"Negocios
de Familia - Capítulo 2: La Inspección"
Era una mañana
cualquiera en "Martínez e Hijos", es decir, una mañana en la que los
empleados intentaban mantener el ritmo de trabajo mientras esquivaban las
miradas críticas de Don Serafín. Pero ese día, algo distinto se cocía en el
aire. Lola, la secretaria, entró a la oficina de Serafín con una expresión más
nerviosa de lo normal.
—Don Serafín,
acaban de llamar. Va a venir una inspección de trabajo… hoy —dijo, mientras sus
manos temblaban ligeramente.
Serafín, quien
estaba en plena faena retocando una hoja de cálculos a mano (su versión de la
contabilidad moderna), levantó una ceja y mirándola dijo
—¿Una inspección?
¿Aquí? ¿Qué creen que van a encontrar? —preguntó, sin disimular su irritación
Lola pensó en
responder, pero rápidamente se dio cuenta de que cualquier cosa que dijera solo
podría empeorar la situación.
En la planta baja,
los trabajadores ya se habían enterado y el rumor volaba entre los pasillos.
Juan, el operador más veterano, se acercó a Pedro, un joven que acababa de
cumplir su primer año en la empresa.
—Muchacho, ve
preparando las escobas y, por lo que más quieras, no hables mucho. Si te preguntan
algo, tú solo sonríe y di que todo va de maravilla —le aconsejó Juan con aire
de sabiduría.
—Pero ¿qué pasa si
me preguntan sobre las horas extras? —respondió Pedro, nervioso.
—Horas extras,
sí... Di que aquí hacemos horas de meditación, gracias a las clases de yoga de
Lola —contestó Juan con una sonrisa
Pepito, que había
pasado toda la mañana mirando vídeos de coches, se acercó a la oficina de su
padre
—Papá, ya que
viene una inspección, ¿por qué no les impresionamos con algo tecnológico?
Podríamos decirles que estamos probando un sistema de gestión 4.0
—¡Sistemas de
gestión 4.0! Lo que van a ver aquí es un sistema de gestión 1940, que es lo
único que ha funcionado desde que esta empresa existe. A mí no me vienen con
modernidades ni con "nubes". Aquí lo que flota es el sudor de la frente,
y eso es lo que cuenta —replicó Serafín, volviendo a sus números.
—Papá, ya que
viene una inspección, ¿por qué no les impresionamos con algo tecnológico?
Podríamos decirles que estamos probando un sistema de gestión 4.0.
—A lo mejor lo que
deberían inspeccionar es tu sistema de trabajo 0.0 —bufó Don Serafín—. Aquí lo
único que necesitamos es que la gente trabaje, no que invente chorradas.
Javier empezó la
inspección revisando las condiciones de la oficina. Los ordenadores parecían
más anticuados que las calculadoras de los años 80, y en un rincón había una
cafetera que llevaba rota meses. Serafín observaba cada movimiento del
inspector como un halcón, convencido de que todo saldría bien. Pero en la
planta de producción, las cosas eran diferentes.
—Veamos los
registros de las jornadas laborales —pidió Javier, mientras Lola, tras un
segundo de pánico, sacaba una carpeta manoseada que parecía haber pasado por
varios procesos de "ajuste" y más retoques que una obra en restauración.
—Aquí tiene, todo
en orden —dijo, cruzando los dedos por debajo de la mesa
El inspector
revisó la carpeta y se dio cuenta de que las hojas parecían reescritas varias
veces. En más de una ocasión, las horas extra no cuadraban con los registros de
entrada y salida
—Aquí veo que han
habido varias semanas de horas extras no declaradas —dijo Javier, alzando la
vista para mirar a Serafín, cuyo rostro empezaba a adquirir el mismo color que
el bolígrafo rojo con el que llevaba años "corrigiendo" los horarios
de la plantilla , ajustando siempre las cuentas a su favor.
—Horas extras…
bueno, sí, a veces los muchachos se ofrecen por el bien de la empresa, ya sabe.
Somos como una gran familia —dijo Serafín, con su mejor tono de
"paternalismo empresarial".
—Eso está muy
bien, pero esas horas deben ser remuneradas correctamente, señor Martínez. Y,
además, su plantilla parece trabajar en condiciones un poco... ajustadas —dijo
el inspector, mientras señalaba las sillas desvencijadas y el ventilador que
giraba lentamente en un rincón, como si fuera el último superviviente de una
guerra olvidada.
Mientras Javier
tomaba nota, Pepito apareció de repente en la planta baja, con una sonrisa
radiante.
—Inspector, si me
lo permite, me gustaría hablarle de la idea de implementar coches autónomos
para mejorar la eficiencia del personal. ¡Podríamos reducir las horas extra!
—dijo Pepito, con una energía completamente fuera de lugar.
Javier lo miró con
una mezcla de sorpresa y confusión, y Serafín se llevó una mano a la cara.
—Gracias, joven,
pero estamos revisando cosas más… inmediatas, como el bienestar de los
trabajadores —dijo Javier, sin disimular la incomodidad, mientras miraba de
reojo a los empleados que, en ese momento, parecían más parte del mobiliario
Al final del día,
Javier entregó un informe preliminar a Don Serafín.
—Voy a tener que
recomendar algunas mejoras, señor Martínez. Su plantilla necesita mejores
condiciones, y habrá que ajustar esas horas extras. Le doy una semana para que
empezar a solucionarlo —dijo Javier, con un tono que no dejaba lugar a
discusiones
Cuando el
inspector se fue, Serafín se sentó en su despacho, mirando la libreta en la que
llevaba años anotando las cuentas.
—Ajustes, dice…
—murmuró, mientras la vieja cafetera hacía un ruido de protesta desde la
esquina.
Serafín la miró,
suspiró y dijo: —Ajustes... Mira, mejor empieza por ajustar esa cafetera antes
de que nos denuncien por intoxicacion.
—Cafetera nueva...
Mira, mejor empieza por encontrarme dónde están las vueltas de más de la
máquina del café
Y así, en
"Martínez e Hijos", la rutina seguía, con promesas de mejoras que
nunca parecían llegar y una cafetera que, por alguna razón, seguía sirviendo
café frío.
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