"El Desafío del Fitball"
El Gimnasio Olimpia estaba más animado que nunca. Desde que
Charo y Fabio habían convertido cada sesión en un espectáculo, la asistencia
había subido notablemente. Pero nadie esperaba lo que estaba por ocurrir.
Todo comenzó cuando Fabio, en su afán por mostrar sus
habilidades, sacó de la esquina una enorme pelota de ejercicios, el famoso fitball,
y la colocó en el centro de la sala. "Esto es perfecto para el equilibrio
y la fuerza. ¿Quién se atreve a intentarlo?", preguntó, con esa sonrisa
deslumbrante que ya había conquistado a medio gimnasio.
Antes de que nadie respondiera, Charo dio un paso al frente.
"¿Equilibrio y fuerza? Fabio, cariño, yo llevo toda mi vida equilibrando
un trabajo, dos hijos y una suegra. ¡Esto será pan comido!"
La sala se llenó de murmullos. Los Lenguaraces dejaron las pesas
para presenciar el evento, Marta y Laura detuvieron sus cintas de correr, y Don
Hilario salió de su oficina con una taza de café en mano.
Fabio, con movimientos ágiles, subió al fitball y empezó a hacer
sentadillas mientras mantenía el equilibrio. "¿Ves? Es fácil", dijo,
haciendo que todo pareciera ridículamente sencillo.
Charo lo observó con los brazos cruzados. "¡Eso no es
nada!" Y con un gesto dramático, se quitó las gafas de sol, dejó su
botella de agua de cristal en el suelo y subió al fitball.
El primer intento fue un desastre: la pelota salió disparada
hacia un lado, llevándose por delante la colchoneta de Amparito. "¡Esto
estaba planeado!", dijo Charo, levantándose con elegancia y volviendo a
intentarlo.
El segundo intento fue más exitoso. Logró mantenerse de pie,
aunque tambaleándose como un funambulista en plena tormenta. Fabio, divertido,
añadió un nuevo desafío. "¿Y si intentas lanzar esta pesa pequeña mientras
te equilibras?"
Charo, decidida a no dejarse intimidar, aceptó. Con un
movimiento calculado, lanzó la pesa… pero en lugar de volver a sus manos, la
pesa tomó una trayectoria inesperada y golpeó suavemente el interruptor del
ventilador de techo.
El ventilador, que llevaba meses sin funcionar, empezó a girar
como loco. Las corrientes de aire hicieron que las cintas de correr aceleraran,
y Marta y Laura saltaron como si hubieran visto un fantasma. La pelota de
Charo, ahora incontrolable, rebotó hacia Fabio, quien perdió el equilibrio y
cayó al suelo en cámara lenta, como en una película cómica.
Don Hilario, intentando controlar la situación, gritó:
"¡Apagad el ventilador!" Pero nadie sabía cómo hacerlo. Mientras
tanto, los Lenguaraces no podían parar de reír. "¡Esto es mejor que un
capítulo de televisión!", decía Paco entre carcajadas.
Finalmente, Charo, que todavía estaba de pie en el fitball,
levantó las manos triunfante. "¡Soy una leyenda!", exclamó justo
antes de que la pelota se deslizara y terminara sentada en el suelo con un
estruendoso "¡plop!".
Cuando el caos finalmente se calmó, Fabio se acercó a Charo,
todavía riendo. "Eres increíble, Charo. ¡Pero la próxima vez, déjame el
ventilador fuera de esto!"
El Gimnasio Olimpia había vivido otro día memorable, y todos
sabían que, con Charo y Fabio en la sala, nunca faltaría el espectáculo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Por favor, todo comentario o escrito CONSTRUCTIVO, espero entre todos no avergonzarnos de ponernos al nivel de los que no queremos.
Gracias