domingo, 28 de marzo de 2021

5 venenos en nuestra cocina

 

Los ‘cinco venenos blancos’




Azúcar

El azúcar es, según Lurueña, uno de los mejores exponentes de las posturas extremas en torno a la comida: “Se alega, por una parte, que es imprescindible porque es el combustible del cerebro; y, por otra, se nos dice que nos están envenenando con él”. La primera afirmación no se sostiene porque “la glucosa que necesitan nuestras células para funcionar la podemos obtener de prácticamente cualquier alimento (que sea saludable, como la fruta) y no necesitamos el azúcar añadido”. Pero tampoco es cierto que por consumir azúcar de forma puntual vayamos a fallecer.

No obstante, el experto hace hincapié en que generalmente “tomamos mucha azúcar”, lo que está detrás de problemas como la obesidad, la diabetes, enfermedades cardiovasculareshígado graso



Sal

La sal es otro alimento que está demasiado presente en la dieta. El consumo medio en España es de aproximadamente 10 gramos diarios, cuando la recomendación es no sobrepasar los 5 gramos.  “Esto no significa que debamos eliminar la sal por completo de nuestra dieta porque aporta sodio y yodo -si elegimos sal yodada, que es la recomendada-”, apunta el experto. Lo que parece claro es que hay que reducir mucho su consumo. Para ello, conviene tener en cuenta que la mayor parte del exceso no procede de la sal que se utiliza para cocinar, sino de su presencia en alimentos como los quesos, los embutidos, las sopas preparadas o el pan. Disminuir la ingesta de ese tipo de productos y evitar tener el salero a mano en las comidas son dos medidas sencillas y al alcance de cualquier persona para moderar el consumo de sal.

Lurueña también aconseja intentar educar al paladar. “Lo que sucede con la sal (y con el azúcar) es que, como nos vamos acostumbrando a esos sabores, cada vez añadimos un poco más. Y al final acabamos comiendo todo saladísimo”.



Harinas refinadas

Los especialistas en nutrición tienen clara la recomendación esencial sobre los cereales: hay que priorizar los granos y las harinas integrales. “No es que vayamos a morir por comerlas, pero las harinas refinadas consumidas de forma habitual pueden aumentar el riesgo de diabetes tipo 2”, aclara Lurueña. Esto es así porque son almidones que se metabolizan bastante rápido, provocan un aumento rápido de la glucemia en la sangre “y eso hace trabajar demasiado al páncreas”.

Pero el mito de los venenos blancos no se contenta con atribuir toxicidad al producto en sí, sino que también atribuye parte de la culpa al proceso de refinamiento. El tecnólogo de alimentos lo desmiente: “Con la harina lo que se hace es, simplemente, triturar el grano para extraer la harina del interior. Como mucho, a veces se añaden mejorantes, como antioxidantes, para que la harina no se ponga rancia, pero no hay ningún problema con ello”.

El verdadero problema es que la harina refinada está compuesta, básicamente, de almidón. En cambio, la integral contiene las tres partes del cereal: el germen, el salvado y el endospermo. Solo así están presentes todos los componentes por los que su consumo puede contribuir a una dieta saludable: fibra, vitaminas, minerales y ácidos grasos.



Arroz blanco

Con el arroz blanco sucede lo mismo que con la harina refinada de trigo. Para obtenerlo, el cereal se pasa por unos rodillos para retirar la cáscara y obtener el grano integral, que posteriormente se pule sobre una superficie abrasiva para retirar el salvado y el germen. Con este procesamiento se pierde más de la mitad de su contenido en minerales y casi un 90% de las vitaminas del grupo B y la fibra, quedando convertido en un alimento que se caracteriza, sobre todo, por ser energético. De ahí que se recomiende el consumo de arroz integral, que conserva la mayor parte del grano, incluyendo el salvado y el germen

Lurueña hace una propuesta a quienes no quieren renunciar totalmente al arroz blanco: que la mayor parte del plato sean verduras, es decir, “verduras con arroz en vez de arroz con verduras”.



Leche

La leche es, probablemente, el alimento del quinteto de supuestos venenos que menos se merece ese calificativo. “Aquí la posición sería el término medio: si te gusta la leche y no tienes problemas, tómala porque no pasa nada y además aporta buenos nutrientes. Y si no te gusta o tienes problemas con ella (alergia o intolerancia), no hace falta que la bebas porque no es un alimento imprescindible”, resume. Ahora bien, en este último caso, los nutrientes que aporta, como el calcio, habrá obtenerlos a través del consumo de otros alimentos, como frutos secos o algunas verduras.

El experto desmiente que el procesamiento de la leche afecte a su calidad: “Es uno de los alimentos que sufren menos tratamiento”. Tras ordeñar a las vacas, se somete la leche a un tratamiento térmico para eliminar los posibles microorganismos. El siguiente paso es retirar la grasa para luego volver a añadir la cantidad deseada: si es desnatada no se añade nada; si es semidesnatada, solo un poco; y si es entera, algo más.

Pero no es cierto que la pasteurización o esterilización acabe con los compuestos buenos de la leche. “Lo que hay que tener claro es que la leche cruda, según sale del animal, supone riesgos”. Por ejemplo, puede ser un foco de listeriosis o salmonelosis.

2 comentarios:

  1. #Este virus lo paramos unidos

    Después de leer este aporte, a ver a quien le entra el hambre y no se hecha a temblar pensando que veneno lo va a intoxicar. Creo que en líneas generales el articulo tiene razón, pero no conviene generalizar y tomarse al pie de la letra todo cuanto se dice.

    El azúcar es una fuente de la glucosa y claramente las personas diabéticas no pueden abusar de él, o cuando menos tendrán prohibida su ingesta. Por otro lado la glucosa aporta energía y para las personas que realizan trabajos pesados o para los deportistas, la glucosa contribuye a recuperarse del esfuerzo realizado.

    Con la sal estamos en una situación similar, tomarla en exceso es malo. Pero en su justa medida aporta a nuestra ingesta beneficios nutricionales y gusto. Aunque ya dice el dicho ‘la sal ni verla’.

    Con los procesos de refinado de cualquier materia prima, esta pierde una parte importante de sus componentes, que se añadirán a la dieta vía otros alimentos.

    Y es que lo de la dieta saludable y el gusto del paladar, son dos conceptos que muy difícilmente podemos compaginar, pero no por ello tenemos que intentar conseguirlo.

    Para un buen consumo la información nutricional es importante y no conviene echar en saco roto todas estas recomendaciones que los médicos y nutricionistas nos enseñan, va con ello nuestra salud y bienestar, hagamos caso de sus consejos.



    Saludos:

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    1. Sí, hagamos caso pero todo al pie de la letra NO.
      Creo que somos lo suficientemente mayorcitos para saber lo que nos conviene.
      Todo en su justa medida, ¿a que si Amigo?
      Abrazos!!!!

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