Gambito de dama: una crónica
de la riada en Burlada
Tengo muchos recursos a mi alrededor. Soy hijo del ahora tan
discutido concepto de la clase media. Recursos propios, familia, amigos. Así
que cuando la madrugada del 10 de diciembre abandoné
mi casa con mis hijos en brazos, aún con el pijama, con el agua casi hasta la
cintura no tenía derecho a sentirme como un refugiado. Y sin embargo lo hice.
Acojona. De verdad que lo hace. De noche, sin luz,
en medio de un silencio extraño, tan solo interrumpido por una alarma que no
callaba. El río se adueña de tu seguridad. Y pasó de repente. Eso es lo peor de
todo. Ya. Corre. No cojas nada. Vámonos ya.
Abandono. Fue la palabra más
escuchada. Días después, en la reunión con el Equipo de
gobierno del Ayuntamiento salió
una y otra vez. ¿Dónde estaba todo el mundo? ¿Por qué nadie se acercó a
nuestras casas mientras seguía habiendo familias atrapadas? Y ya habían pasado
dos días. "Yo no soy la responsable política". "Creía que
conocía el río". Palabras textuales de nuestra alcaldesa.
Recuerdo algunas caras. Recién levantadas tras los golpes de
los vecinos en las puertas. Incrédulas, con los ojos bien abiertos, como
tratando de procesar aquello que les estaba ocurriendo. Levantarse de la cama
poniendo el pie en el agua que cubre ya tu casa. Literal. Recuerdo la
oscuridad, el agua helada de la montaña empapando la única ropa que tendría
para esos días. Recuerdo las promesas, las mentiras, las arquetas. Las arquetas
se tragan a la gente. Eso he oído.
Las cifras. Vivimos
un momento gobernado por las cifras: casos diarios, positividad, incidencia
acumulada, etcétera. Y ahora metros cúbicos. Ultzama, Arga y Eugi. La Santísima
Trinidad (con permiso de la CHE). Seguros, inventarios y el consorcio (el de
seguros, no el otro). Las cifras muestran los dramas, a la par que los
deshumanizan.
El cemento. Esa es otra. ¿Aguantará nuestro edificio? Nadie
lo sabe. Nadie ha venido a verlo. Decenas de
coches flotando jugando
a un macabro pinball con los pilares de nuestro edificio. El
cemento. ¿De qué está hecha la jeta de algunos políticos?
Un gambito, en ajedrez, es el ofrecimiento de material a
cambio de ventaja en el desarrollo del juego. Un sacrificio para ganar
posición. Pocos días después de la nefasta gestión por parte de la Alcaldía
dimitió el jefe de la Policía Municipal. Aquí paz y después gloria. Hemos
aceptado el gambito de la dama. No le va a pasar factura. "No soy la
responsable política". Te lo juro que me hago una camiseta con esa frase.
Y el olor. El olor de
una riada yo creo que no se va nunca. No sé. Igual cuando llegue el verano la humedad se va secando,
los vecinos desalojados van volviendo de sus improvisados y precarios refugios.
Quiero volver a ver a Ane. Y a su sonrisa. Que esto no la apague. Nadie debería
perderla. Menos una niña.
Y el barro. Otro que no se va. Y no digo el del río, que ese
molesta menos. Digo el de la política municipal. El del Pleno. El que mantiene
una alcaldía que no se responsabiliza de nada, con solo cinco de diecisiete
concejales. Un vecino dijo que le recordaba a Jesús Gil. Joder, lo ha clavado.
Ya lo sabéis. La culpa fue del cha-cha-chá.
¡Hasta la próxima riada! Y tal y tal...
*El autor es vecino afectado por la riada en Burlada
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