viernes, 2 de marzo de 2018

Los Sotanos de GUTA - Y lo permitimos


La vida subterránea en los sótanos de Guta

Es el décimo día que espera a oscuras, sobre un suelo de tierra húmedo, en un depósito subterráneo. Estamos sin luz, sin apenas comida, ni agua, esperando a que llegue la muerte”. Maram escribe mensajes de texto desde uno de los sótanos del enclave rebelde de Guta, en la ciudad siria de Saqba, donde se refugia junto a su marido y sus hijos. Por décimo día consecutivo, este “almacén de muebles” protege a 250 vecinos dela campaña aérea del régimen y del ejército ruso sobre el área rural al este de Damasco. Uno de los peores asaltos que ha llevado a la mayoría de la población a buscar cobijo varios metros bajo tierra.
En el interior los niños, las mujeres y los hombres comparten en la hoguera las pocas provisiones que conservan de té y comida distribuidas, según Maram, por el encargado de cada lugar. La intensa artillería y bombardeos en el exterior han forzado a los civiles de Guta a uno de sus episodios más trágicos, obligados a permanecer durante días en el subsuelo. Los trabajadores humanitarios insisten en que unas 4.100 familias -cerca de 28.000 personas- están viviendo en estos refugios en el área de 100 km2, la mitad de ellos sin agua ni sistemas de saneamiento o ventilación. Según Naciones Unidas, 400.000 personas están atrapadas en toda la región.
“Los bombardeos no han parado en todo el día”, revela Maram, ya que este martes era la jornada en la que entraba en vigor una pausa humanitaria de cinco horas ordenada por Rusia para evacuar a heridos y otros civiles. Sin embargo, las continuadas agresiones han provocado la muerte de al menos 2 personas durante la acordada tregua. Por ello los civiles no han abandonado las localizaciones en las que han estado recluidos la ultima semana, “nadie va a salir porque no nos fiamos del régimen”, sigue Maram. En esta última ofensiva sobre Guta oriental han muerto más de 700 personas y hay más de 3.700 heridos, según Médicos sin Fronteras.
Guta, la obsesión de Al Asad
El área agrícola del este de Damasco ha sido un foco de oposición constante desde el inicio de la guerra en Siria. La región recibió la migración de las zonas rurales suníes posteriores a las sequías de la década del año 2000. Así, cuando estalló la revolución en el año 2011, la población de Guta fue un foco latente de insurgencia debido a las dificultades económicas que habían sufrido en su adaptación a las dinámicas urbanas así como a la rivalidad sectaria con el Gobierno alauí. Ahí, estos años se establecieron facciones opositoras como Jaish al Islam y Failaq al Rahman que han supuesto una amenaza para la estabilidad de la capital lanzando atentados o proyectiles al centro de la ciudad.
La cercanía de Guta al centro de Damasco -apenas unos pocos kilómetros- ha obsesionado al régimen que desde el año 2013 ha impuesto a este territorio un cerco inhumano. La restricción de entrada de asistencia médica y alimentos o la negación a la evacuación de heridos y enfermos -el Gobierno sirio ha rechazado durante 8 meses la salida de 500 personas- han sido prácticas de castigo impuestas durante años. Este brutal sitio ha ido aliado al hostigamiento militar, por aire y por tierra, como el de la última semana, que ha forzado a la población a permanecer recluida en oscuros y lúgubres edificaciones subterráneas.
Pero los sótanos tampoco han protegido a los civiles de los ataques. En el fin de semana un proyectil alcanzó la oficina de la organización internacional `Save the Children' en cuyo piso del subsuelo había refugiadas 46 familias, como muestra el siguiente vídeo. En las imágenes se puede ver la multitud de personas hacinadas, en su mayoría niños, con la cara ensangrentada. “Sabemos que aquí también podemos morir”, revela por teléfono a El Confidencial Nivi, una coordinadora de una ONG en Guta que lleva 9 días sin salir del sótano, “pero nos sentimos más seguros estando aquí abajo”. La activista asegura que en algunos de estos espacios se ven obligadas a convivir con los cadáveres de sus familiares puesto que las intensas agresiones no les permiten salir al exterior para dar sepultura
Los sótanos, focos de contagio
“El problema es que la mayoría de estos sitios no cuentan con luz solar ni buena ventilación, pero sí con grandes humedades lo que provoca la transmisión de enfermedades”, explica por teléfono a El Confidencial el doctor Abu al Zahr, desde la ciudad de Zamalka, en Guta. “Estos sótanos tampoco se pueden calentar, por la carencia de combustible para estufas -y por la falta de aislamiento en el suelo-”, sigue el doctor, que también apunta a que el elevado hacinamiento está provocando el contagio de otras afecciones, como piojos, sarna y alergias.
Otras organizaciones humanitarias alertan de las malas condiciones médicas bajo tierra, donde mujeres están dando a luz a oscuras y sin el requerido material. Pero la falta de comida y agua potable es, según el trabajador humanitario Abu Adi, la primera preocupación entre quienes aguardan a que termine la ofensiva. “Nos pasamos el día esperando a que las organizaciones traigan provisiones al refugio”, explica a El Confidencial, “a veces pasamos incluso 2 días sin probar un sólo bocado. Normalmente, tomamos un plato de arroz, pero esto nunca es suficiente para los niños”, afirma.
Un acuerdo, a través de Rusia o de otras potencias implicadas, parece todavía poco probable.Yo no me iré de aquí sin mi marido”, son las palabras de muchas mujeres en Guta, que temen que la definitiva entrada de tropas gubernamentales suponga la detención de sus hijos y familiares. "Sabemos que los arrestarán o se los llevarán a combatir con el ejército", afirma Maram, dando prueba de que los residentes de Guta pretenden oponerse a Damasco hasta el final.

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