¿Por qué hay
gente que roba por placer?
Hace unos años
el caso de la actriz Winona Ryder fue destacado. Sufrió la
incomprensión del público después de que la cogieran robando ropa.
Podía pagarla sin
problema, no lo hizo y eso le arruinó la carrera. Quien no se
interesó más no supo que también tenía problemas de ansiedad y
depresión.
Casos como el
suyo, o el de la también actriz Lindsay Lohan, son paradigmáticos de la
cleptomanía. Personas (normalmente de poder adquisitivo alto)
roban sin una motivación económica o utilitaria. No tienen nada que
ver con el ladrón habitual, que lo hace por necesidad o avaricia.
Por
qué alguien necesita robar
La cleptomanía es una adicción,
como puede ser la ludopatía o el alcoholismo, con los que tiene
bastantes puntos en común. Los que la sufren sienten una gratificación
en el mero hecho de robar.
Es una pulsión que
no pueden evitar y que solamente se consigue reconducir con la ayuda de
un profesional.
Con el acto del
robo consiguen reducir esa ansiedad aunque en muchas ocasiones
el cleptómano luego se siente mal, a veces con remordimientos
y otras por el miedo a que puedan pillarlo.
Características
del cleptómano
Según la
psicóloga Helena Romeu, “hay una serie de características
psicológicos que suelen aparecer en este tipo de personas”.
- Baja
atención a las normas. Las
conocen pero no les importa incumplirlas. Se desentienden del prejuicio
que puedan hacer a otros. Son tramposos y no dudarán en mentir y negar los
hechos.
- Poca
autoestima. Necesitan actos
como el robo para sentirse bien con ellos mismos. Demostrarse que son más hábiles que los
demás y pueden conseguir las cosas sin pagarlas.
- Déficit
en el control de los impulsos.
La necesidad del robo es irrefrenable, pese a que el objeto en sí le sea
irrelevante.
- Dificultad
de experimentar placer. Se
refugian en esta u otras adicciones para lograr lo que es una
insatisfacción habitual.
Qué
hay que hacer cuando se descubre
Para empezar hay
que asegurarse. Puede ser un joven haciendo una chiquillada. “Ha
de ser una conducta repetitiva y sin género de dudas”, apunta el
psiquiatra Guillermo Ponce, director médico de ITACAred.
Si se detecta, lo
primero es hablarles con naturalidad. “No hay que juzgar
en ningún caso”, remarca el doctor Ponce. Se les ofrece la opción de
ayudar y abrirles la posibilidad de que vayan a un especialista.
“Es
fundamental que el afectado sea consciente de su problema y sea él quien voluntariamente quiera solucionarlo. Es la manera de que el tratamiento sea efectivo”, recalca la psicóloga Romeu.
¿Al
psicólogo o al psiquiatra?
Dependerá
de cada caso y qué hay detrás de
esa cleptomanía. Puede ser un mero trastorno de conducta, que
tratará un psicólogo, ouna patología más seria, como una
depresión, hiperactividad, que requiere medicación y que ya debe
tratar un psiquiatra.
“Lo adecuado
es que sea el propio paciente el que elija primero dónde se siente más cómodo -admite el doctor Ponce-. A veces la
visita al psiquiatra impone más y puede acudir a un psicólogo
para que haga un primer diagnóstico”.
En varias
investigaciones se sostiene que hay un problema de falta de
neurotransmisores, como la serotonina o la dopamina. En esos casos la
medicación (antidepresivos) puede ayudar a solucionarlo.
¿Está
muy extendida la cleptomanía?
Se calcula que en
España un 5% de los hurtos que se producen son debidos
a cleptómanos. De todas formas, es un problema con pocos datos.
No es tan sencillo
cuantificar esta adicción como la de alcohólicos o adictos al juego. Es más
difícil detectarlos. “Sin duda no está tan extendida como otras adicciones”,
aclara el doctor Ponce.
- Se ha de tener en cuenta que
el cleptómano no
tiene tan fácil conseguir su deseo como el bebedor o el
jugador, que sí tiene acceso legal a su obsesión.
- Lo que sí se ha constatado es
que las posibilidades de recaída son grandes
si no se trata bien.
Resultados
del tratamiento
Hay muchos grados
de adicción. Es cierto que sin la colaboración del afectado tiene difícil
solución. Pero es exagerado decir que se trata de un problema incurable,
que se mantiene latente.
Si hay una base
neurofísica clara, como puede ser una depresión o un problema de bipolaridad,
hoy hay medicamentos para tratarlas que pueden ser necesarios
en estos casos.
Sin embargo, si
los rasgos antisociales y de desprecio de las normas lo que reflejan
es un trastorno de personalidad, es cierto que el
tratamiento es más complicado. “Porque la personalidad, una vez
fijada después de la adolescencia, no cambia”, admite la psicóloga Romeu.
Puede refrenarse, autosometerse a normas, pero el problema queda latente.
De ahí que es
bueno que los padres presten atención a los niños en las
etapas infantiles y adolescentes para poder estar atentos ante
cualquier rasgo que recomiende acudir al especialista. El sentido
común nos hará ver la diferencia entre chiquilladas o travesuras y una actitud
descontrolada y asocial.
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