jueves, 5 de diciembre de 2024

Robasetas y Meaplayas

 


En la tranquila región del norte de España, dos pueblos vecinos, Navarra y Gipuzkoa, han sostenido una batalla épica, aunque algo peculiar, durante décadas. No es una lucha de espadas ni de ejércitos, sino de... apodos. Y vaya apodos: "meaplayas" y "robasetas".

La historia comienza cada verano, cuando los navarros, ansiosos por darse un chapuzón, invaden las playas guipuzcoanas. Los donostiarras, al observar la escena, no pueden evitar comentar con sorna: "Ahí llegan los meaplayas. Siempre dejan la arena como un queso gruyere". Lo curioso es que los navarros no se achantan. Al contrario, lo consideran casi un título de nobleza. “Si llamarnos meaplayas significa que disfrutamos más que nadie de La Concha, ¡pues que así sea!”, exclaman mientras colocan sus sombrillas estratégicamente cerca del chiringuito.

Pero no todo queda ahí. Cuando el verano termina, comienza la temporada de setas. Y ahí, queridos lectores, los navarros toman la revancha. En cuanto los primeros hongos asoman en sus bosques, aparecen los guipuzcoanos con sus cestas y bastones, listos para recolectar hasta la última trufa. “Mira esos robasetas”, murmuran los locales escondidos entre los arbustos. “¿Es que no tienen setas en Gipuzkoa o qué?”. Mientras tanto, los guipuzcoanos, con cara de inocencia, alegan: “Es que aquí son más sabrosas. ¡El aire navarro les da un toque especial!”.

Y como toda buena rivalidad, esta se amplifica en las reuniones familiares. “¿Sabías que los donostiarras han encontrado el truco para llevarse hasta las setas más pequeñas?”, pregunta un navarro indignado en la sobremesa. “¡Usan lupas!”.

Por su parte, los donostiarras no se quedan atrás. “Dicen que los navarros traen botellas de agua extra a la playa solo para recargar fuerzas entre pote y pote. ¡Y luego culpan a la marea alta de sus ‘accidentes’ en la arena!”, bromea un guipuzcoano en el bar del puerto.

Esta batalla de apodos, que en el fondo no es más que una forma simpática de reírse de las costumbres del vecino, sigue viva gracias a la creatividad y el humor de ambas regiones. Y así, entre chapuzones y boletus, meaplayas y robasetas mantienen viva una rivalidad que, más que dividir, une a dos pueblos que, aunque diferentes, comparten un mismo espíritu: disfrutar de lo bueno de la vida… ¡aunque sea en casa del vecino!


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