El hombre que murió
varias veces en diez años y se hizo rico
Mark Olmsted siempre fue el hermano débil. Desde niño,
cuenta en 'GQ', poco tenía que ver con Luke,
el mayor, el fuerte, el deportista.
Probablemente si no hubieran sido hermanos jamás habrían sido amigos. Luke vencía en todo, y era a
él a quien acudía cuando tenía un problema, pues su influencia paterna era
mayor que la de su propio padre. Solo había algo que tenían en común: su
condición sexual, pues ambos eran homosexuales.
En ese sentido,
Mark fue más valiente. Salió del armario en la escuela secundaria.
Corrían los últimos años de la década de los 70 y recibió una llamada de su
hermano, que ya estaba en la universidad: "Soy igual que tú, pero no me
atrevo a decirlo. Sé cómo te sientes". Aquello quizá le
dio fuerzas, pues aunque no se atrevió a aceptar su condición sexual como Mark, le visitó en California
cuando ambos hermanos ya se habían graduado: quería ver cómo era la
ferviente y excitante noche sexual de la costa oeste, y Mark se
comprometió a llevarle a los bares de moda.
Como si fuera una
macabra broma del destino, los dos hermanos que jamás habían tenido
nada en común volvieron a reunirse, tras la confesión de sus gustos, en otra
ocasión en la que, tristemente, también coincidían. Cuando Luke visitó a Mark
de nuevo en su casa de San Diego, poco tenía que ver con el
chico joven y fuerte al que recordaba. Un hombre consumido, "casi
digno de Giacometti", apunta, apareció en su apartamento. Aseguró
que estaba así de delgado porque se había aficionado a una nueva dieta
macrobiótica, pero Mark no le creyó. "Soy seropositivo",
se atrevió a confesar con un sollozo. Paul, entonces, también lo hizo: "Yo
también".
"Soy
seropositivo", "yo también". Con esas palabras se estableció la
alianza entre los dos hermanos, que jamás habían tenido nada en común
Corrían los años
80 y mucha gente, más tarde, hablaría de la proliferación del VIH
por culpa del sexo sin protección, la heroína y los chutódromos
(la expansión del sida se dio en estos lugares, donde los drogadictos
compartían jeringuillas). Muchos comparan las bajas en esos años a las guerras mundiales,
que no fueron capaces de matar a tantas personas como lo haría esta
enfermedad. Mark, por supuesto, se sentía culpable de haber enseñado a
su hermano esa cara oscura de la noche neoyorquina.
Una vez más, las
diferentes personalidades de los hermanos se mostrarían a la hora de
afrontar su condición seropositiva. Luke tenía pavor a esas
infecciones oportunistas causantes de las muertes de la mayoría de los
enfermos. Se cuidaba. Mark, por su parte, no lo hacía. Sin embargo,
irónicamente, el hermano mayor que siempre había sido invencible fue
deteriorándose: acabó en una silla de ruedas, era su hermano el que
firmaba sus cheques de ayuda debido a su estado incapacitante. Ni
siquiera podía moverse. Y, contrariamente a lo que todo el mundo habría podido
imaginar, falleció poco después de contraer la enfermedad. Era
el 9 de febrero de 1991 y tenía 34 años. Mark, sin embargo y a
pesar de todo, no lo hizo.
Se suponía que
debía enviar los certificados de defunción de su hermano a los acreedores, pero
le quedaban pocos años de vida y necesitaba dinero...
Aquí comienza la
segunda historia de nuestro protagonista. Comenzó el
fraude. No tenía dinero y sabía (o creía) que moriría pronto, así que
'voilà', al fin y al cabo ya había firmado los cheques de
incapacidad de su hermano en el pasado. Simplemente, comenzó a firmar
cheques a nombre de su hermano Luke, hasta que agotó la cuenta bancaria de
10.000 dólares de este. Se suponía que debía enviar las copias del
certificado de defunción de Luke a agencias y acreedores, pero... no
lo hizo. Cuando los pagos por incapacidad de su hermano llegaron al correo los
siguió cobrando.
No solo eso. Como
pensaba que le quedaba poco tiempo para morir, decidió vivir sus últimos años a
lo grande. La cosa se salió pronto de madre, viajó a Londres, a San Francisco,
a Montreal, bebió y compró metanfetamina, todo por
cortesía de su hermano muerto. Siguió falsificando lotes de
certificados de defunción. Aunque su salud sin duda empeoró, nada
parecía indicar que fuera a morir próximamente. Los años seguían pasando y él
seguía utilizando tarjetas tanto a su nombre como al de Lukas. Incluso envió el
guión de una película que estuvo a punto de ser protagonizada por
Whoopi Goldberg, aunque al final no cristalizó.
Bajo el nombre de
Luke regresó al trabajo en una pequeña revista, pero le pagaban tan poco que
cobraba simultáneamente el desempleo como Mark. Se había
convertido en dos personas. El trastorno de indentidad disociativa es una enfermedad mental que se caracteriza por la existencia de
dos o más personalidades en una persona, cada una con su propio patrón de
percibir y actuar con el ambiente. Algo así debió sentir esos años, Mark era él
mismo y también era su hermano muerto.
En una ocasión
acudió a West Hollywood a por una tarjeta sanitaria. El hombre
que le atendió le aseguró que, según su ordenador, había muerto, pero Mark no
dudo en enseñarle la licencia de conducir de Luke, que también
había ido renovando periódicamente, con su propia foto. La bola de nieve comenzaba a hacerse más grande. Tuvo que ser
hospitalizado en 2002 y comenzó a trabajar como narcotraficante para poder
seguir pagando sus dosis de metanfetamina. Fue arrestado y
tuvo que realizar 300 horas de servicios comunitarios, pero nada de eso sirvió
para enderezarle.
A veces se
pregunta si, tal vez, se hizo adicto a las anfetaminas porque no podía superar
haber perdido a su hermano y ser el superviviente
Como
suele suceder con las mentiras, al final terminaron
alcanzándole. El 5 de febrero de 2004, 11 oficiales irrumpieron en su
apartamento y, a pesar de que Mark afirmó ser Luke, los agentes descubrieron
pasaportes falsos y un certificado de defunción falso. "Soy Luke
Olmsted", aseguraba él continuamente mientras la policía se lo
llevaba esposado, como si fueran unas palabras mágicas que fueran a terminar
con el hechizo incriminatorio. Fue acusado de seis cargos y
cumplió una condena de 16 meses. Llevaba dos décadas
enfrentándose al sida.
Ahora vive en
Hollywood y hace catorce años que salió de la cárcel. Tiene un trabajo
y, aunque todavía debe pagar algunas deudas, intenta hacerlo mensualmente y asegura que no
habrá más estafas. Existe una condición, conocida como 'el síndrome del
superviviente', una condición mental que ocurre cuando una persona
percibe que ha hecho mal al sobrevivir un evento traumático
cuando otros no lo han logrado. A veces, Mark se pregunta si no se hizo
adicto a la mentanfetamina porque no podía soportar que su hermano
hubiera muerto y él no. "Perdí a muchos hombres que amaba durante esos
años, entre ellos a mi hermano", explica. "Él lo habría hecho mucho
mejor que yo. Iría a la cárcel otros diez años si, con ello,
pudiera devolverle a la vida".
Vaya vida la que ha tenido Luke Olmsted; homosexual, seropositivo, drogadicto, defraudador, presidiario… ¿Habrá algún detalle positivo en su vida para merecer este reportaje?
ResponderEliminarVale que muchas veces las enfermedades no las elige uno, pero eso no es excusa para aprovecharse de la situación para estafar a las instituciones sanitarias y públicas.
Las situaciones traumáticas pueden producir cambios significativos en la personalidad y en la vida de las personas, y sus efectos podrían perdurar durante muchos años, pero no por ello se nos debemos acostumbrar a vivir alimentando aquella situación traumática sino que dicha situación requiere que nos esforcemos en realizar un ajuste potencial y de recursos para seguir haciendo frente a los retos futuros
Saludos:
Pienso lo mismo amigo!
EliminarEl pasado, pasado es.
Lo que hay que saber es pasar página y mirar al futuro con esperanza.
No regodearse en la miseria y echarle la culpa de todo.
Un Abrazo, Amigo!!!!