Así
es como las empresas se lucran con tus datos
Cambiar de
seguro, informarse sobre la oferta de Internet de la tele, mirar el precio de
alarmas para el hogar o descargar una “app” para hablar con los amigos son
decisiones del día a día que, sin saberlo, pueden hacer que nos arrepintamos
del momento en que las tomamos. Y las empresas lo saben.
Una acción
inocente como la de buscar un viaje o pedir un presupuesto e indicar nuestro
email y teléfono a cambio de esa información nos convierte en leads. En
español: clientes potenciales. En jerga empresarial: oro.
No en vano,
nuestros datos son la moneda de cambio con la que acceder a servicios que de
otra manera deberíamos pagar. Hecho que no implica que las empresas puedan
ganar dinero aunque no les paguemos en ese momento, pues poseen algo más
valioso: nuestros datos.
Compras de
bases de datos, cesión de estos entre empresas del mismo o distinto grupo,
antiguos empleados que optan por utilizar ‘una cartera propia’ o una venta de
información a un tercero son solo uno de los procesos que culminaron con una
compra por nuestra parte. Un ejemplo sería esa cámara que compramos por
Internet la semana pasada y que nos enviaron anteayer junto con la satisfacción
de encontrar “lo que buscábamos”.
Esa misma que
“vimos por casualidad” en la Red después de indicar en Facebook que somos
amantes de la fotografía y tras un comentario en una tienda online
del último móvil que adquirimos. Esto es solo el caso más benévolo, pues no
sufrimos ‘acoso publicitario’ durante el trayecto u otras suertes más
retorcidas.
Quizá más de
uno quite hierro al trajín de los datos personales; pero ¿sabemos cuán valiosos
son en realidad? La respuesta es alarmante: la presidencia de los Estados
Unidos. Al menos, eso es lo que aprendimos de Mark Zuckerberg y de Donald
Trump.
EL CASO FACEBOOK
Una red social
que no requiere un solo euro por parte de los usuarios para estar en contacto
con las amistades, encontrar trabajo o ligar a base de mensajes y fotos parece
una ganga. En realidad es un verdadero trueque de nuestra intimidad con cada
renglón o foto que publicamos.
Esto se
traduce en publicidad sesgada y personalizada que ha sido usada con ánimo de
lucro o fines similares por terceros. Resumen rápido y grosso modo
del escándalo que acabó con Donald Trump en el Despacho Oval y con Mark
Zuckerberg con sus mejores galas ante el Congreso de los EEUU.
Una vulneración
de los datos de millones de ciudadanos recogidos en una empresa billonaria,
cuyo activo es nuestra privacidad. Un potencial casi ilimitado en esta nueva
era para las empresas, aunque no todos los casos no son tan sutiles.
Mark
Zuckerberg, entrando a declarar en el Congreso de los EEUU. Foto: Andrew
Harrer/Bloomberg
Este
hecho fue el detonante perfecto para poner en marcha el Reglamento General de
Protección de Datos de la Unión Europea (GDPR) dos años después de su
aprobación. En España, este reglamento sustituye a la Ley Orgánica de
Protección de Datos (LOPD). El objeto es evitar lo acaecido con Facebook en el
Viejo Continente.
¿EL GDPR MANTENDRÁ A RAYA A LAS EMPRESAS?
Es
lo que se intentará conseguir, pues basta con un teléfono o el email para que
estas comiencen a girar la rueda. Las empresas, desde las pymes hasta las
multinacionales, se dejan la piel por contactar con clientes potenciales. Unos
acabarán contratando los servicios de inmediato, algunos lo harán más adelante,
otros llegarán por referencias de los propios leads.
Los caminos para llegar a estos clientes potenciales son
diversos y en algunos casos dudosos: las Páginas Amarillas, otras bases de datos,
antiguos clientes, vecinos, amables, referencias, una tarjeta de visita o
cualquier anuncio a pie de calle, ya sea en un coche de empresa o los pegados
en farolas y marquesinas, son formas de generar esos leads. La cuestión es saber qué
podemos esperar del GDPR.
En
primer lugar, el nuevo reglamento europeo rebaja la edad mínima de catorce a
trece años en cuanto al tratamiento de datos de los menores. También establece
que nuestro consentimiento en
cuanto al uso de nuestros datos debe ser explícito y afirmativo,
siempre y cuando se nos haya especificado qué usos les darán a nuestros datos y
el por qué. Este debe estar enmarcado en el ámbito de actuación de la empresa y
restringido a la misma materia. En resumen, nos ‘obliga’ a aceptar la
publicidad o el uso de nuestros datos.
En
cuanto a los datos que cubre el reglamento, se mantienen los ya recogidos por
la LOPD: nombre, dirección o formas de contacto entre otros. A ellos les
sumaremos nuestros datos biométricos y genéticos desde el pasado 25 de mayo.
Es
cierto que el cambio obliga a que exista un registro interno de actividades y
gestión de datos, así como una garantía demostrable de que su tratamiento se
ciñe al GDPR y se respeta la privacidad. Pero no aclara nada a los consumidores más allá de comprometer a
que cada compañía debe diseñar y adoptar las medidas oportunas de seguridad.
Es decir, sigue existiendo cierta opacidad.
Por
otro lado, la responsabilidad pasa a ser proactiva, por lo que la empresa es la
responsable de aplicar los principios de privacidad durante todo el proceso.
Asimismo, tienen un margen de
72 horas para notificar brechas de seguridad o fugas de datos,
sea por algún hacker
o negligencia, en caso de conocerse.
De
incumplir el reglamento, las empresas pueden ser sancionadas con una multa de
hasta veinte millones de euros o el cuatro por ciento de su actividad anual del
ejercicio anterior. Cantidades nada desdeñables en comparación con el tope de
600.000 euros estipulado en la LOPD. Un incentivo que no implica que sea
infalible en todos los casos.
Además,
el GDPR establece en
múltiples supuestos la obligatoriedad de un delegado de protección de datos.
Este debe poseer conocimientos especializados hasta en el campo de la
seguridad. Por ejemplo, las empresas del sector financiero y de ámbitos
similares requieren la presencia de este delegado.
En
la teoría y en el marco legal todo parece mucho más estructurado; los gobiernos
ven aumentadas sus competencias y se recogerán los derechos a la portabilidad
de datos y al olvido. Pero, ¿será realmente efectivo para evitar casos como el
de Facebook? ¿Realmente cambiará algo? Por desgracia, no tanto como cabría
esperar, ya que se mantendrán viejos ‘vicios’.
PRÁCTICAS DUDOSAS
A
casi todos nos habrá ocurrido que sin haber contactado previamente con alguna
de las operadoras que comercializan sus productos en España, estas nos habrán
contactado con sus nuevas ofertas. Puede ser a nuestro móvil o al fijo, e
incluso a los terminales de empresa.
Este
contacto puede ocurrir mensualmente o semestralmente, y en ninguno de los casos se nos facilita cómo
han obtenido nuestro teléfono. Solo responden con divagaciones:
una búsqueda en su web que no recordamos o un contacto del titular de otro
contrato. De ser cierto, nunca dimos nuestro consentimiento para esa clase de
contacto, al menos explícitamente. Es en este momento cuando adquieren
relevancia esos caminos para conseguir leads
que indicamos con anterioridad.
Cuando
este contacto pasa a ostentar una cierta agresividad, y las interacciones se
producen con un agente, corredor o bróker que nos ofrece una gran oportunidad
de negocio o un servicio revolucionario, lo mejor es desconfiar. Casi seguro
que nos encontramos ante una estafa y hayan
pagado generosas cantidades para adquirir una base datos o bien
se valieran de alguna de dominio público, como las Páginas Amarillas.
Por
lo general, no nos tratarán de vender el producto en la primera llamada, pero
nos acotarán un tiempo determinado para decidirnos así como algún ‘premio’. De
ser necesario, también nos
darán algunas ‘píldoras’ a lo largo de los dos o tres días venideros durante
los que nos llamarán. Su objetivo es ganarse nuestra confianza
tras haber empatizado con nosotros. Hecho que aprovecharán en ocasiones para
pedirnos un correo y así lanzarnos un gancho.
También
existen empresas que deciden optan por una mayor agresividad, lo que les lleva
a acosar a los clientes en algún punto. Bien puede ser por anomalías en los
sistemas informáticos, o de manera intencional. En cualquier caso es molesto, y a veces solo se puede remediar con el
ingreso en la lista Robinson. Tratamiento que no siempre se
respeta.
Esta
estrategia trata de forzar la venta desde la primera llamada. Ya sea yendo a su
hogar tras el contacto o durante la conversación. Las tácticas para conseguirlo
son variadas, pero siempre se
apela a los sentimientos de los clientes potenciales:
necesidad, envidia o miedo.
Lamentablemente
para los consumidores, en España existen varios casos que se corresponden con
los ejemplos anteriormente mencionados. Una de las empresas que se ve envuelta
con mayor frecuencia en esos casos es Securitas Direct.
La
compañía de alarmas de origen sueco, que cuenta con más de dos millones de
clientes en el mundo, y solo un millón de ellos son de España, basa su agresiva técnica de venta en el
miedo y en la opacidad. Además, está siendo investigada por la
UCO en España por presunto blanqueo de capitales, así como por las autoridades
italianas al sospechar que está vinculada al crimen organizado.
El LUCRO DE SECURITAS DIRECT CON LOS DATOS
Además
de frentes abiertos con la justicia como la sentencia de 2015 en la que se le
condenó a pagar cerca de 800.000 euros a las aseguradoras por la inacción de
sus equipos durante el robo, Securitas
Direct tiene otros pleitos relacionados con la privacidad de los datos de sus
clientes, resultado de su metodología y de una alta rotación de
personal.
El
procedimiento de Securitas Direct se basa en tres apartados. Estos comienzan
con la recogida de datos de los clientes potenciales, le sigue el contacto que
se mantiene con ellos hasta la venta, y finaliza el tratamiento de los datos
personales tras esta.
Los
clientes potenciales online
se gestan a través de Internet al rellenar un formulario y disponer su
teléfono. Todo gracias a una
política de precios opaca que rara vez se desvela antes de que
el comercial visita el inmueble.
¡En
cuanto a la manera de conseguir leads
‘offline’, se agudiza el ingenio. La publicidad basada en el ‘miedo’ se
convierte en el argumento de los comerciales. Con el robo y la okupación como
punta de lanza, han llegado a ser amonestados por ayuntamientos al desplegarse
bloque por bloque comunicando falsos avisos de robo. Un ejemplo de las variadas
argucias de las que se valen.
A
este primer paso le sigue el contacto telefónico. Los ya clientes sabrán cómo
ha evolucionado el guion comercial con cierto paralelismo al miedo que
transmiten los comerciales. La
ausencia de filtros en la etapa anterior deriva en llamadas a personas que han
expresado no querer recibir ningún tipo de contacto o que no
están interesadas en el servicio, incluso a los mismos clientes de la compañía
o a personas que no se corresponden con el contacto.
Es
cierto que esta situación es más común de lo que creemos en nuestro país, tanto
como que las empresas tengan objetivos que cumplir. El problema reside en que
cuando se prioriza lo segundo se llega a unos extremos poco agradables para los
consumidores antes de que se formalice una venta. Algo bastante común según los
testimonios de los afectados por Securitas Direct.
Desconfianza, publicidad negativa y hasta denuncias por acoso
telefónico son una consecuencia de su procedimiento. No en vano se han dado
casos de que presentar una oposición reiterada a contratar el servicio ha
conllevado media decena de llamadas al día durante una semana, o incluso
reclamaciones de personas contactadas que están inscritas en la lista Robinson.
Situación que no atisba mejora con la llegada del GDPR.
Y
es a partir de aquí, de la venta de sus productos, cuando más se enturbia todo
lo relacionado con Securitas Direct. En especial en los medios que usa para
proteger, respetar y enriquecerse a costa de los datos de sus clientes. Una
queja reiterada desde 1998, pues hablamos de la dirección de estos, nombres y
apellidos; teléfonos, datos bancarios que constan completos, DNI y palabras
clave, entre otros.
Los
testimonios de los consumidores inundan las redes junto a las demandas por
estafa. Se denuncian
prácticas como falsificar la firma de clientes en las tablets de los comerciales para
que les conceda un préstamo la entidad financiera colaboradora, el envío del
contrato pasando los quince días legales de desistimiento, no registrar los
contratos originales en el Ministerio del Interior y apilarlos en cajas a la
vista de terceros mientras circulan sin control.
Situación
que se agrava al conocer que la competencia se ha beneficiado de más de 100.000
nuevas altas tras entregarle Securitas Direct contratos de sus clientes, y al
trascender que la compañía presuntamente facilitó códigos de seguridad a cambio
de dinero al Niño Juan, un conocido delincuente, para que pudiera llevar a cabo
butrones y asaltos similares. Hechos conocidos gracias a los medios
audiovisuales de nuestro país, y documentación a la que hemos tenido acceso.
Desde
Intersindicalmadrid.es se ha dado voz a estas irregularidades, hasta el punto
de demostrar que personas
ajenas a Securitas Direct tienen los datos de más de 400.000 clientes con sus
contratos originales. Hablamos de que casi la mitad de la
clientela que atesora la empresa en España tiene sus datos personales en manos
de terceros.
A
la luz de los hechos, lo mejor es pensarse dos veces a quién le facilitamos
nuestros datos y por qué. Asimismo, lo más conveniente es que como consumidores
seamos consecuentes con nuestras decisiones y sepamos cómo responder y a quién
acudir en caso de que sea necesario. Al fin y al cabo, nuestros datos son oro
para las empresas; pero nuestra privacidad, el mayor tesoro que tenemos.
El asunto del comercio de datos personales no es nuevo y seguirá siendo noticia por mucho tiempo. Yo mismo me he preguntado en más de una ocasión, y tras recibir un correo postal en mi domicilio, de sociedades mercantiles con la que no he mantenido ningún tipo contacto. Y como es posible que dichas empresas tenga acceso a mis datos personales y lo más intrigante ¿Hasta dónde llega la información que tienen sobre mí persona?
ResponderEliminarPor suerte el buzoneo postal ha decaído mucho a causa de los gastos de franqueo, en su lugar han ganado peso la comunicación telefónica, Internet y las redes sociales.
El caso es que si la anterior ley sobre protección de datos (LOPD) no libró a los consumidores de los abusos del comercio de nuestros datos, mucho me temo que el nuevo reglamento europeo sobre la materia (GDPR) tampoco conseguirá mejorar nuestra defensa sobre el tema.
En mi caso he decidido ejercer yo mismo mi propia defensa y puesto que demandar, donde corresponda, el borrado de mis datos personales no consentidos es complejamente difícil, he decidido pasar a la acción.
Luchar contra las molestas llamadas telefónicas, me resulto relativamente fácil, simplemente no atendiendo llamadas de larga distancia, y en el móvil bloqueando dichos números telefónicos.
En Internet o redes sociales procurando usar datos ficticios o anacronismos y por supuesto nada de compras por la red. Cuando en el PC una web solicita permiso para rastrear mi ubicación; permiso denegado.
Con el Spam del correo electrónico mi lucha es constante, pero tengo la satisfacción de sentirme vencedor. Gracias al uso de las reglas de filtrado de correos entrantes consigo bloquear las direcciones de correos no deseados.
Da una gran satisfacción cada vez que veo en la papelera tropecientos correos publicitarios que en vez de estar en la bandeja de entrada, terminan sus correrías en la bandeja de basura.
Y con reglamentos o sin ellos la lucha contra el uso anti comercial de los datos personales continuará…
Saludos:
Unas cuantas reglas nos has dado en pocas palabras.
ResponderEliminarSeguire varias de ellas
Gracias Jomaral. un Abrazo!