Hubo un tiempo (no mucho) en que era rutina en los hogares
devolver los cascos vacíos de las bebidas cuando comprabas otros llenos; la
leche la dejaban en la puerta en botellas inmaculadas, y llegados los fríos
dormías con un pijama de franela y te ponías camiseta imperio con jersey para
estar en casa; cuando llegaba el verano, te quitabas el jersey. La gente
llevaba un pañuelo de algodón en el bolsillo y con las sobras de la comida se
hacían croquetas (en aquellos tiempos no había comida encartuchada).
Los electrodomésticos no estaban afectados por la obsolescencia
del mercado y duraban todo el tiempo que el manitas de plata de turno —hoy casi
extinguido— podía reanimarlo. Los coches valían para ser antiguos y eran herencias de
padres a hijos.
Debajo de mi casa en Madrid había un chamarilero que te compraba
los cascos desemparejados y el pan duro para revenderlos a su vez a la Casa de
Fieras del Retiro (bonito nombre). A los niños se les compraba la ropa
crecedera para que durara un par de temporadas y si había hermanos la
heredaran.
No había contenedores con instrucciones para seguir el algoritmo
de los tipos de basura y un cubo tardaba días en llenarse.
Los libros, las novelas, las revistas, los cómics y
los cromos se cambiaban, no se tiraban.
Un
buen día sin precisar del siglo XX, rendimos esas rutinas a los modernos avances para
nuestra comodidad. Las cosas comenzaron a ser de usar y tirar, a no arreglarse
los aparatos, no hacer croquetas, a sonarse con clínex y a llevar una botellita
de agua pegada como anillo al dedo. En invierno empezamos a ir en camiseta por
la casa a 24 grados y en verano nos resfriamos a 17 de aire acondicionado. Los
coches duran pocas temporadas y lo demás, menos aún. Todo fue un buen negocio
encaminado a resolver el anhelo de nuestra comodidad y confort.
Con el tiempo, las soluciones ensayadas para ese problema
inexistente se convirtieron en un problema más grande que el que las generó: la
comodidad se transformó en basura y empezamos a ahogarnos.
Triunfa lo verde proponiendo soluciones, comisiones, chiringuitos
y cumbres para resolver un problema cuya solución empieza, simplemente, por
volver a hacer lo que hicimos toda la vida antes de construir esta civilización
de un solo uso.
Lejos de reflexionar, volvemos al más de lo mismo y a vivir de
temporada donde, cada poco tiempo, desechamos cientos de aparatos electrónicos,
baterías de automóviles eléctricos, papillas de plásticos que no queremos saber
dónde van a ir a parar. No augura un futuro verde sino negro metalizado.
Tontos confortables hasta almorzar y después todo el día.
Nucleares sí, por favor. Tontos o caldeiro.
Aquel tiempo en el que se reciclaba tantas cosas, ya sea por costumbre ya por necesidad, el caso es que en la mayoría de hogares se seguía con esta costumbre – hoy tan proclamada – en favor del ecologismo y la salud del planeta.
ResponderEliminarAdemás de cuanto se dice en el comentario del encabezado, que es verdad, sobre como era el ecologismo de nuestros mayores. Cabe decir que aquello además de reciclaje constituía también cierto intercambio económico o si se quiere social.
En los pueblos en la mayoría de casas se criaba gallinas, conejos y otros animales de consumo; en mi infancia recuerdo que cuando se sacrificaba un conejo, la piel no terminaba en la basura, sino que se reservaba esperando el paso del ‘pelero’ el cual a voz en grito recorría las calles preguntando qué vecino tenía en casa pieles de conejo.
Las amas de casa con este señor establecían un pequeño intercambio económico; las pieles eran intercambiadas por una cantidad de agujas de las usadas para coser
Otro caso de reciclaje eran las telas, trapos y ropas en desuso, el trapero, paseaba por las calles vociferando su recogida a cambio de otro pequeño intercambio económico, en este caso por unos platos de mesa.
Y así muchas cosas no se desperdiciaban tontamente pues podían tener una segunda oportunidad para su uso. Hoy se aboga mucho por el ecologismo y por la naturaleza pero son tantos los productos que se usan por una sola vez y se desechan, que, pese a la labor de las autoridades en favor del reciclaje y el uso de los contenedores para tal fin, nuestro planeta cada vez se nos presenta más contaminado y doliente.
A toda la humanidad le corresponde la labor de poner de su parte todo cuanto pueda ayudar en favor del salvar el planeta; no olvidemos que no somos los dueños de este mundo en la que estamos de paso y tenemos que trasmitirlo a las generaciones futuras, si puede ser, en mejores condiciones medio ambientales de las que tenemos hoy día
Saludos:
Lucharemos por ello, Amigo!!!
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