La sabia advertencia a Pablo Iglesias
y Pedro Sánchez de un anciano que perdió a sus padres en la Guerra Civil
Jaime está a punto de llegar a su primer
siglo de vida. Una existencia que no le ha sido fácil, ya que durante su
adolescencia perdió a sus padres. Fue al inicio de la Guerra Civil, cuando tantos pequeños tuvieron
que madurar de manera forzosa.
Su familia, obrera y apolítica, se ganaba el
pan en una pequeña fábrica de zapatos en una localidad muy próxima a Talavera
de la Reina. Jaime solía colaborar en el negocio familiar para aprender el
oficio. Pese a
que su sueño era poder estudiar la carrera de Boticario, la economía familiar
era precaria, ya que sus padres tenían que mantener también a
sus seis hermanos, todos ellos menores que él.
Sus vidas dieron un vuelco en el verano de
1936. Unas semanas antes, se había iniciado el alzamiento militar contra la
República. Sus padres se trasladaron a Toledo capital para comercializar sus
enseres en un establecimiento cercano al Alcázar, donde se hallaban los militares
sublevados. Jaime decidió acompañarles. La tensión era máxima en las angostas
calles del Casco Histórico. El orden se vio alterado cuando el bando republicano lanzó
una granada cerca del lugar. Jaime, por aquel entonces un
chaval de quince años, nunca pudo olvidar aquel estruendo que destrozó el local
y le privó de
sus padres para siempre.
Como consecuencia de aquello, un hermano de
su padre se hizo cargo de Jaime y especialmente de sus seis hermanos. Durante
años, Jaime compaginó sus labores en la fábrica con la labor en el campo junto
a su tío que, como recuerda nuestro protagonista, era firme defensor del comunismo,
y siempre que tenía ocasión hacía referencia a la mítica frase “la tierra para
quien la trabaja.”
La guerra azotó a la familia de nuevo, después de que
un tío materno muriera en la contienda en el bando sublevado. Tres años de
conflicto que dejó en su familia muerte, división, rencor, odio y penurias en
los primeros años de la posguerra, cuando se vio obligado a
cerrar la fábrica dada la miseria que reinaba en el entorno.
Jaime fue saliendo adelante gracias a que el trabajo
en el campo no cesaba, y años más tarde, ya en Talavera, se dedicó al mundo de
la construcción cuando España inició el periodo de transformación y
modernización a finales de los 50 y principio de la década de los 60. En
el boom de la migración española, muchos de sus hermanos se vieron obligados a
marcharse a Alemania y Francia. Por suerte, en aquellos años Jaime
encontró el amor, curiosamente hija de un padre que luchó en el bando
republicano y residentes de una localidad cercana a la suya.
La Transición cambió la mentalidad de
Jaime
Jaime nunca guardó rencor, aunque el amargo
recuerdo de aquellos años le marcaron de por vida. De hecho, cuando nuestro
país dio pasos en la Transición hasta
la Democracia, es cuando la palabra 'olvido' y 'perdón' comenzó a formar parte
de vocabulario de muchos ciudadanos, incluidos en el de Jaime. Siempre fue
partidario de lo segundo y menos de lo primero. Y es que nunca comprendió
aquella injusticia del destino que se cometieron con sus padres, como si
existiera una explicación posible. Jamás se resignó, si bien es cierto que,
durante un encuentro entre miembros de diferentes corrientes ideológicas
celebrada en Talavera, comprendió que el sufrimiento de aquel horror que fue la lucha entre
hermanos, fue común en muchos convecinos de ambos bandos. Aquello le removió.
Más de cuatro décadas después, Jaime ha ido
envejeciendo, y lo ha hecho quizá, y aunque suene paradójico, con una mayor
lucidez mental. Considera que olvidar no es bueno, no ya principalmente para el
lícito fin de mantener vivo el recuerdo de sus padres, sino para evitar volver
a caer en aquellos errores.
Crítica
a Pablo Iglesias y a Pedro Sánchez por remover el pasado
No obstante, se muestra apenado por que la
actual clase política remueva más de lo necesario aquella etapa oscura de la
historia de nuestro país. De hecho, observa con tristeza que los dirigentes actuales
estén optando más por la discordia y la división que por la fraternidad y la
unidad del pueblo.
Jaime teme que podamos volver a las andadas y
al enfrentamiento. Cree que se están dando todos los ingredientes para ello.
Matiza que la ciudadanía no es tan inculta como en el 36. En el ocaso de su existencia,
solo espera que los ciudadanos sean inteligentes y dejen a los muertos en paz,
que no remuevan el pasado y eviten el rencor del que solo podría salir
perjudicado el pueblo.
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