Hoy os traigo hasta aquí una carta que he leído de un vecino de Pamplona, digna de divulgarse.
No le he podido pedir permiso, porque es anónimo.
Creo que estamos llevando el Machismo y Feminismo a unos extremos peligrosos.
Leer:
"Me han llamado machista
mientras esperaba en un semáforo de Pamplona"
Tengo 47 años y esta tarde me
han llamado machista mientras esperaba ante un semáforo en
rojo parado en mi coche en una calle de Pamplona.
Aunque
he remitido este escrito con mi nombre completo y mi DNI, he pedido al director
del medio que, si lo considera, no haga pública mi identidad.
No quiero problemas ni polémicas, sólo dejar constancia de cómo, sin comerlo ni
beberlo, algunas personas nos hemos convertido en seres
perversos para determinados movimientos.
Estoy
casado, tengo dos hijas y un hijo. Dirijo un pequeño departamento de una
empresa relativamente grande y mis dos superioras son mujeres,
ambas expertas en su materia y bellas personas, con las que tengo gran amistad
y nos vemos con sus familias muchos días festivos.
Yo también nombré a otras
dos mujeres en los puestos que dependían de mí, pero no lo hice
por ser mujeres, sino porque eran las trabajadoras más cualificadas del
departamento y capaces para los puestos. Acerté de pleno y
hemos trabajado como nunca en los últimos años.
En
mi casa mi mujer y yo nos repartidos con eficiencia todos
los trabajos que una familia de cinco miembros necesita, sobre todo con dos
hijas casi adolescentes. Entre todos conseguimos que la casa sea un espacio de
orden y de convivencia. Unos hacen las camas, otros recogemos platos, ordenamos
y limpiamos aquello que vamos encontrando por cualquier espacio. Mi mujer ama
la moda y la ropa y siempre se ha encargado de que todo luzca bien en los
armarios. Yo soy bastante manitas, tanto en la cocina como con luces,
estanterías y averías varias. Tampoco me cuesta planchar o poner lavadoras. Nos
complementamos muy bien. A mí también me gusta hacer la compra y
pasar el aspirador cuando mis hijos no se han levantado pronto un fin de
semana.
Hasta
el otro día, en mis 47 años, nadie me había llamado machista y
ni siquiera se me hubiera ocurrido que alguien pudiera hacerlo nunca.
Jamás he denigrado ni a un hombre
ni a una mujer, me gusta más vivir feliz y en armonía y tratar muchas veces de
comprender a los otros. No soy un santo, pero tampoco una mala persona. No
dudaría en proteger y cuidar a cualquier persona que
lo necesitara, participo en actividades solidarias y todos los meses dedico
para de mi sueldo a una organización que sé que dedica bien el dinero, sobre
todo para niños con necesidad.
Me
peleó lo justo con los que me rodean porque mi carácter me permite
ser bastante comprensivo, no tolero la injusticia y suelo meterme
en algún lío cuando detecto un abuso de superioridad, pero nunca, nunca,
me habían llamado machista. Hasta hoy.
Voy
con mi coche camino del supermercado. Paro el vehículo en el semáforo de la avenida
de Navarra, la variante, a la altura de hospitales en sentido
salida de la ciudad. Varias personas cruzan mientras voy pensando en si
necesitamos algo más para casa. Leche, azúcar, pollo, que no se me olviden los
yogures ni los cereales, me digo a mí mismo.
En
ese momento veo que dos chicas de unos 20 años se
detienen delante de mi coche haciendo aspavientos y poniendo gestos con sus
caras.
Vuelvo de mi compra mental y bajo
la ventanilla. Me querrán advertir de algo que ocurre.
Habré pinchado una rueda o algo le ocurrirá a mi vehículo.
“Cerdo
machista, nos estabas mirando el culo”, me dice una de ellas
con gran enfado mientras su amiga le tira un poco del brazo para que lo deje
aunque me clava también su mirada de odio.
Se
marchan y subo la ventanilla del coche. Me quedo helado. Frío. Sin
respuesta. Ni he reaccionado a sus palabras.
Ya
soy un machista
Soy MUJER y no soy feminista.
ResponderEliminarA esas chicas, por no llamarles ¥®$©*%#£{<[¢
Tienen el cerebro en su trasero. Si seguimos así, tendremos guerra entre hombres y mujeres.
Qué horror de generación, constantemente con ideologías estúpidas y absurdas.
Hoy en día la mujer,tiene más derechos que el hombre en España.
Se dice...que la mujer es mucho más cruel que el hombre.
Algunas con el cerebro en su trasero,
nos lo está demostrando.
Firmo como ANÓNIMA, porque sois tan sumamente MALAS, que sois capaces de hacer cualquier cosa.
Gracias Anónima!
EliminarPero es posible que no tengamos toda la razón.
Un Abrazo!!!!
Sorprende el escrito que la prensa local le ha publicado a este señor en relación al episodio que cierto día le ocurrió. Y me sorprendo por entender que la mayor parte de su carta está redactada para vanagloriarse de sus méritos profesionales y comportamiento social respecto a las mujeres y demás conciudadanos.
ResponderEliminarSolo en los últimos párrafos del texto aparece el motivo de su queja para con unas adolescentes, las cuales sin conocerlo de nada le dedican un reproche. Los lectores de la misiva periodística no podemos valorar quien de todos tiene más razón, puesto que no fuimos testigos de tal episodio.
La lectura de este aporte me ha hecho recordar un cuento sobre un viejo profesor samurái.
El anciano estaba en una plaza de Tokio, rodeado de unos alumnos, a los que enseñaba las artes del manejo de la espada y la filosofía de la cultura samurái. Cierta tarde, un guerrero conocido por su total falta de escrúpulos, apareció por allí, con la intención de retar al profesor a una pelea entre ambos. El anciano samurái acepto el reto.
Frente a frente ambos contendientes, el joven se dedicó primero a insultar al maestro, luego le arrojaba piedras, lo escupió, le grito todo cuanto quiso, pero el viejo permaneció impasible. Finalmente el joven exhausto y desilusionado, pues el profesor no llegó a desenvainar su catana para defenderse de las provocaciones, abandono el lugar.
Desilusionados por el hecho de que el maestro aceptara tantos insultos y provocaciones, los alumnos le preguntaron:
-¿Cómo pudiste, maestro, soportar tanta indignidad? ¿Por qué no usaste tu espada, aún sabiendo que podías perder la lucha, en vez de mostrarte cobarde delante de todos nosotros?
El maestro les preguntó:
-Si alguien quiere haceros un regalo y vosotros no lo aceptáis, ¿a quién pertenece el obsequio?
-A quien intentó entregarlo -respondió uno de los alumnos.
-Lo mismo vale para la envidia, la rabia y los insultos -dijo el maestro-, cuando no se aceptan, continúan perteneciendo a quien los llevaba consigo
Hasta aquí el final del cuento, y aplicando la lección del viejo samurái al autor de la carta cabria señalar que cuando este señor dió importancia a las palabras de las jóvenes, está aceptando el regalo que aquellas le envían.
Y si ha dado tanta transcendencia a una memez adolescente al punto de enviar su protesta a un periódico, bien está que al haber aceptado tal regalo, los lectores de la misma, lleguen a considerarlo como el mismo se declara en su misiva, como un machista
Saludos:
Jajaja Amigo, eres tan políticamente correcto que a veces das miedo.
EliminarLe has dado totalmente la vuelta al escrito y hasta me haces pensar que tienes razón.
Perdoname, pero con lo que me toca ver a diario a mi alrededor, yo lo había visto de otra manera, pero puede que tengas razón.
Un Abrazo!!!!