lunes, 16 de septiembre de 2024

Capitulo 2 - La Empresa Familiar

 


"Negocios de Familia - Capítulo 2: La Inspección"

Era una mañana cualquiera en "Martínez e Hijos", es decir, una mañana en la que los empleados intentaban mantener el ritmo de trabajo mientras esquivaban las miradas críticas de Don Serafín. Pero ese día, algo distinto se cocía en el aire. Lola, la secretaria, entró a la oficina de Serafín con una expresión más nerviosa de lo normal.

—Don Serafín, acaban de llamar. Va a venir una inspección de trabajo… hoy —dijo, mientras sus manos temblaban ligeramente.

Serafín, quien estaba en plena faena retocando una hoja de cálculos a mano (su versión de la contabilidad moderna), levantó una ceja y mirándola dijo

—¿Una inspección? ¿Aquí? ¿Qué creen que van a encontrar? —preguntó, sin disimular su irritación

Lola pensó en responder, pero rápidamente se dio cuenta de que cualquier cosa que dijera solo podría empeorar la situación.

En la planta baja, los trabajadores ya se habían enterado y el rumor volaba entre los pasillos. Juan, el operador más veterano, se acercó a Pedro, un joven que acababa de cumplir su primer año en la empresa.

—Muchacho, ve preparando las escobas y, por lo que más quieras, no hables mucho. Si te preguntan algo, tú solo sonríe y di que todo va de maravilla —le aconsejó Juan con aire de sabiduría.

—Pero ¿qué pasa si me preguntan sobre las horas extras? —respondió Pedro, nervioso.

—Horas extras, sí... Di que aquí hacemos horas de meditación, gracias a las clases de yoga de Lola —contestó Juan con una sonrisa

Pepito, que había pasado toda la mañana mirando vídeos de coches, se acercó a la oficina de su padre

—Papá, ya que viene una inspección, ¿por qué no les impresionamos con algo tecnológico? Podríamos decirles que estamos probando un sistema de gestión 4.0

—¡Sistemas de gestión 4.0! Lo que van a ver aquí es un sistema de gestión 1940, que es lo único que ha funcionado desde que esta empresa existe. A mí no me vienen con modernidades ni con "nubes". Aquí lo que flota es el sudor de la frente, y eso es lo que cuenta —replicó Serafín, volviendo a sus números.

—Papá, ya que viene una inspección, ¿por qué no les impresionamos con algo tecnológico? Podríamos decirles que estamos probando un sistema de gestión 4.0.

—A lo mejor lo que deberían inspeccionar es tu sistema de trabajo 0.0 —bufó Don Serafín—. Aquí lo único que necesitamos es que la gente trabaje, no que invente chorradas.

Javier empezó la inspección revisando las condiciones de la oficina. Los ordenadores parecían más anticuados que las calculadoras de los años 80, y en un rincón había una cafetera que llevaba rota meses. Serafín observaba cada movimiento del inspector como un halcón, convencido de que todo saldría bien. Pero en la planta de producción, las cosas eran diferentes.

—Veamos los registros de las jornadas laborales —pidió Javier, mientras Lola, tras un segundo de pánico, sacaba una carpeta manoseada que parecía haber pasado por varios procesos de "ajuste" y más retoques que una obra en restauración.

—Aquí tiene, todo en orden —dijo, cruzando los dedos por debajo de la mesa

El inspector revisó la carpeta y se dio cuenta de que las hojas parecían reescritas varias veces. En más de una ocasión, las horas extra no cuadraban con los registros de entrada y salida

—Aquí veo que han habido varias semanas de horas extras no declaradas —dijo Javier, alzando la vista para mirar a Serafín, cuyo rostro empezaba a adquirir el mismo color que el bolígrafo rojo con el que llevaba años "corrigiendo" los horarios de la plantilla , ajustando siempre las cuentas a su favor.

—Horas extras… bueno, sí, a veces los muchachos se ofrecen por el bien de la empresa, ya sabe. Somos como una gran familia —dijo Serafín, con su mejor tono de "paternalismo empresarial".

—Eso está muy bien, pero esas horas deben ser remuneradas correctamente, señor Martínez. Y, además, su plantilla parece trabajar en condiciones un poco... ajustadas —dijo el inspector, mientras señalaba las sillas desvencijadas y el ventilador que giraba lentamente en un rincón, como si fuera el último superviviente de una guerra olvidada.

Mientras Javier tomaba nota, Pepito apareció de repente en la planta baja, con una sonrisa radiante.

—Inspector, si me lo permite, me gustaría hablarle de la idea de implementar coches autónomos para mejorar la eficiencia del personal. ¡Podríamos reducir las horas extra! —dijo Pepito, con una energía completamente fuera de lugar.

Javier lo miró con una mezcla de sorpresa y confusión, y Serafín se llevó una mano a la cara.

—Gracias, joven, pero estamos revisando cosas más… inmediatas, como el bienestar de los trabajadores —dijo Javier, sin disimular la incomodidad, mientras miraba de reojo a los empleados que, en ese momento, parecían más parte del mobiliario

 

Al final del día, Javier entregó un informe preliminar a Don Serafín.

—Voy a tener que recomendar algunas mejoras, señor Martínez. Su plantilla necesita mejores condiciones, y habrá que ajustar esas horas extras. Le doy una semana para que empezar a solucionarlo —dijo Javier, con un tono que no dejaba lugar a discusiones

Cuando el inspector se fue, Serafín se sentó en su despacho, mirando la libreta en la que llevaba años anotando las cuentas.

—Ajustes, dice… —murmuró, mientras la vieja cafetera hacía un ruido de protesta desde la esquina.

Serafín la miró, suspiró y dijo: —Ajustes... Mira, mejor empieza por ajustar esa cafetera antes de que nos denuncien por intoxicacion.

—Cafetera nueva... Mira, mejor empieza por encontrarme dónde están las vueltas de más de la máquina del café

Y así, en "Martínez e Hijos", la rutina seguía, con promesas de mejoras que nunca parecían llegar y una cafetera que, por alguna razón, seguía sirviendo café frío.


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