Por qué debes dejar que tus hijos se
aburran
Cada vez más
expertos se muestran en contra de mantener constantemente entretenidos a los
niños
Las vacaciones de Navidad ya están a la vuelta de la esquina. La
iluminación y la decoración de avenidas y plazas, el espumillón de los
escaparates y el ajetreo en las calles anuncian la cercanía de un tiempo de
celebración que muchas familias viven con ansiedad, bajo la premisa de que el
aburrimiento debe desterrarse de la rutina de sus hijos. Esta circunstancia
genera en los hogares situaciones de estrés y ansiedad, en un intento de los
padres por rellenar con múltiples actividades cada una de las horas que los
pequeños pasan en casa. Se trata, en la medida de lo posible, evitar escuchar:
“Papá, mamá, me aburro”.
Una situación, la de mantener a nuestros hijos
continuamente entretenidos, a la que cada vez más expertos son contrarios. En
opinión de alguno de ellos, el aburrimiento es una sensación positiva que
todos, niños y adultos, podemos y debemos experimentar. Y lo defienden como una
situación a la que nuestros hijos necesitan enfrentarse y resolver por ellos
mismos.
Consuelo Coloma, psicóloga educativa coordinadora de la Universidad de Padres, se muestra
partidaria de que los padres dejemos a nuestros hijos que experimenten ese
"aburrimiento". En su opinión, “los momentos de no saber qué hacer
son positivos siempre que se produzcan de manera natural, sin fomentarlos
artificialmente”.
“De unas cuantas generaciones hasta nuestros días, los
padres han buscado un papel más activo en la vida de sus hijos. Quizás, por
ello, hemos perdido un poco la capacidad de saber diferenciar en qué momentos
es necesario que estemos presentes como padres y en cuáles no, para favorecer
que sean ellos mismos los que experimenten”, afirma Coloma. “Hoy en día, los
niños no disponen de ocasiones para disfrutar de juego libre, es decir, de
tiempo que nadie les organiza. Así que cuando sucede una situación como el
aburrimiento, ocurren dos cosas: que el niño no sabe resolverlo porque no está
acostumbrado y que los padres tampoco saben cómo gestionarlo”.
Si echamos la vista atrás, las generaciones precedentes
vivían las vacaciones como sinónimo de descanso y de profundos momentos de
aburrimiento. Momentos en los que aburrirse era casi obligado y natural. En
esta línea, ya en 1930 el filósofo Bertrand Russell dedicó un capítulo de su
libro La
conquista de la felicidad al valor del aburrimiento. En él
manifestaba que “un niño se desarrolla mejor cuando, al igual que una joven
planta, se deja reposar en la tierra. Muchos cambios de lugar, mucha variedad
de impresiones, no son buenas para los jóvenes, y aprenderán a medida que
crezcan a ser incapaces de soportar la fructífera monotonía”. Y seguía
indicando que “una generación que no soporta el aburrimiento será una
generación de escaso valor”.
¿Cómo debemos enfrentarnos a los momentos de aburrimiento de
nuestros hijos? Sabina del Río afirma que “el aburrimiento del niño debe ser un
problema del que debe darse cuenta y del que debe aprender a salir por sí
mismo”. La psicóloga asegura que “la mejor manera de ayudar a un niño frente a
su aburrimiento es permitirle un espacio y un tiempo con materiales lo menos
estructurados posibles (mejor al aire libre y en compañía de más niños de su
edad), y dejando que sean ellos los que busquen y pongan en marcha sus
recursos, tanto internos como externos, para distraerse y disfrutar de su
tiempo”.
Hoy en día resulta sorprendente que un niño diga a sus mayores, -‘estoy aburrido, no sé que hacer’.
ResponderEliminarY nos sorprende esta situación porque los adultos tenemos la sensación que los niños de hoy tienen muchos más juguetes y más actividades para realizar que cuando los adultos eran niños.
Pero hay un factor social que los niños de ayer tenían a su favor y que los niños de hoy ya no tienen. Los niños del pasado disponían de la calle como lugar de recreo y entretenimiento, allí coincidían con otros niños de su entorno y ponían en práctica sus ingenios infantiles en favor del juego y la inventiva infantil.
Así, un palo podía servir como espada, un par de dedos como pistolas, una caja de cartón se transformaba en un cochecito para arrastrar – incluso llevando a la mascota de casa dentro, o un tubo de cartón se convertía en un catalejo fantástico.
Pero desdichadamente, el tránsito rodado por las calles de cualquier pueblo o ciudad han recluido en sus hogares a los niños, los aparatos electrónicos, móviles, tabletas, PC, teles etc., han hecho de los niños seres sedentarios y lo que es peor, apartados de tales artilugios, los infantes no saben cómo combatir el aburrimiento que les atenaza.
Los adultos también, han perdido parte del niño que llevan dentro, y por tanto en el mundo infantil se sienten de hoy se sienten descolocados; los juguetes de su niñez ya casi no existen y los electrónicos los menores casi saben manejarlos mejor que los adultos.
Esa claro que cuando un niño se siente aburrido, sin inventiva para idear por su cuenta algún entretenimiento que le distraiga, puede encontrarse con que los adultos tampoco saben que ofrecerle; o a lo mejor sí, deciden apuntarle a ciertas tareas extraescolares o bien deportivas a fin de que el menor se distraiga y se relacione con otros niños de su edad.
Saludos:
Tema un poco difícil, yo me quedo con la crianza de antaño, creo que nos hacían trabajar mas nuestra imaginación.
EliminarUn Abrazo Amigo!!!!