viernes, 29 de noviembre de 2024

Capítulo Final - " Operación Fitness"

 


"La Gran Final del Olimpia"

El sol se colaba por las ventanas del Gimnasio Olimpia, iluminando a los habituales que no podían esperar a ver el nuevo episodio de la saga entre Charo y Fabio. Desde la aventura del fitball, ambos se habían convertido en los divos del gimnasio, y su competencia amistosa era la comidilla del día.

Hoy, sin embargo, era diferente. Fabio había propuesto un reto definitivo: "¡Una coreografía de fitness sincronizada!"

“¿Coreografía? ¿Me estás retando a mí, que fui reina del baile en los 70?”, dijo Charo, con una mezcla de incredulidad y emoción. Se colocó su cinta de pelo brillante y ajustó sus calentadores de colores.

La noticia corrió como la pólvora, y para la tarde, el gimnasio estaba abarrotado. Los Lenguaraces habían reservado las mejores posiciones para comentar cada movimiento. Marta y Laura, las jóvenes más interesadas en ligar que en sudar, se habían ofrecido para grabar el evento en sus móviles. Incluso Don Hilario había traído una bocina de aire comprimido, que nadie entendía por qué tenía, pero daba ambiente.

Con un altavoz portátil en el centro del gimnasio, Fabio conectó su móvil y seleccionó una playlist explosiva: una mezcla de música disco, pop y hasta un toque de flamenco, porque, según él, “un espectáculo necesita pasión”.

Cuando la música empezó, Charo y Fabio tomaron posiciones. Fabio, con su elegancia habitual, hizo un saludo dramático, mientras Charo respondía con un giro digno de Broadway. La coreografía comenzó con estiramientos sincronizados, pero pronto escaló a algo mucho más caótico.

Fabio introdujo saltos acrobáticos, y Charo, no dispuesta a quedarse atrás, improvisó unos pasos que parecían mitad flamenco, mitad aeróbic de los 80. La sala estallaba en aplausos y risas mientras ambos intentaban superarse el uno al otro.

Pero el momento cumbre llegó cuando Fabio decidió incluir el aro de pilates. Lo lanzó al aire, lo atrapó con el pie, y luego intentó usarlo como un hula hoop. Charo, sin perder el ritmo, agarró dos mancuernas pequeñas y las usó como castañuelas, mientras daba vueltas alrededor de Fabio, como si fuera una torera enfrentándose al toro más elegante de Pamplona.

La sala entera estaba de pie, aplaudiendo y vitoreando. Incluso Don Hilario no pudo resistirse y pulsó su bocina, que resonó por todo el gimnasio.

Cuando la música terminó con un crescendo espectacular, Fabio cayó al suelo en una pose dramática, mientras Charo, jadeando, alzó las manos al cielo, como si hubiera conquistado el Monte Olimpo.

“¡Empate técnico!”, declaró Don Hilario, intentando mantener la paz. Pero en realidad, todos sabían que ambos habían ganado. No por la coreografía, sino porque habían logrado lo imposible: transformar un gimnasio común en un escenario de risas, amistad y momentos inolvidables.

Mientras los aplausos aún resonaban, Charo se acercó a Fabio y le dio una palmada en el hombro. “Fabio, querido, no sé tú, pero yo necesito un buen vermut después de esto.”

“Solo si tú invitas, bella Charo”, respondió él, guiñándole un ojo.

Y así, los dos divos, ahora aliados, salieron juntos del gimnasio, dejando tras de sí una estela de risas y la promesa de que, en el Olimpia, siempre habría espectáculo.


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