miércoles, 11 de diciembre de 2024

"Club de Jubilados El Encuentro" - Capítulo 1

 


Club de Jubilados “El Encuentro”

En el corazón del barrio, donde los niños corren por las calles adoquinadas y las panaderías desprenden el aroma a pan recién hecho, se erige el Club de Jubilados "El Encuentro". Este lugar, que antaño pasó desapercibido para muchos, ha cobrado nueva vida en los últimos tiempos gracias a un grupo de jubilados llenos de energía, creatividad y ganas de vivir. Entre ellos, la nueva y radiante incorporación es Clara, una mujer de 65 años que, tras despedirse de su carrera como profesora, llegó con una energía tan contagiosa que nadie pudo ignorarla.

Clara entró al club el primer martes de junio, justo el día en que se celebraba la reunión mensual. Era su primera vez allí, y aunque había practicado su presentación mentalmente, la emoción le hizo improvisar:

—Buenos días a todos. Soy Clara y estoy aquí porque, tras toda una vida dedicada a la enseñanza, creo que ha llegado el momento de aprender de nuevo, y qué mejor que hacerlo con ustedes.

Las palabras arrancaron un cálido aplauso, y la presidenta del club, una simpática mujer llamada Carmen, se apresuró a darle la bienvenida oficial.

Pronto, Clara descubrió que el club era mucho más que una simple reunión de vecinos mayores. En sus paredes se organizaban clases de baile, yoga adaptado, talleres de cerámica y, por supuesto, el popular club de lectura. Clara no tardó en apuntarse a varias actividades, pero lo que realmente la conquistó fue el grupo de senderismo. Cada jueves, una docena de jubilados se calzaban las botas y exploraban las colinas cercanas, siempre terminando con un almuerzo al aire libre.

El grupo también era famoso por sus cenas temáticas, cada una más original que la anterior. Clara se lanzó a colaborar con entusiasmo en una noche dedicada a la “Vuelta al mundo”, donde los miembros prepararon platos de sus países favoritos. Clara hizo una paella que causó furor, aunque un compañero, un antiguo marinero llamado Joaquín, juraba que su ceviche era imbatible.

Sin embargo, lo que Clara no esperaba encontrar en el club era una chispa de romance. Durante las clases de baile en línea, organizadas cada miércoles por la tarde, conoció a Eduardo, un viudo simpático con un don especial para hacerla reír. Eduardo tenía una sonrisa traviesa y un repertorio infinito de historias de sus viajes como fotógrafo freelance. Aunque al principio Clara sólo disfrutaba de su compañía, pronto se dio cuenta de que algo más empezaba a florecer entre ellos.

—¿Siempre sonríes así cuando bailas? —le preguntó Eduardo una tarde, mientras se equivocaban en una complicada coreografía.

—Sólo cuando tengo un buen compañero de baile —le respondió ella, sintiéndose tan ligera como cuando era una adolescente.

Conforme pasaban los meses, Clara se convirtió en una figura clave del club. Organizó un torneo de ajedrez que atrajo incluso a vecinos de otros barrios, propuso un taller de fotografía donde Eduardo se ofreció como profesor, y fue la mente detrás de una campaña para recaudar fondos para renovar el salón principal.

La vida en el Club "El Encuentro" no sólo había llenado su agenda, sino que también había revitalizado su espíritu. Y aunque todavía quedaba mucho por hacer, Clara tenía claro que su jubilación no era el final de una etapa, sino el comienzo de una aventura que nunca había imaginado.


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