"La Diva del
Gimnasio"
El Gimnasio
Olimpia, con su caos habitual, estaba a punto de ser sacudido por una nueva
fuerza de la naturaleza. Esa mañana, las puertas se abrieron con un estruendo
teatral, y todos los presentes levantaron la cabeza al unísono. Allí estaba Charo, la recién jubilada, de
pie como si estuviera a punto de dar un discurso en la ONU.
Con un
conjunto deportivo de colores brillantes, gafas de sol oversized y una melena
perfectamente peinada, Charo parecía más preparada para una pasarela que para
levantar pesas. "¡Buenos días, mortales! ¿Dónde están las máquinas que
moldean cuerpos y destruyen egos?" exclamó, dejando a todos boquiabiertos.
Don Hilario,
que estaba ajustando el peso de una máquina, se giró con una sonrisa entre
divertida y resignada. "Bienvenida, Charo. Aquí trabajamos músculos, no
dramas. Pero parece que tú traes ambos de serie".
Charo le
dedicó una mirada que podría haber derretido una pesa de 10 kilos.
"Cariño, yo no hago drama. Yo soy el drama".
Mientras
tanto, los Lenguaraces, siempre atentos a las novedades, se miraron con
complicidad. "Esta viene a revolucionar el gallinero", susurró
Amparito, mientras que Paco, el líder no oficial del grupo, añadió: "O la
amamos o nos hartamos de ella en dos días".
Charo
comenzó su recorrido por el gimnasio, inspeccionando las máquinas con un aire
crítico, como si estuviera evaluando bienes raíces. Se acercó a los
Supermachacas, que jadeaban intentando levantar una barra cargada. "¡Vaya,
chicos! Si os esforzáis un poco más, a lo mejor logramos desatascar el baño",
comentó con una sonrisa inocente que no ocultaba la puñalada verbal.
Los
Supermachacas, que nunca aceptaban críticas, la ignoraron… o al menos lo
intentaron, porque en menos de un minuto, Charo estaba corrigiendo su postura.
"Así no se levantan pesas, queridos. Eso es una hernia en potencia. Mira y
aprende", dijo, mientras intentaba levantar una mancuerna ligera con tanto
dramatismo que parecía un levantamiento olímpico.
Pero su
verdadero impacto llegó cuando se topó con Marta y Laura, las chicas jóvenes
que corrían en la cinta de forma estratégica. "Ah, vosotras debéis de ser
las influencers. Perfectas para decorar el gimnasio, pero ¿sabéis siquiera lo
que significa sudar?" Marta, visiblemente indignada, replicó:
"Nosotras hacemos ejercicio de verdad". A lo que Charo respondió,
riendo: "Cariño, mover las pestañas no cuenta".
A pesar de
su actitud polarizadora, Charo tenía un don para hacerse notar y, aunque muchos
ya sentían que era demasiado, nadie podía negar que había traído una nueva
chispa al Gimnasio Olimpia. Al final de su primera sesión, mientras se despedía
con un "Nos vemos, mediocres", Don Hilario no pudo evitar sonreír.
"Esta mujer es un terremoto", murmuró, antes de dirigirse a su
oficina.
Y así, el
gimnasio no volvió a ser el mismo. Porque Charo no era simplemente una
participante; era una experiencia.
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