domingo, 14 de noviembre de 2021

Reciclando

 

Hubo un tiempo (no mucho) en que era rutina en los hogares devolver los cascos vacíos de las bebidas cuando comprabas otros llenos; la leche la dejaban en la puerta en botellas inmaculadas, y llegados los fríos dormías con un pijama de franela y te ponías camiseta imperio con jersey para estar en casa; cuando llegaba el verano, te quitabas el jersey. La gente llevaba un pañuelo de algodón en el bolsillo y con las sobras de la comida se hacían croquetas (en aquellos tiempos no había comida encartuchada). 

Los electrodomésticos no estaban afectados por la obsolescencia del mercado y duraban todo el tiempo que el manitas de plata de turno —hoy casi extinguido— podía reanimarlo. Los coches valían para ser antiguos y eran herencias de padres a hijos.

Debajo de mi casa en Madrid había un chamarilero que te compraba los cascos desemparejados y el pan duro para revenderlos a su vez a la Casa de Fieras del Retiro (bonito nombre). A los niños se les compraba la ropa crecedera para que durara un par de temporadas y si había hermanos la heredaran.

No había contenedores con instrucciones para seguir el algoritmo de los tipos de basura y un cubo tardaba días en llenarse.

Los libros, las novelas, las revistas, los cómics y los cromos se cambiaban, no se tiraban.

Un buen día sin precisar del siglo XX, rendimos esas rutinas a los modernos avances para nuestra comodidad. Las cosas comenzaron a ser de usar y tirar, a no arreglarse los aparatos, no hacer croquetas, a sonarse con clínex y a llevar una botellita de agua pegada como anillo al dedo. En invierno empezamos a ir en camiseta por la casa a 24 grados y en verano nos resfriamos a 17 de aire acondicionado. Los coches duran pocas temporadas y lo demás, menos aún. Todo fue un buen negocio encaminado a resolver el anhelo de nuestra comodidad y confort.

Con el tiempo, las soluciones ensayadas para ese problema inexistente se convirtieron en un problema más grande que el que las generó: la comodidad se transformó en basura y empezamos a ahogarnos.

Triunfa lo verde proponiendo soluciones, comisiones, chiringuitos y cumbres para resolver un problema cuya solución empieza, simplemente, por volver a hacer lo que hicimos toda la vida antes de construir esta civilización de un solo uso.

Lejos de reflexionar, volvemos al más de lo mismo y a vivir de temporada donde, cada poco tiempo, desechamos cientos de aparatos electrónicos, baterías de automóviles eléctricos, papillas de plásticos que no queremos saber dónde van a ir a parar. No augura un futuro verde sino negro metalizado.

Tontos confortables hasta almorzar y después todo el día.

Nucleares sí, por favor. Tontos o caldeiro.


2 comentarios:

  1. Aquel tiempo en el que se reciclaba tantas cosas, ya sea por costumbre ya por necesidad, el caso es que en la mayoría de hogares se seguía con esta costumbre – hoy tan proclamada – en favor del ecologismo y la salud del planeta.

    Además de cuanto se dice en el comentario del encabezado, que es verdad, sobre como era el ecologismo de nuestros mayores. Cabe decir que aquello además de reciclaje constituía también cierto intercambio económico o si se quiere social.

    En los pueblos en la mayoría de casas se criaba gallinas, conejos y otros animales de consumo; en mi infancia recuerdo que cuando se sacrificaba un conejo, la piel no terminaba en la basura, sino que se reservaba esperando el paso del ‘pelero’ el cual a voz en grito recorría las calles preguntando qué vecino tenía en casa pieles de conejo.

    Las amas de casa con este señor establecían un pequeño intercambio económico; las pieles eran intercambiadas por una cantidad de agujas de las usadas para coser

    Otro caso de reciclaje eran las telas, trapos y ropas en desuso, el trapero, paseaba por las calles vociferando su recogida a cambio de otro pequeño intercambio económico, en este caso por unos platos de mesa.

    Y así muchas cosas no se desperdiciaban tontamente pues podían tener una segunda oportunidad para su uso. Hoy se aboga mucho por el ecologismo y por la naturaleza pero son tantos los productos que se usan por una sola vez y se desechan, que, pese a la labor de las autoridades en favor del reciclaje y el uso de los contenedores para tal fin, nuestro planeta cada vez se nos presenta más contaminado y doliente.

    A toda la humanidad le corresponde la labor de poner de su parte todo cuanto pueda ayudar en favor del salvar el planeta; no olvidemos que no somos los dueños de este mundo en la que estamos de paso y tenemos que trasmitirlo a las generaciones futuras, si puede ser, en mejores condiciones medio ambientales de las que tenemos hoy día


    Saludos:

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Por favor, todo comentario o escrito CONSTRUCTIVO, espero entre todos no avergonzarnos de ponernos al nivel de los que no queremos.
Gracias