martes, 31 de enero de 2017

Isabel I de Rusia




1 comentario:

  1. Las fantasías de la emperatriz Isabel eran inverosímiles. Una anécdota histórica describe que un día ordenó que todas las damas de la corte se rasuraran la cabeza. Llorando, obedecieron. A cambio a las aristócratas se les dio una peluca negra, barata y de poca calidad, que tuvieron que usar hasta que les creció el pelo. La causa fue trivial: la emperatriz tiñó mal su propio cabello y tuvo que cortarlo por completo.

    Isabel sentía una predilección especial por las mascaradas. A menudo exigía que las mujeres vinieran vestidas de hombres y los hombres, de mujeres. Al parecer la ropa masculina le quedaba especialmente bien a la emperatriz y a menudo solía vestirse de uniforme.

    A los bailes y mascaradas en los palacios imperiales acudían hasta 1500 invitados. Los oficiales de guardia quitaban las máscaras a los invitados para ver e identificar los rostros. Durante los bailes Isabel y las damas de la corte solían cambiarse de vestido varias veces; la emperatriz durante un día se podía cambiar hasta en cinco ocasiones. En su guardarropa del palacio de Tsárskoye Seló encontraron tras su muerte unos 15 000 vestidos y varios miles de zapatos. Todo comerciante de ropa extranjera, al arribar con su mercancía a San Petersburgo, debía presentarse, primero, en el palacio imperial. Isabel adquiría todo lo mejor. Los diplomáticos rusos debían estar al tanto de la moda en sus respectivos países para informar a la emperatriz y hacer compras de acuerdo con sus preferencias. Ninguna aristócrata rusa podía llevar el peinado de Isabel: el cabello hacia atrás y recogido hacia arriba, todo adornado con diamantes y una cinta rosada.

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