el Tribunal Supremo por delitos de rebelión, SEDICION, malversación de fondos públicos y desobediencia. No se trataría, como se ha especulado hasta ahora, de una investidura puramente simbólica, sino real.
Tan real que, entre las propuestas de JXCatalunya a Esquerra a lo largo de lo que están siendo unas conversaciones interminables, mientras todo sigue bloqueado, está el que los 70 diputados de la lista del expresidente, de ERC, y de la CUP (Candidatura de Unidad Popular), se trasladen a Bruselas o a Gante para, una vez allí, celebrar la investidura en un lugar representativo, en una ciudad que alcanzó su máximo esplendor con Carlos V de España y Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico.
Se ignora casi todo de este nuevo plan-sorpresa de Puigdemont, especialmente si además de esa investidura surrealista, la ceremonia va a ir acompañada de algún acto de Acción de Gracias, o de Tedeum en la actual Catedral de San Bavón, en la que el 7 de marzo de 1550 tuvo lugar el bautizo de Carlos V, un rey maldito para los belgas. Especialmente tras la revuelta de Gante por los gastos exagerados del Emperador en guerras que a los locales les resultaban completamente indiferentes. El Emperador no sólo mandó ejecutar a los máximos responsables o hacer desfilar de manera humillante a más de trescientos ganteses con cuerdas al cuello, como si fuesen ahorcados, hasta la puerta de su palacio, sino que suspendió varias leyes centenarias, acribilló a impuestos a la ciudadanía y tocó su símbolo histórico-religioso, la Abadía de San Bavón, convertida en cuartel general de los españoles en Flandes.
Allí es ahora donde el nuevo Emperador catalán de la República catalana en el exilio, quiere que se le brinde vasallaje entre la inquietud de los belgas, cada vez más preocupados por el uso que está haciendo de la hospitalidad de sus socios valones (ver republica.com “Ofensiva anti Puigdemont mientras la prensa belga le acusa de abuso de la hospitalidad“), y por el peligro en el que se encuentran las relaciones diplomáticas entre los dos países (ver republica.com “Bélgica preocupada por el deterioro de las relaciones Madrid -Bruselas“). De todas formas, ésta es una ocurrencia más para seguir haciendo el ridículo, algo que Puigdemont ha contagiado a su bloque de leales, al presidente del Parlament Gerard Torrent, al vicepresidente, y al resto de los partidos independentistas.
Es lo que hoy se debate en Cataluña tras la decisión del Presidente del Parlament de dirigirse al Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo, pidiendo amparo para Puigdemont, pensando que el Alto Tribunal se va a pronunciar levantando la prohibición que pesa sobre el expresidente para ser investido, en lo que es una petición de medidas cautelares que suelen resolverse en el plazo máximo de 48 horas. En una falta absoluta de coordinación, espejo de cómo está derivando la crisis catalana, el Presidente del Parlament, de Esquerra, que ni siquiera lo había consultado con Puigdemont, culpa al vicepresidente de la Cámara Josep Costa que lo niega y que sostiene que la vía Estrasburgo solo conduce al fracaso.
Costa ha declarado que la demanda de medidas cautelares de Torrent al Tribunal de Estrasburgo no tiene “garantías de éxito” y ha pedido no hacer el “ridículo”, cuando el ridículo ha sido inoculado por el propio Puigdemont al resto del independentismo… sin que todavía se hayan dado cuenta.
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