A ti te molesta mucho que suenen coplas en su
taxi, que intente pegar la hebra para hablar de fútbol, de política, del
tráfico, o que dé sospechosas vueltas por calles que no te suenan de nada.
Quizá, también, que tenga los asientos cubiertos con bolitas que se te clavan
en la espalda, que en el vehículo huela de manera asfixiante a ambientador de
pino o que del espejo retrovisor central cuelguen muñequitos que tintinean al
chocar entre si. Pero resulta que a él también le molestan cosas
que haces tú. Miguel, diez años al volante de uno de los 70.223
taxis que circulan por España, nos señala las seis cosas que más detesta de
sus clientes.
Aprovechando
la huelga en Barcelona y Madrid (la ciudad española donde más
circulan, 15.733) para protestar contra lo que el gremio entiende como competencia
desleal de las plataformas que ofrecen alquiler de coches con conductor, hemos
querido que un taxista se desahogara y expulsase sus demonios.
Lo primero
que menciona Miguel parece muy obvio, pero en un habitáculo pequeño tiene su
importancia: "Lo que más me desagrada y no es nada raro es la falta de
higiene de algunos clientes, que huelan de manera desagradable por no ducharse,
a sudor por no ponerse desodorante, todas esas cosas de limpieza. Vamos, que
sean unos guarros asquerosos". Miguel trabaja para una compañía de seguros
y en ocasiones tiene que hacer trayectos muy largos, "a Huelva o a
Francia, depende de quién se haya quedado tirado en la carretera y de dónde
sea...", así que las carreras pueden ser de varias horas. Tema olores,
pues, importante. Es lo primero, pero la lista de lamentos no ha hecho más que
comenzar.
Lo segundo
que saca de quicio a Miguel y a "todos" sus compañeros sin excepción
es "EL PORTAZO", así, con mayúculas. Porque "EL
PORTAZO" no es un portazo cualquiera, sino la madre de todos los portazos.
Se produce con el coche aparcado en plano: "Algunos
clientes cierran con tal fuerza que casi vuelcan el coche contigo dentro. Te
pueden joder la puerta y encima te pegan un susto de narices si estabas
contando monedas o distraido". Y concluye sus amargas reflexiones Miguel:
"Dan ganas, literalmente, de matarlos... pero como ya están fuera..."
La encerrona de la maleta
La
tercera cuestión que desespera a Miguel y a los de su gremio es lo que
ellos llaman el cliente del "ya que". Estos clientes
son aquellos que han pactado una ruta en la que no se pone a funcionar el
taxímetro. Por ejemplo, a Toledo. Pero durante el trayecto "ya que
estamos aquí, pare un momento que voy a comprar algo de cenar en el
Eroski" o "ya que pasamos justo por delante, páreme
un segundo a saludar a mi tía". Y así. "Por supuesto, después no
quieren revisar la tarifa aunque hayas estado una hora esperando enfrente del
portal de su familiar como un pasmarote".
En
cuarto lugar, le desagrada mucho, a él y a casi todos los de su
oficio, que la gente no entienda que el coche es su herramienta de trabajo y
que dependen de él y de que esté en buen estado: "Me cabrea muchísimo el
cliente que te pisotea tooodo el umbral inferior o zonas del interior del
habitáculo sin necesidad por no levantar los pies para entrar al taxi, ¡joder,
no es tan difícil! ¡Después te tiras una hora frotando con líquidos especiales
para dejarlo limpio y ese tiempo no te lo paga nadie!".
Para la quinta
plaza, reserva a aquel cliente "que te llama y te dice con voz
muy suave: ¿te importa subirme la maleta? Tú, educadamente, le dices que por
supuesto... y cuando entras al portal y descubres que es un quinto sin ascensor
te dan ganas de matarlo". Por cierto, subraya Miguel, "el tipo
responsable de la encerrona es habitualmente joven y podría subirse él la
maleta perfectamente".
Y para el sexto y último lugar,
Miguel reserva el clásico entre los clásicos: "Un fulano te paga con 50
euros una carrera que cuesta cuatro". Todos te dirán que no les importa,
pero todos mentirán. Les importa y mucho. Más que nada porque al siguiente que
les pague de la misma manera no van a tener forma de darle las vueltas. Eso sí,
Miguel confiesa que muchas veces, cuando dicen que no tienen suelto ("no
somos el Banco de España"), mienten. Pero estos asuntos les molestan tanto
que es posible que si lo haces una vez y te reconocen, ya no te quieran volver
a coger nunca más. Advertido quedas.
Es bueno saberlo.
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