Crece en España el riesgo de la larva que invade el cerebro
Parece una enfermedad de otros tiempos, un trastorno eliminado del primer mundo. Pero la cisticercosis, la infección que producen en los tejidos las larvas del parásito Taenia solium, sigue existiendo en España y no recibe la suficiente atención. Lo denuncia un estudio que acaban de publicar investigadores del Instituto de Salud Carlos III.
Tras analizar los casos atendidos en hospitales de nuestro país entre 1997 y 2014, y constatar un aumento de los casos -principalmente entre 1998 y 2008-, los investigadores reclaman un sistema de vigilancia estandarizado que permita monitorizar y hacer un seguimiento adecuado de los afectados, algo que, señalan, no existe actualmente.
«Sería importante contar con una estrategia común de recopilación, monitorización e información de los casos para mejorar el conocimiento sobre la enfermedad, reconocer los factores de riesgo para desarrollarla, saber cuál es su distribución y mejorar el control de la enfermedad», apunta Zaida Herrador, investigadora del Centro Nacional de Medicina Tropical del Instituto de Salud Carlos III y primer firmante de la investigación que acaba de publicarse en la revista científica de libre acceso Plos Neglected Tropical Diseases.
Según sus datos, entre 1997 y 2014 se produjeron en España 1.912 hospitalizaciones a causa de la cisticercosis, aunque las cifras reales de la enfermedad podrían ser muy superiores, ya que los registros de las hospitalizaciones por esta afección no son exhaustivos y, además, las estimaciones apuntan a que más del 80% de los casos de cisticercosis cursan de manera asintomática. «No hay datos precisos, ya que es una enfermedad infradiagnosticada y desatendida no sólo en España. También a nivel mundial», lamenta Herrador.
Sin embargo, la infección no es banal; sino que, de hecho, se trata de una de las principales causas prevenibles de epilepsia en todo el mundo. En los países donde el trastorno es endémico, se estima que la infección es responsable de hasta el 30% de los diagnósticos de este trastorno neurológico.
La cisticercosis se produce al ingerir los huevos de un parásito que usa al cerdo como huésped y se denomina Taenia solium. Estas larvas se adhieren a tejidos como los músculos, el cerebro o los ojos y forman quistes cuyas consecuencias pueden ser graves.
La enfermedad no se contrae al consumir carne de cerdo parasitada (teniasis), sino tras entrar en contacto con algún producto contaminado con heces de personas afectadas en las que están presentes los huevos de la tenia.
Es más frecuente en países en desarrollo donde las condiciones de higiene no son adecuadas, pero se sigue viendo en nuestro país -y en toda Europa-, sobre todo desde que se incrementó la inmigración y los viajes desde zonas donde la enfermedad es endémica, como gran parte de de América Latina, el África Subsahariana y regiones de Asia y Oceanía, indican los investigadores.
«Se está convirtiendo en un problema creciente de salud pública también en los países de altos ingresos, principalmente en comunidades donde las condiciones de higiene son pobres y, en consecuencia, favorecen la diseminación de los huevos del parásito», señalan en el trabajo.
En España, según los datos del trabajo, se produjo un aumento de los casos entre 1998 y 2008, coincidiendo con un aumento del flujo migratorio. A partir de ese año, en paralelo también con el regreso de muchas personas a sus países de origen, las tasas de infecciones detectadas decayeron.
Las zonas del país donde se han registrado más afectados han sido Murcia (13,37 hospitalizaciones por 100.000 habitantes), Navarra (10.9/100.000 habitantes) y Madrid (9,32/100.000 habitantes) y los diagnósticos más frecuentes asociados a la infección fueron trastornos del sistema nervioso central, como epilepsia y convulsiones, encefalitis o meningitis.
Con esos datos en la mano, que saben insuficientes, los investigadores reclaman una vigilancia más estructurada que permita realizar una fotografía real de la epidemiología de la enfermedad en el país.
«La mejora de las condiciones higiénicas y de las inspecciones sanitarias ha sido clave para el control de la enfermedad. Se llevan a cabo en todos los países europeos siguiendo la legislación vigente. Aún así, pueden existir otras formas de contagio que requieren más vigilancia, como los portadores sanos», expone Herrador.
La Directiva Europea 2003/99/EC recomienda la monitorización de la cisticercosis, pero muchos países de la UE siguen sin informar adecuadamente de la epidemiología de la enfermedad, lamentan los investigadores.
«Sería importante contar con una estrategia común de recopilación, monitorización e información de los casos para mejorar el conocimiento sobre la enfermedad, reconocer los factores de riesgo para desarrollarla, saber cuál es su distribución y mejorar el control de la enfermedad», apunta Zaida Herrador, investigadora del Centro Nacional de Medicina Tropical del Instituto de Salud Carlos III y primer firmante de la investigación que acaba de publicarse en la revista científica de libre acceso Plos Neglected Tropical Diseases.
Según sus datos, entre 1997 y 2014 se produjeron en España 1.912 hospitalizaciones a causa de la cisticercosis, aunque las cifras reales de la enfermedad podrían ser muy superiores, ya que los registros de las hospitalizaciones por esta afección no son exhaustivos y, además, las estimaciones apuntan a que más del 80% de los casos de cisticercosis cursan de manera asintomática. «No hay datos precisos, ya que es una enfermedad infradiagnosticada y desatendida no sólo en España. También a nivel mundial», lamenta Herrador.
Sin embargo, la infección no es banal; sino que, de hecho, se trata de una de las principales causas prevenibles de epilepsia en todo el mundo. En los países donde el trastorno es endémico, se estima que la infección es responsable de hasta el 30% de los diagnósticos de este trastorno neurológico.
La cisticercosis se produce al ingerir los huevos de un parásito que usa al cerdo como huésped y se denomina Taenia solium. Estas larvas se adhieren a tejidos como los músculos, el cerebro o los ojos y forman quistes cuyas consecuencias pueden ser graves.
La enfermedad no se contrae al consumir carne de cerdo parasitada (teniasis), sino tras entrar en contacto con algún producto contaminado con heces de personas afectadas en las que están presentes los huevos de la tenia.
Es más frecuente en países en desarrollo donde las condiciones de higiene no son adecuadas, pero se sigue viendo en nuestro país -y en toda Europa-, sobre todo desde que se incrementó la inmigración y los viajes desde zonas donde la enfermedad es endémica, como gran parte de de América Latina, el África Subsahariana y regiones de Asia y Oceanía, indican los investigadores.
«Se está convirtiendo en un problema creciente de salud pública también en los países de altos ingresos, principalmente en comunidades donde las condiciones de higiene son pobres y, en consecuencia, favorecen la diseminación de los huevos del parásito», señalan en el trabajo.
En España, según los datos del trabajo, se produjo un aumento de los casos entre 1998 y 2008, coincidiendo con un aumento del flujo migratorio. A partir de ese año, en paralelo también con el regreso de muchas personas a sus países de origen, las tasas de infecciones detectadas decayeron.
Las zonas del país donde se han registrado más afectados han sido Murcia (13,37 hospitalizaciones por 100.000 habitantes), Navarra (10.9/100.000 habitantes) y Madrid (9,32/100.000 habitantes) y los diagnósticos más frecuentes asociados a la infección fueron trastornos del sistema nervioso central, como epilepsia y convulsiones, encefalitis o meningitis.
Con esos datos en la mano, que saben insuficientes, los investigadores reclaman una vigilancia más estructurada que permita realizar una fotografía real de la epidemiología de la enfermedad en el país.
«La mejora de las condiciones higiénicas y de las inspecciones sanitarias ha sido clave para el control de la enfermedad. Se llevan a cabo en todos los países europeos siguiendo la legislación vigente. Aún así, pueden existir otras formas de contagio que requieren más vigilancia, como los portadores sanos», expone Herrador.
La Directiva Europea 2003/99/EC recomienda la monitorización de la cisticercosis, pero muchos países de la UE siguen sin informar adecuadamente de la epidemiología de la enfermedad, lamentan los investigadores.
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