sábado, 28 de abril de 2018

¿ Robar por Placer?



¿Por qué hay gente que roba por placer?


Hace unos años el caso de la actriz Winona Ryder fue destacado. Sufrió la incomprensión del público después de que la cogieran robando ropa.

Podía pagarla sin problema, no lo hizo y eso le arruinó la carrera. Quien no se interesó más no supo que también tenía problemas de ansiedad y depresión.

Casos como el suyo, o el de la también actriz Lindsay Lohan, son paradigmáticos de la cleptomanía. Personas (normalmente de poder adquisitivo alto) roban sin una motivación económica o utilitaria. No tienen nada que ver con el ladrón habitual, que lo hace por necesidad o avaricia.

Por qué alguien necesita robar


La cleptomanía es una adicción, como puede ser la ludopatía o el alcoholismo, con los que tiene bastantes puntos en común. Los que la sufren sienten una gratificación en el mero hecho de robar.

Es una pulsión que no pueden evitar y que solamente se consigue reconducir con la ayuda de un profesional.

Con el acto del robo consiguen reducir esa ansiedad aunque en muchas ocasiones el cleptómano luego se siente mal, a veces con remordimientos y otras por el miedo a que puedan pillarlo.

Características del cleptómano


Según la psicóloga Helena Romeu, “hay una serie de características psicológicos que suelen aparecer en este tipo de personas”.

  • Baja atención a las normas. Las conocen pero no les importa incumplirlas. Se desentienden del prejuicio que puedan hacer a otros. Son tramposos y no dudarán en mentir y negar los hechos.
  • Poca autoestima. Necesitan actos como el robo para sentirse bien con ellos mismos. Demostrarse que son más hábiles que los demás y pueden conseguir las cosas sin pagarlas.
  • Déficit en el control de los impulsos. La necesidad del robo es irrefrenable, pese a que el objeto en sí le sea irrelevante.
  • Dificultad de experimentar placer. Se refugian en esta u otras adicciones para lograr lo que es una insatisfacción habitual.

Qué hay que hacer cuando se descubre


Para empezar hay que asegurarse. Puede ser un joven haciendo una chiquillada. “Ha de ser una conducta repetitiva y sin género de dudas”, apunta el psiquiatra Guillermo Ponce, director médico de ITACAred.

Si se detecta, lo primero es hablarles con naturalidad. “No hay que juzgar en ningún caso”, remarca el doctor Ponce. Se les ofrece la opción de ayudar y abrirles la posibilidad de que vayan a un especialista.

“Es fundamental que el afectado sea consciente de su problema y sea él quien voluntariamente quiera solucionarlo. Es la manera de que el tratamiento sea efectivo”, recalca la psicóloga Romeu.

¿Al psicólogo o al psiquiatra?


Dependerá de cada caso y qué hay detrás de esa cleptomanía. Puede ser un mero trastorno de conducta, que tratará un psicólogo, ouna patología más seria, como una depresión, hiperactividad, que requiere medicación y que ya debe tratar un psiquiatra.

“Lo adecuado es que sea el propio paciente el que elija primero dónde se siente más cómodo -admite el doctor Ponce-. A veces la visita al psiquiatra impone más y puede acudir a un psicólogo para que haga un primer diagnóstico”.

En varias investigaciones se sostiene que hay un problema de falta de neurotransmisores, como la serotonina o la dopamina. En esos casos la medicación (antidepresivos) puede ayudar a solucionarlo.

¿Está muy extendida la cleptomanía?


Se calcula que en España un 5% de los hurtos que se producen son debidos a cleptómanos. De todas formas, es un problema con pocos datos.

No es tan sencillo cuantificar esta adicción como la de alcohólicos o adictos al juego. Es más difícil detectarlos. “Sin duda no está tan extendida como otras adicciones”, aclara el doctor Ponce.

  • Se ha de tener en cuenta que el cleptómano no tiene tan fácil conseguir su deseo como el bebedor o el jugador, que sí tiene acceso legal a su obsesión.
  • Lo que sí se ha constatado es que las posibilidades de recaída son grandes si no se trata bien.

Resultados del tratamiento


Hay muchos grados de adicción. Es cierto que sin la colaboración del afectado tiene difícil solución. Pero es exagerado decir que se trata de un problema incurable, que se mantiene latente.

Si hay una base neurofísica clara, como puede ser una depresión o un problema de bipolaridad, hoy hay medicamentos para tratarlas que pueden ser necesarios en estos casos.

Sin embargo, si los rasgos antisociales y de desprecio de las normas lo que reflejan es un trastorno de personalidad, es cierto que el tratamiento es más complicado. “Porque la personalidad, una vez fijada después de la adolescencia, no cambia”, admite la psicóloga Romeu. Puede refrenarse, autosometerse a normas, pero el problema queda latente.

De ahí que es bueno que los padres presten atención a los niños en las etapas infantiles y adolescentes para poder estar atentos ante cualquier rasgo que recomiende acudir al especialista. El sentido común nos hará ver la diferencia entre chiquilladas o travesuras y una actitud descontrolada y asocial.

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