Un hombre, detenido en Madrid por
ayudar a morir a su mujer con esclerosis múltiple
María José Carrasco, que necesitaba a su marido para todo,
llevaba meses esperando a que se aprobara la ley de la eutanasia
Ángel Hernández ha pasado dos noches en el calabozo y el
viernes pasará a disposición judicial
La sociedad avanza mucho más rápida que
los políticos y este jueves se ha puesto, de nuevo, de manifiesto. Ángel
Hernández, un jubilado madrileño que estaba harto de ver
a María José Carrasco, su compañera durante 25 años,
sufrir, perder su autonomía y ser reducida, en contra de su voluntad, a casi la
vida de un mueble, que es movido de la cama al sofá, decidió el miércoles
ayudar a su esposa a cumplir su mayor deseo: morir.
Ángel no se ocultó, como han hecho otras personas que han ayudado a enfermos
postrados y graves a abandonar la vida, por miedo a ser procesados. En un vídeo
se ve como suministra la sustancia letal a María José y además explica que su
esposa se lo ha pedido “muchas veces” pero él “confiaba en que se aprobara
la eutanasia pero, visto lo visto…”
Visto las imágenes sobre enfermedad que arrastraba Mª José Carrasco, resulta insensible no empatizar con el sufrimiento que revela el relato de las imágenes y sobre su suicidio. Pero la controversia social creada por este hecho comienza cuando se pretende fusionar estos episodios de alto voltaje emocional y de difusión mediática, como propaganda para fines políticos.
Permitir que una persona provoque la muerte de otra persona supone el debilitamiento del carácter inviolable de la vida humana y de los derechos que la preservan. La vida humana siempre constituye un bien en sí mismo aunque la persona sufra cualquier tipo de enfermedad.
Por otro lado pretender de los partidos políticos legislar sobre casos extremos, resulta un modo inadecuado de proceder. Porque si los diputados procedieran presionados por una excepcional petición de terminar con la vida de cualquier enfermo en fase terminal, tal petición acabaría convirtiéndose tal excepción en norma general para cualquier enfermo que, cansado de vivir, solicitase la ayuda de otra persona para terminar con su vida.
Lo que la sociedad debería solicitar del estado es una legislación pensando en la mayoría de personas enfermas y sus familiares que reclaman de la sanidad pública unos cuidados paliativos de calidad. Unas atenciones médicas que permitan neutralizar las escasas peticiones de eutanasia que surgen de tanto en tanto en los medios de comunicación social.
Los gobernantes con la colaboración de la sociedad han de unir sus esfuerzos en favor de los más desfavorecidos, poniendo a su servicio equipos multidisciplinares y tratamientos médicos que neutralicen o al menos disminuyan el sufrimiento humano al final de la vida o ante una enfermedad incurable.
Por tanto, en estos momentos, se necesita de los poderes públicos, en primer lugar, no legislar en caliente en favor del suicidio asistido cuasi generalizado. Y en segundo lugar, propiciar las inversiones públicas necesarias en unos cuidados paliativos más acordes con la dignidad de los enfermos y sus familiares.
En definitiva, han de dar una respuesta acode a nuestra auto-representación como sociedad humana progresiva y comprometida con sus miembros más débiles.
No se, Amigo, pero yo estoy a favor de ayudar a dejar de sufrir a quien lo pida de verdad, no en un arrebato malo, no, cuando lo tiene bien meditado y pensado. Tema muy difícil. Eso si, que no se aprovechen los políticos de ello. Un Abrazo!!!!
Suicidio asistido:
ResponderEliminarVisto las imágenes sobre enfermedad que arrastraba Mª José Carrasco, resulta insensible no empatizar con el sufrimiento que revela el relato de las imágenes y sobre su suicidio. Pero la controversia social creada por este hecho comienza cuando se pretende fusionar estos episodios de alto voltaje emocional y de difusión mediática, como propaganda para fines políticos.
Permitir que una persona provoque la muerte de otra persona supone el debilitamiento del carácter inviolable de la vida humana y de los derechos que la preservan. La vida humana siempre constituye un bien en sí mismo aunque la persona sufra cualquier tipo de enfermedad.
Por otro lado pretender de los partidos políticos legislar sobre casos extremos, resulta un modo inadecuado de proceder. Porque si los diputados procedieran presionados por una excepcional petición de terminar con la vida de cualquier enfermo en fase terminal, tal petición acabaría convirtiéndose tal excepción en norma general para cualquier enfermo que, cansado de vivir, solicitase la ayuda de otra persona para terminar con su vida.
Lo que la sociedad debería solicitar del estado es una legislación pensando en la mayoría de personas enfermas y sus familiares que reclaman de la sanidad pública unos cuidados paliativos de calidad. Unas atenciones médicas que permitan neutralizar las escasas peticiones de eutanasia que surgen de tanto en tanto en los medios de comunicación social.
Los gobernantes con la colaboración de la sociedad han de unir sus esfuerzos en favor de los más desfavorecidos, poniendo a su servicio equipos multidisciplinares y tratamientos médicos que neutralicen o al menos disminuyan el sufrimiento humano al final de la vida o ante una enfermedad incurable.
Por tanto, en estos momentos, se necesita de los poderes públicos, en primer lugar, no legislar en caliente en favor del suicidio asistido cuasi generalizado. Y en segundo lugar, propiciar las inversiones públicas necesarias en unos cuidados paliativos más acordes con la dignidad de los enfermos y sus familiares.
En definitiva, han de dar una respuesta acode a nuestra auto-representación como sociedad humana progresiva y comprometida con sus miembros más débiles.
Saludos:
No se, Amigo, pero yo estoy a favor de ayudar a dejar de sufrir a quien lo pida de verdad, no en un arrebato malo, no, cuando lo tiene bien meditado y pensado.
EliminarTema muy difícil.
Eso si, que no se aprovechen los políticos de ello.
Un Abrazo!!!!