miércoles, 9 de junio de 2021

Ladrones ayer, hoy y mañana


 

Los izquierdistas de la Segunda República, los mayores ladrones de la historia.

Sobre los dirigentes republicanos escribió Julio Camba que "se apoderaron del Estado con el mismo criterio con el que hubieran podido apoderarse de un salchichón". Para repartirse las tajadas. Fueron muchas las páginas que dedicó a denunciar el saqueo llevado a cabo por unos gobernantes izquierdistas más interesados en su enriquecimiento personal que en la gestión de la cosa pública. Tantos fueron los enchufes a los amigos, los cargos inútiles creados para colocar a los camaradas, los gastos suntuarios y los hábitos de nuevo rico –sobre todo de unos socialistas cuya hipocresía no se cansó de restregarles–, que calificó el nuevo régimen como "la República de los enchufes".

Pío Baroja, que definió a la República como "una merienda de negros en la que los republicanos y socialistas se repartían todos los empleos", escribió palabras similares sobre los más distinguidos dirigentes republicanos:

"Azaña es un enamorado de la pompa y la grandiosidad. Cuando era presidente del Consejo amuebló el palacio de la Presidencia, según dijeron, con los mejores muebles de la Granja y de Ríofrío. En el Palacio Real y en el Pardo tenía proyectos de hacer jardines suntuosos. No comprendía que, si se trataba de suntuosidad y de estética, para esto valía más que sirvieran de fondo a un príncipe decorativo que no a un señor de un tipo vulgar como él. Algo de esta ansia de magnificencia tenían todos los políticos de la República. Cuando al principio se compraron automóviles soberbios, que valían cerca de veinte mil duros, Largo Caballero se quejó al comisionista de Irún porque no tenían el aparato de radio que debían tener según el catálogo, y lo reclamó imperiosamente.


Muchas han sido las páginas dedicadas a denunciar el saqueo llevado a cabo por unos gobernantes más interesados en su enriquecimiento personal que en la gestión de la cosa pública.El Museo del Prado durante la Guerra Civil | Cordon Press

Sobre los dirigentes republicanos escribió Julio Camba que "se apoderaron del Estado con el mismo criterio con el que hubieran podido apoderarse de un salchichón". Para repartirse las tajadas. Fueron muchas las páginas que dedicó a denunciar el saqueo llevado a cabo por unos gobernantes izquierdistas más interesados en su enriquecimiento personal que en la gestión de la cosa pública. Tantos fueron los enchufes a los amigos, los cargos inútiles creados para colocar a los camaradas, los gastos suntuarios y los hábitos de nuevo rico –sobre todo de unos socialistas cuya hipocresía no se cansó de restregarles–, que calificó el nuevo régimen como "la República de los enchufes".

Pío Baroja, que definió a la República como "una merienda de negros en la que los republicanos y socialistas se repartían todos los empleos", escribió palabras similares sobre los más distinguidos dirigentes republicanos:

"Azaña es un enamorado de la pompa y la grandiosidad. Cuando era presidente del Consejo amuebló el palacio de la Presidencia, según dijeron, con los mejores muebles de la Granja y de Ríofrío. En el Palacio Real y en el Pardo tenía proyectos de hacer jardines suntuosos. No comprendía que, si se trataba de suntuosidad y de estética, para esto valía más que sirvieran de fondo a un príncipe decorativo que no a un señor de un tipo vulgar como él. Algo de esta ansia de magnificencia tenían todos los políticos de la República. Cuando al principio se compraron automóviles soberbios, que valían cerca de veinte mil duros, Largo Caballero se quejó al comisionista de Irún porque no tenían el aparato de radio que debían tener según el catálogo, y lo reclamó imperiosamente.

–Ahora es nuestro momento –decían jefes y jefecillos, pero no pensando en el pueblo, sino en sí mismos. Fue la época de los enchufistas".

Ya lo había advertido Josep Pla el mismo 14 de abril de 1931. Como le pilló en Madrid, el día siguiente salió a pasear para contemplar la fiesta republicana. Un madrugador acaparador de cargos, conocido como Paragüitas, se había hecho con el puesto de secretario del fiscal de la República, el socialista Ángel Galarza, para presumir de lo cual se agenció con enorme rapidez un cochazo con chófer incluido. El ampurdanés fue invitado por Paragüitas a contemplar el entusiasmo popular mientras circulaban mayestáticamente para dar envidia a los transeúntes.

Valle-Inclán fue nombrado en 1932 conservador del Patrimonio Artístico Nacional, pero no tardó en denunciar que los gobernantes de la flamante República se dedicaban a vender obras de arte de palacios, museos e iglesias a marchantes franceses, que después las vendían con enormes beneficios a millonarios norteamericanos. Escribió varias cartas al ministro de Instrucción Pública, Fernando de los Ríos, protestando tanto por este saqueo como por los actos vandálicos contra el patrimonio artístico, pero no recibió respuesta alguna, por lo que dimitió inmediatamente.

El veterano cronista parlamentario Wenceslao Fernández Flórez también dejó testimonio del saqueo:

"En el Parlamento hay una pandilla de forajidos, hartos de matar y robar en la revolución de octubre; nos gobiernan ignorantes audaces, enamorados de sus magníficos automóviles con radio y calefacción; desde arriba y desde abajo se saquea el país: nunca tantas fortunas se improvisaron tan rápida y oscuramente".

Pero estas actividades se iban a acelerar enormemente con el estallido de la guerra. El episodio más famoso fue el saqueo de las enormes reservas de oro del Banco de España como garantía del pago a la URSS de un material militar del que no llegaría más que una pequeñísima parte y de mala calidad. La excusa alegada por el ministro de Hacienda Juan Negrín y sus aliados comunistas fue la necesidad de llevarlo a lugar seguro ante el avance de las tropas de Franco. Uno de los protagonistas de la operación, el militar comunista Valentín González, el Campesino, la relataría así en sus memorias:

"El Kremlin se dedicó a intervenir abiertamente en la guerra civil española a los dos meses de empezada (…) Pero al pueblo español le costaría un altísimo precio en sangre, en sufrimiento y en oro (…) La situación de Madrid se hacía peligrosa y los ministros concedieron fácilmente lo que se les pedía, aunque ignorando los verdaderos propósitos de Negrín. Conocieron tales propósitos sólo el embajador soviético, Rosenberg, el servicio de la NKVD en España y una parte del Buró Político del Partido Comunista Español".

El Campesino explicó cómo José Díaz, secretario general del PCE, le encargó hacer el traslado del oro con gran secreto, a las dos de la madrugada, a espaldas del director del Banco de España, empleando sólo militantes comunistas de confianza y camuflando los camiones con los distintivos propios de los transportes de explosivos:

"Hízose todo en medio del mayor misterio y como si se tratara de un robo. Y eso fue: un inmenso robo hecho al pueblo español. Yo no lo sabía o no lo comprendía entonces: ahora que lo sé, el recuerdo de mi involuntaria complicidad me llena de indignación contra mí mismo y contra sus organizadores conscientes".

Han pasado a la historia las palabras con las que Stalin celebró en un banquete la llegada del tesoro español a Odesa: "Los españoles no verán su oro más de lo que puedan verse sus propias orejas".

Pero el oro del Estado no iba a ser el único botín; el de los ciudadanos también. En el otoño de 1936 el presidente Largo Caballero, Negrín y el director general del Tesoro Méndez Aspe ordenaron a los particulares la entrega al Banco de España del oro y las divisas que poseyeran. También se ordenó la confiscación de las cuentas corrientes y la apertura de las cajas de seguridad. Los ahorros y recuerdos de millones de españoles, adinerados y humildes, pasaron a manos de unos gobernantes que se apresuraron a trasladarse a Valencia. Uno de los robados fue Alcalá-Zamora, recientemente destituido de la presidencia y en viaje veraniego por las costas escandinavas. Junto a la de sus ahorros, el expresidente sufrió la desaparición de sus documentos, incluidos los diarios que escribió durante su etapa de gobierno y que no serían recuperados hasta ochenta años después. En sus memorias acusaría a los socialistas de haber prolongado la guerra "sin posibilidad de vencer, mientras subsistió la de procurarse algún seguro de emigración a costa de las reservas del Banco de España y del saqueo de éste".

Otro destacado robo fue el perpetrado en el Museo Arqueológico, de donde, para escándalo de unos funcionarios que consiguieron salvar algunas piezas enterrándolas en el jardín, agentes gubernamentales sacaron las valiosas colecciones de monedas antiguas de oro y plata. En agosto de 1937 y marzo de 1938, con la derrota cada vez más cerca, se redondeó el saqueo, esta vez incluyendo hasta los montes de piedad. Una vez más, la excusa fue su protección:

"Con el fin de salvaguardar los intereses de los titulares de cajas y depósitos de toda la banca acreditada en territorio leal al Gobierno de la República, procede que unos y otros pasen inmediatamente al Estado para que el ministro de Economía adopte las precauciones indispensables que garanticen en todo momento la integridad del contenido de dichas cajas y depósitos".

Por supuesto, no se olvidaron de las iglesias, monasterios y catedrales, lugares donde se acumulaban joyas y obras de arte de incalculable valor. Por ejemplo, el 4 de septiembre del 36, pocos días antes de la entrada de los soldados de Franco en Toledo, el presidente del Tribunal de Cuentas, Emilio Palomo, por orden del presidente del Gobierno, procedió, junto a representantes de los partidos comunista y socialista, a la confiscación del tesoro de la catedral: decenas de joyas litúrgicas y obras de arte, entre ellas el famoso manto de las cincuenta mil perlas, una escultura de Pedro de Mena y un cuadro de Benvenuto Cellini. Y lo mismo sucedió en los más importantes templos de toda España, porque de los miles restantes, repartidos por todo el país, se ocuparon las masas incontroladas que, tras su saqueo, procedieron a su destrucción e incendio.

Capítulo aparte fue el vaciamiento del museo del Prado, también con la excusa de su protección, mito cuyo éxito propagandístico ha llegado hasta nuestros días. Sin embargo, los escasos daños sufridos por los bombardeos de la aviación nacional, el hecho de que la evacuación de los cuadros comenzara semanas antes de que se produjeran los primeros bombardeos, los grandes riesgos a los que se expuso a los cuadros en su traslado y numerosos testimonios de personas involucradas indican la intención gubernamental de venderlos en el extranjero, lo que no se consiguió por la terminación de la guerra y porque la venta de piezas de fama mundial no habría pasado desapercibida. Efectivamente, muchos de los cuadros del Prado, enviados a Suiza, fueron expuestos en Ginebra de junio a septiembre de 1939 y después devueltos a España.

 

Y ……………………..


4 comentarios:

  1. Las ideologías son peor que el CANCER.
    Peor que las pandemias, ( contagian de una generación a otra).

    Cuánta basura están escondiendo, cuánto odio, cuántas mentiras, sólo hablan del tiempo de Franco, a mí no me engañais.

    Todos hicieron cosas horribles, pero hay que hablar de todos.
    No seáis tan mezquinos y cobardes.

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    Respuestas
    1. Así es, no solo hay que maldecir a tu contrario, mira dentro de tus cajones que igual encuentras cosas peores.
      Un Abrazo Amigo!

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  2. #Este virus lo paramos unidos:

    “Españolito que vienes al mundo…”

    Esta historia de los políticos forajidos de la II Republica Española es de sobra conocido por cuantos aman la historia y desean conocerla. Y no solo se contentaron con enriquecerse con los cargos que ostentaban, sino que, además, arrasaron con todas las riquezas, económicas y culturales, que España poseía.

    Las opiniones de las personalidades que aparecen en este articulo fueron ciudadanos de aquella época, por lo que no se les puede achacar el sambenito de franquistas o fachas.

    Para la mayoría de los españoles el periodo de la segunda república les trajo miseria económica y dolor agravada si cabe por la contienda de la Guerra Civil Española. Mientras para algún dirigente izquierdista el expolio a la nación le supuso vivir cómodamente el resto de sus días

    Ahora vivimos tiempos revueltos en el ciertos ‘nostálgicos de la II República Española desearían volver a recuperar aquel lejano ‘paraíso’ republicano.

    Más de uno desearía, si pudiera, volver el país a los años 1939-40 y borrar de la historia colectiva de los españoles todo el tiempo transcurrido hasta nuestros días.

    Desde luego nos toca vivir un tiempo convulsivo para los españoles; entre la pandemia del Covid-19, la crisis económica, y la ineficacia del gobierno socialista – podemita que nos mal-gobierna. Un tiempo en el que los versos de Antonio Machado cobran más fuerza que nunca.

    “Ya hay un español que quiere
    vivir y a vivir empieza,
    entre una España que muere
    y otra España que bosteza.

    Españolito que vienes
    al mundo te guarde Dios.
    una de las dos Españas
    ha de helarte el corazón.”


    Saludos:

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  3. Bonito y a la vez triste.
    Despues de lo que tu has escrito, lo único que nos atrae es pena y tristeza por los tiempos que vivimos.
    Abrazos Amigo!

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Por favor, todo comentario o escrito CONSTRUCTIVO, espero entre todos no avergonzarnos de ponernos al nivel de los que no queremos.
Gracias