"La Entrada Triunfal de Fabio"
El Gimnasio Olimpia estaba en plena actividad cuando las puertas
se abrieron de nuevo con un golpe contundente, como si se tratara de un anuncio
de película. Allí, enmarcado por la luz del sol, apareció Fabio,
un hombre alto, bronceado y con una sonrisa que parecía diseñada para
comerciales de dentífrico. Llevaba una camiseta ajustada que dejaba poco a la
imaginación y unos pantalones de gimnasio con tantos bolsillos que podría haber
llevado un set de herramientas completo.
Charo, que estaba en mitad de una conversación sobre la
importancia de la hidratación (con una botella de agua de cristal que parecía
más decorativa que práctica), se detuvo en seco. "¿Y este quién se cree
que es, el galán de la telenovela?" murmuró, mientras ajustaba su coleta
con un movimiento digno de una diva.
Fabio avanzó con confianza hacia el centro del gimnasio. Don
Hilario, siempre el primero en dar la bienvenida, se acercó con una sonrisa.
"¿Qué tal, Fabio? Bienvenido al Olimpia. ¿Primera vez en un
gimnasio?"
"Para nada", respondió Fabio, con un acento italiano
que hizo que las cabezas de Marta y Laura giraran como si estuvieran en una
película a cámara lenta. "He estado en gimnasios de todo el mundo. Pero
aquí vengo por la auténtica experiencia local", añadió, mirando a su
alrededor con una expresión que mezclaba curiosidad y superioridad.
Mientras tanto, los Lenguaraces estaban en plena evaluación del
recién llegado. "Mucho músculo, poca chicha", comentó Amparito,
mientras Paco añadía: "Este viene a darnos clase de cómo se hace todo, ya
verás".
Pero fue Charo quien no tardó en asumir el papel de anfitriona
autoproclamada. Se acercó a Fabio con su mejor sonrisa y un brillo competitivo
en los ojos. "Fabio, ¿verdad? Yo soy Charo, la reina de este gimnasio.
Aquí todos me siguen a mí", dijo con un tono entre broma y advertencia.
Fabio no se dejó intimidar. "Encantado, Charo. Será
interesante ver quién lidera realmente", respondió, con un guiño que hizo
que un par de pesas cayeran al suelo de puro impacto dramático.
La tensión entre ambos era palpable, pero en lugar de estallar,
tomó un giro inesperado. Fabio decidió empezar su rutina con una clase
improvisada de estiramientos, mientras Charo lo observaba desde una máquina de
remo. Cuando Fabio hizo un split perfectamente ejecutado, Charo se levantó y
exclamó: "¡Eso no es nada! Yo hacía yoga cuando todavía no era moda".
En cuestión de minutos, el gimnasio entero estaba dividido en
dos bandos: los
fans de Fabio y los
leales a Charo. Los Lenguaraces hacían apuestas sobre quién
ganaría en una competencia de flexiones, mientras Don Hilario, divertido pero
resignado, observaba desde su oficina.
Al final de la sesión, Fabio y Charo se cruzaron nuevamente.
"Tienes estilo, Fabio, pero todavía te falta ritmo", comentó Charo,
con una sonrisa desafiante. "Tú también tienes estilo, Charo, pero yo
tengo... resultados", replicó él, guiñándole un ojo antes de salir del
gimnasio.
El Gimnasio Olimpia nunca había sido un lugar de competencia…
hasta ahora. Y los próximos días prometían estar llenos de desafíos y más
drama.
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