jueves, 11 de abril de 2019

Inmigracion - No vale con soltarles en las calles



Menores esnifando pegamento en las calles de Barcelona, un serio problema

Lo habíamos visto otras veces en el centro de Barcelona pero nunca antes habíamos encontrado a un niño de tan solo 8 años, completamente drogado por la mañana cuando tendría que estar en clase.
El niño busca constantemente la bolsa para llevársela a la boca. Un menor que por ley tendría que estar tutelado por la Generalitat y escolarizado.

Menores procedentes de Marruecos, que duermen en una chabola de Montjuic: “Duermo en la calle, no tengo dinero para comer, no tengo nada”.

El pegamento lo esnifan para evadirse, para quitarse el hambre, pero tiene efectos devastadores en su cerebro y los vuelve agresivos. Los vecinos está hartos de sus continuas
peleas, de verles intentando robar, en este caso  una bicicleta.
Y mientras, nadie pone una solución al problema más allá de tirarles unas bolsas, que no tardan en volver a conseguir.

Fuga autodestructiva


"Han venido solos hasta aquí, son muy autónomos, les cuesta aceptar la autoridad", subraya el vicepresidente del Col·legi d'Educadors SocialsLluís Vila, que apunta que el mercado laboral y la ley de extranjería -que no les permite trabajar hasta los 18 años- tampoco ayudan. "Han hecho un trayecto durísimo hasta aquí para gozar de la vida occidental, el hecho de averiguar que no va a ser ni rápido ni fácil dispara sus fugas a una vida en la calle y el dinero fácil", explica Vila. Solo así logran algunos 'éxitos', que difunden por las redes sociales vistiendo un chándal caro o bambas de marca. "Es su forma de decir a sus padres que no han fracasado". Pero también el carburante para el 'efecto llamada' que atrae a otros chicos a Barcelona.

Otro factor determinante está en la saturación de los centros de acogida, la falta de educadores sociales y la elevada rotación de los menores por los distintos equipamientos de la DGAIA. "Para que crean en ti necesitas que te acepten como un referente. Falta tiempo", explica Loli Rodríguez, responsable de la Fundación IDEA, que gestiona diversos centros tutelados. "Hacemos de vigilantes, no de educadores", lamenta Vila.

"Algunos jóvenes han desarrolldado un trastorno de la personalidad límite. Drogarse y robar son formas de autolesionarse para aliviar su frustración", señala Rodríguez. Según ella, la única solución es ingresarlos en centros terapéuticos o CREI (centros educativos con libertad restringida). Pero actualmente resulta "imposible" conseguir plazas. 

Una prioridad policial 


Mientras la Generalitat, tutora legal de los menores, trata de resolver la crisis, los adolescentes consumen cola, que tiene consecuencias devastadoras para un cerebro infantil, y se han convertido en un problema de seguridad ciudadana. "Porque de los hurtos pronto pasan a los robos con violencia", subrayan fuentes policiales, que también admiten sin tapujos que se han convertido en una "prioridad" para los Mossos.

Cuatro meses después del reportaje de este diario, siguen donde estaban. Durante la pasada noche del 3 al 4 de enero, una quincena de ellos descansaba en los bancos una vez los accesos principales del recinto, "el parque verde" lo han bautizado ellos, ya estaban cerrados. Inhalaban compulsivamente los vapores tóxicos de la cola o del disolvente -en bolsas de plástico o calcetines- para no tener "miedo, hambre o frío", según los educadores. La intoxicación afloró en algunas actitudes agresivas como peleas o lanzamientos de piedras. Sobre la una de la madrugada, el colectivo de Sant Pau se desplazó hasta Montjuïc, adonde llegaron cargando somieres y maderas para reconstruir el campamento que les han desmantelado recientemente, tras ser publicada su existencia por este diario.

Dormir en Montjuïc, robar en el Port Olímpic 


En el barrio del Poble Sec, y en concreto en la zona más cercana de la montaña, en la que se asentaron con maderas y colchones, los comerciantes están denunciando su acoso. Una mujer que lleva más de 30 en un colmado de la calle de Vila i Vilà explica que la 'visitan' continuamente. "Entran, cogen lo que quieren y se van corriendo", relata. En dos ocasiones durante el forcejeo la tiraron al suelo y ha optado por atender a los clientes con la puerta del establecimiento cerrada si está sola. "Pero si no pueden entrar, me la llenan de escupitajos". Según fuentes policiales, no obstante, los delitos más graves los cometen en el distrito de Sant Martí, sobre todo en la zona de ocio del Port Olímpic, robando a turistas ebrios. Los Mossos activaron el pasado 28 de diciembre un dispositivo conjunto de este distrito y el de Ciutat Vella para tratar de contener la ola de hurtos y tirones que se ha detectado tanto en este lugar como en el barrio del Poblenou y en Diagonal Mar. Por su parte, la DGAIA trabaja en el desarrollo de un plan piloto para identificarlos y asistirlos en materia de alimentación, atención psicológica y sanitaria en la capital catalana. 


Los Mossos observan con preocupación la realidad de Francia, un país que comenzó a recibir olas de menores desamparados en cifras proporcionalmente parecidas a las que afronta en el futuro Catalunya. La mala adaptación de un número grande de ellos ha acabado provocando en este país la existencia de una bolsa no despreciable de jóvenes desarraigados, drogodependientes y condenados a la delincuencia que, en algunos casos, son presas fáciles de las redes de captación del terrorismo yihadista. El reto que afronta la Generalitat, responsable de todos ellos, es gigantesco. Francia indica que si no se halla la manera de integrarlos, se convierten en un problema de seguridad cada vez mayor.
 

 

2 comentarios:

  1. Para algunos gobiernos autonómicos resultó muy fácil acoger en algún puerto de su competencia a barcos de las ONG que salvan vidas de emigrantes en el mar.

    Pero una vez identificados y alojados en alberges había que proporcionarles las atenciones que precisen, más los recursos económicos son escasos al igual que los trabajadores sociales encargados de este menester.

    Para muchos jóvenes emigrantes – algunos en edad infantil – el oasis del primer mundo solo es un espejismo, la realidad con la que se encuentran en los países de acogida les ha derrotado y vagan por calles y plazas sin rumbo ni esperanzas.

    Las autoridades que acogieron a estos jóvenes y niños, sopesaron más la publicidad dicha acogida les proporcionaba a ellos, que la falta de todos los recursos financieros y sociales que estas personas necesitan.

    Entristece ver a los niños esnifando pegamento por las calles de Barcelona, o por cualquier otra población, pero lo más triste de todo es comprobar la inacción de las instituciones públicas – las cuales ostentan la tutela de los menores – pero que cuando los periodistas y cámaras de TV ya no les prestan su atención, parece que se olvidaron de sus promesas iniciales para aquella pobre gente que huía en busca de mejores oportunidades de vida.


    Saludos:

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    1. Mejores oportunidades de vida, seguro que así no las encuentran.
      Los Ayuntamientos y Gobiernos deberían de movilizarse para frenar este absurdo.
      Un Abrazo Amigo!!!!

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