sábado, 31 de agosto de 2024

Capitulo 7 - La Comunidad del Buen Vivir"

 

Día 38: "El Sofá que Nadie Quiere"

El portal de la Comunidad del Buen Vivir ha sido testigo de muchas cosas a lo largo de los años: recibimientos calurosos, charlas entre vecinos y hasta alguna que otra disputa. Pero lo que no había visto jamás era la aparición de un sofá andrajoso, desvencijado y abandonado en toda su decadente gloria. Nadie supo exactamente cómo llegó allí, pero un día, al abrir la puerta del portal, Maruja se encontró con esa visión decrépita.

El sofá, que en su juventud probablemente fue la pieza central de algún salón, ahora parecía más bien un refugio para el polvo y quién sabe qué otras criaturas. Estaba desgastado, con los muelles asomando por aquí y allá, y un olor a humedad que no tardó en invadir el portal.

Maruja, siempre dispuesta a mantener la comunidad en orden, se llevó las manos a la cabeza. "¡Esto es inaceptable! ¿Quién ha dejado aquí semejante cosa?", exclamó, aunque no había nadie a quien reclamarle. La noticia del sofá se esparció rápidamente, y en cuestión de minutos, varios vecinos se asomaban con curiosidad, tratando de descifrar el origen del misterioso mueble.

"Yo no he sido", dijo Paco, el vecino del quinto, levantando las manos en señal de inocencia. "¡Y yo tampoco!", añadieron rápidamente Conchita y Carmen, que bajaban juntas como si fueran un dúo de detectives en busca de pistas. Pero nadie sabía nada. El sofá simplemente había aparecido allí, como un invitado no deseado en una fiesta ya avanzada.

Día 39: "El Reguero de la Basura"

Como si el sofá no fuera suficiente, había otro problema que atormentaba el portal de la comunidad: el reguero maloliente que dejaba la basura de algún vecino. Cada noche, sin falta, uno de los residentes sacaba su basura, pero en lugar de llevarla con cuidado hasta el contenedor, dejaba un rastro de jugos malolientes que se filtraban por las bolsas rotas.

El mal olor se mezclaba con el del viejo sofá, creando un "ambientador" que era cualquier cosa menos agradable. Maruja, cuya paciencia ya estaba al límite, decidió tomar cartas en el asunto. "Esto es una falta de consideración. No solo dejan aquí ese sofá horroroso, sino que ahora también tenemos que soportar este olor a basura. ¡Vamos, esto ya es demasiado!"

Con su ya famosa libreta en mano, Maruja comenzó a investigar. Después de un par de noches de vigilancia discreta, logró identificar al culpable: el vecino del segundo, Don Ramón. Ramón, que siempre iba con prisa, no se daba cuenta de que sus bolsas de basura estaban en las últimas y que cada vez que las arrastraba, dejaba un rastro apestoso detrás.

Maruja lo abordó una mañana. "Ramón, querido, sé que todos estamos ocupados, pero por favor, asegúrate de que las bolsas estén bien cerradas antes de sacarlas. ¡El portal huele a vertedero!" Ramón, avergonzado, prometió que a partir de entonces se aseguraría de usar bolsas más resistentes y, si fuera necesario, las doble embolsaría. La comunidad respiró un poco más tranquila, aunque el aroma del sofá seguía siendo un problema sin resolver.

Día 40: "Las Carreras de Patinete"

El portal, a pesar de ser el sitio donde comenzaban los días de todos los vecinos, también se había convertido en la pista de carreras improvisada de los niños del tercero. Los pequeños, con una energía inagotable y un amor incondicional por sus patinetes, habían encontrado en el portal el lugar perfecto para sus competiciones.

Los vecinos más jóvenes se divertían deslizándose por el suelo resbaladizo del portal, sin pensar en las consecuencias. Sin embargo, las vecinas mayores, como Conchita y Carmen, vivían con el miedo constante de ser arrolladas en cualquier momento. "¡Estos niños van a acabar con nosotras!", exclamaba Carmen cada vez que uno de ellos pasaba zumbando a su lado.

Maruja, que ya estaba lidiando con el sofá y la basura, decidió que era momento de poner fin a las carreras de patinete antes de que ocurriera un accidente. Reunió a los padres de los niños y, con su tono más amable pero firme, les explicó la situación. "Sabemos que los niños necesitan divertirse, pero el portal no es el lugar para ello. Podrían salir a jugar al parque o usar el patinete en la acera, pero aquí es peligroso, especialmente para nuestras vecinas mayores."

Los padres, conscientes de la situación, acordaron hablar con los niños y encontrar alternativas para sus juegos. Y así, las carreras en el portal se redujeron considerablemente, para alivio de Conchita y Carmen, que ya podían bajar al portal sin temor a ser derribadas.

Día 41: "El Final del Sofá (o no)"

Con las carreras de patinete bajo control y el reguero de basura disminuido, quedaba un último problema por resolver: el sofá. Después de varios días de especulaciones y de intentar averiguar quién lo había dejado allí, Maruja decidió que ya era hora de actuar. Con la ayuda de Paco y Ramón, que buscaban redimirse, lograron arrastrar el viejo mueble hasta la acera, donde esperaban que los servicios de recogida de enseres lo llevaran.

Sin embargo, el sofá tenía otros planes. Como si se resistiera a abandonar el edificio que había invadido, un fuerte viento lo hizo rodar de vuelta hacia la puerta del portal, donde quedó atascado. Los vecinos, que lo miraban incrédulos desde las ventanas, no pudieron evitar reírse. "Parece que el sofá no quiere irse", comentó Paco, entre risas.

Finalmente, tras un esfuerzo conjunto y una cuerda improvisada, lograron arrastrarlo nuevamente hasta la acera, donde esta vez sí fue recogido. El portal, libre de su mueble no deseado, volvió a ser un lugar de tránsito en lugar de un depósito de muebles.

Día 42: "Un Portal en Paz (por Ahora)"

El portal de la Comunidad del Buen Vivir recuperó su aspecto limpio y ordenado. Maruja, satisfecha con el resultado, hizo una última ronda de inspección antes de retirarse a su terraza en el tejado, donde podía observar el ir y venir de los vecinos. Sin el sofá, sin los regueros de basura y con las carreras de patinete bajo control, todo parecía en calma… al menos por ahora.

Pero, como bien saben los vecinos, la calma en la Comunidad del Buen Vivir nunca dura mucho. Aunque, por el momento, todos disfrutaban de un portal limpio, un ambiente sin malos olores y un suelo libre de obstáculos, sabían que no pasaría mucho tiempo antes de que surgiera otro desafío que Maruja y su libreta tendrían que resolver.


Risas si











 

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viernes, 30 de agosto de 2024

Capitulo 6 - La Comunidad del Buen Vivir

 


Día 31: "El Caos en el Patio Interior"

El patio interior de la Comunidad del Buen Vivir siempre ha sido una zona de tregua, un lugar donde el sol se filtra tímidamente entre los edificios, las plantas sobreviven con un esfuerzo titánico, y las cuerdas de tender ropa se entrelazan en una maraña digna de un rompecabezas. Pero últimamente, ese pequeño oasis se ha convertido en un campo de batalla doméstico.

Día 32: "La Guerra de los Manteles y Alfombras"

Las vecinas de los pisos inferiores, doña Conchita y la señora Carmen, están hartas. No pasa un solo día sin que tengan que lidiar con las consecuencias de las malas costumbres de los vecinos de los pisos superiores, quienes, en su infinita sabiduría, han decidido que el patio es el lugar ideal para sacudir manteles, alfombras y cualquier cosa que necesite un buen golpe.

"¡Esto es inaceptable!", exclamaba doña Conchita a Carmen mientras observaban cómo caían pequeñas migas y polvo desde las alturas. "Ayer mismo, después de barrer el patio, encontré restos de pan, y no hablemos de las migas de bizcocho. ¡Parece que tienen un banquete allá arriba y nos dejan las sobras!", añadía indignada.

Carmen, que no es de muchas palabras pero sí de profundas quejas, asentía con vigor. "Y las alfombras, Conchita, ¿quién sacude alfombras por la ventana? ¡Es una falta de respeto!", murmuraba mientras miraba hacia arriba con ojos de águila, intentando identificar al culpable.

Día 33: "Las Colillas del Misterio"

Como si no fuera suficiente con las migas y el polvo, en más de una ocasión han aparecido colillas de cigarrillos en el patio. Nadie en la comunidad admitía ser fumador, pero las pruebas estaban ahí, tiradas entre las macetas de doña Conchita.

"Yo no sé quién puede ser, pero alguien está fumando en la ventana y tirando las colillas abajo", decía Carmen, mirando desconfiadamente hacia las ventanas superiores. "¡Y lo peor es que ni siquiera se apagan bien! ¡Un día van a prender fuego a mis geranios!"

La cuestión de las colillas se convirtió rápidamente en un tema de investigación vecinal, con doña Conchita y Carmen vigilando desde su posición estratégica, listas para cazar al fumador misterioso en el acto.

Día 34: "La Invasión de las Sardinas"

Sin embargo, no todo en el patio era culpa de los vecinos de arriba. Había un nuevo aroma en el aire, y no era precisamente el de las flores de Carmen. Alguien en la comunidad tenía una afición desmedida por las sardinas, y cada vez que las cocinaba, el patio entero se impregnaba de ese olor tan penetrante que todos conocían y pocos apreciaban.

Doña Conchita lo comentaba en cada reunión: "Mira que me gustan las sardinas, pero una cosa es comerlas y otra es tener que olerlas toda la tarde sin que nadie te invite". Las otras vecinas, siempre solidarias, asentían, sabiendo exactamente de quién estaba hablando. La señora Luisa, del tercero, tenía la mala costumbre de preparar sardinas cada domingo, justo a la hora en que todos tendían la ropa, asegurando que ese olor quedara impregnado en cada prenda.

"¡Ni un vasito de vino nos ofrece, Conchita, ni un trocito de pan! Solo el olor, y ni siquiera hay forma de escapar de él", se lamentaba Carmen mientras miraba con resignación el pescado que ondeaba en las cuerdas de tender.

Día 35: "El Show de la Ducha"

Pero no todas las quejas estaban relacionadas con olores o basura. El vecino del cuarto, Don Manuel, tenía una rutina matutina que involuntariamente había captado la atención de las vecinas. Resulta que la ventana de su baño daba al patio interior, y cada mañana, cuando se duchaba, la luz se encendía y la silueta de su cuerpo aparecía nítida contra la cortina de su baño.

Las primeras veces, las vecinas lo ignoraron, pensando que era algo pasajero. Pero con el tiempo, la rutina de Don Manuel se convirtió en un espectáculo matutino del que nadie quería formar parte. "¡Es que no hay necesidad de ver esas cosas tan temprano, Conchita!", se quejaba Carmen, que había sido la primera en notar la situación.

Conchita, con su habitual tacto, había intentado hablar con Manuel de manera sutil. "Manuel, querido, ¿no has pensado en cambiar la cortina del baño? Quizá una más gruesa, o no sé, poner una persiana...", le sugirió una mañana.

Manuel, ajeno al problema, simplemente se rió. "No sabía que tenía público, Conchita. No te preocupes, buscaré una solución", dijo sin darle mayor importancia. Pero las quejas continuaron, y al final, Maruja, la presidenta, tuvo que intervenir.

Día 36: "El Nuevo Orden en el Patio"

Maruja, que ya estaba acostumbrada a mediar en conflictos vecinales, convocó una junta especial para abordar los problemas del patio. La lista era larga: sacudidas de manteles, colillas misteriosas, sardinas no compartidas y las duchas "exhibicionistas" de Manuel.

"Vecinos, creo que todos hemos escuchado las quejas. Necesitamos encontrar una solución que funcione para todos", comenzó Maruja, con su libreta en mano y ese tono que mezclaba paciencia con autoridad.

Se decidió que sacudir manteles y alfombras estaría estrictamente prohibido, y quien lo hiciera se encargaría de limpiar el patio durante una semana. En cuanto a las colillas, Maruja instaló un cenicero comunitario en la azotea, esperando que el fumador misterioso lo utilizara. En cuanto a las sardinas, Luisa acordó avisar con antelación a los vecinos para que pudieran cerrar sus ventanas o, en el mejor de los casos, unirse a la comida. Y Don Manuel, tras una conversación un poco más seria con Maruja, prometió cambiar la cortina por una opaca.

Día 37: "El Patio en Paz (por Ahora)"

Con las nuevas reglas en marcha, el patio interior recuperó su paz, al menos temporalmente. Doña Conchita y Carmen, aunque aún atentas a cualquier migaja o colilla que pudiera caer, disfrutaban de un patio más limpio y un aire menos cargado de sardinas. Manuel, por su parte, dejó de ser el tema de conversación matutino y Luisa, en un gesto inesperado, invitó a algunos vecinos a compartir sus sardinas, acompañado de un buen vino.

La Comunidad del Buen Vivir seguía adelante, superando un problema a la vez, sabiendo que aunque los desafíos seguirían llegando, siempre podrían contar con Maruja y su libreta para poner orden.


Hoy sonrisas con selfies

 








Noticias 30 08 2024

 

¿Qué culpa tiene su abuelo? Y encima el Alcalde ha dicho que no la va a volver a colocar.


Lo sabemos, solo nos dicen lo que ellos quieren que sepamos.


Eso es lo que producimos nosotros!


No entiendo la necesidad de talar arboles para agrandar los paseos. ¿No son mejores las sombras y el verde?


Alguien les tendrá que explicar que no están por encima del bien y del mal.


jueves, 29 de agosto de 2024

Capitulo 5 - La Comunidad del Buen Vivir

 

Día 24: "El Guardian del 2º A"

En la Comunidad del Buen Vivir, las noches suelen ser tranquilas, o al menos lo eran antes de la llegada del nuevo "guardián" del 2º A. Este guardián no es otro que Rufus, el perro de doña Matilde, una señora que, aunque pequeña en estatura, tiene un corazón enorme y una afición insaciable por rescatar perros. Rufus, un mestizo de tamaño considerable, es su última incorporación. Aunque Rufus es un perro fiel y cariñoso durante el día, por la noche se convierte en un vigilante implacable, con un sentido de la justicia y una voz que resonaría en cualquier juzgado... o en cualquier edificio, para ser más precisos.

Día 25: "Una Llegada Discreta"

Esa noche, Paco, el vecino del quinto, llegó a casa más tarde de lo habitual. Había estado en una fiesta que se había alargado y, sabiendo lo quisquillosos que son algunos vecinos con el ruido, decidió hacer su entrada de la manera más discreta posible. Al salir del ascensor, con las luces apagadas y los zapatos en la mano, se deslizó por el pasillo como si fuera un ninja en una misión secreta.

Justo cuando pensaba que había logrado su objetivo de no despertar a nadie, escuchó un sonido que le heló la sangre: el primer ladrido de Rufus, el guardián. "¡Guau! ¡Guau! ¡GUAU, GUAU, GUAU!" El sonido era ensordecedor en el silencio de la noche. Rufus había captado el aroma de Paco, y estaba decidido a alertar a todos de la "amenaza" que caminaba por el pasillo.

Paco se congeló en su sitio, esperando que los ladridos se apagaran. Pero Rufus, en su afán por proteger a su dueña y al edificio entero, no cedió. Su alboroto continuó, rebotando por las paredes del edificio, despertando a más de un vecino.

Día 26: "El Despertar de la Comunidad"

Uno a uno, los vecinos empezaron a encender las luces de sus pisos. Maruja, siempre alerta, ya estaba de pie en su ático, mirando con preocupación hacia abajo, mientras Conchita, la del segundo piso, asomaba la cabeza por la puerta con cara de pocos amigos. "¡Ya está bien, Rufus!", gritó Conchita, pero el perro, en su trance de guardián, no parecía estar dispuesto a callarse.

Doña Matilde, la dueña de Rufus, finalmente salió al pasillo en bata y pantuflas, intentando calmar al perro. "¡Rufus, por Dios, basta ya!", le susurró con cariño. Pero el perro, ahora convencido de que Paco era un intruso, no dejaba de ladrar.

Paco, atrapado en medio del pasillo con sus zapatos en la mano y la cara roja de vergüenza, intentó suavizar la situación. "Matilde, soy yo, Paco. Solo estoy tratando de llegar a casa...", dijo en un susurro desesperado. Matilde, reconociendo la voz, agarró a Rufus por el collar y, tras varios intentos, logró calmarlo.

Finalmente, el silencio volvió al edificio, pero no sin dejar una estela de frustración. Los vecinos, ahora despiertos, se preguntaban cuándo acabaría esta rutina de ladridos nocturnos.

Día 27: "El Comité de Ladridos"

Al día siguiente, Maruja convocó una reunión urgente. No era la primera vez que los ladridos de Rufus despertaban a todo el edificio, y algo tenía que hacerse. "Vecinos, necesitamos hablar sobre Rufus", comenzó Maruja, mientras todos asentían en silencio, algunos con ojeras notables.

Matilde, que amaba a su perro más que a nada en el mundo, intentó defenderlo. "Rufus solo hace su trabajo, Maruja. Es un perro guardián, y solo quiere protegernos", dijo, aunque sabía que su argumento no sería del todo bien recibido.

Paco, aún sintiéndose culpable, intervino. "Matilde, lo entiendo, de verdad, pero tal vez podríamos encontrar una manera de que Rufus no ladre tanto por las noches. Quizá un entrenamiento o algo por el estilo", sugirió, intentando no ofender a nadie.

Ana, del cuarto, propuso una solución más moderna. "He leído que hay dispositivos que emiten un sonido que solo los perros pueden oír, para calmarlos cuando ladran demasiado. Tal vez podríamos probar con uno de esos", dijo, esperando que la tecnología pudiera salvar la situación.

Día 28: "El Plan Rufus"

Finalmente, tras mucho debate, se decidió implementar el "Plan Rufus". Matilde se comprometió a llevar a Rufus a un adiestrador para reducir sus ladridos nocturnos, y la comunidad acordó instalar uno de los dispositivos sugeridos por Ana, para ver si ayudaba a mantener a Rufus tranquilo durante la noche. Además, Paco se ofreció voluntario para entrar a su piso más temprano o, en su defecto, con una bolsa de golosinas para perros en el bolsillo, por si necesitaba sobornar al guardián.

Día 29: "El Perro Tranquilo"

Los siguientes días fueron una prueba de paciencia para todos. Rufus, aunque al principio desconfiado del nuevo dispositivo, poco a poco comenzó a adaptarse. Los ladridos nocturnos disminuyeron, y el edificio volvió a disfrutar de noches tranquilas. Matilde, aunque algo triste por tener que controlar a su querido guardián, estaba contenta de que el resto de los vecinos pudieran dormir mejor.

Paco, por su parte, adoptó la costumbre de llevar siempre un pequeño premio para Rufus en su bolsillo, y aunque el perro aún lo miraba con recelo, ya no ladraba como un endemoniado cada vez que lo veía llegar tarde a casa.

Día 30: "El Guardián Retirado"

Con el paso de los días, Rufus se convirtió en un perro más tranquilo, y la Comunidad del Buen Vivir volvió a su rutina habitual. Aunque Rufus había perdido un poco de su fama como guardián, había ganado la paz en el edificio. Y todos, desde Maruja hasta Conchita, estaban agradecidos por ello.

Así, una vez más, la comunidad encontró la manera de lidiar con sus desafíos, demostrando que, con un poco de paciencia, un dispositivo moderno y algunas golosinas, hasta el guardián más ruidoso puede encontrar su lugar en la tranquila vida nocturna del edificio.


Unas risas

 






Noticias 29 08 2024

 

No tenemos ninguna duda!


Donde dije digo, digo Diego


Me gustaría saber cuantos kilómetros recorrió  hasta que le detuvieron.


¿Cómo?



Nos preguntaran a los Navarros?

miércoles, 28 de agosto de 2024

Capitulo 4 - Comunidad del Buen Vivir


 

Día 18: "El Cuarto de Contadores Inundado (de Bicicletas)"

La Comunidad del Buen Vivir siempre ha sido un lugar donde la improvisación se encuentra con la realidad de manera sorprendente. Y esta vez, el epicentro de la última gran crisis no era otro que el olvidado cuarto de contadores de la luz. Ese pequeño espacio que, en teoría, debería estar vacío y accesible, se había convertido en un almacén de bicicletas, patinetes, y hasta algún carrito de bebé.

Todo comenzó de manera inocente, como siempre. Primero fue una bicicleta vieja, que algún vecino dejó allí temporalmente "solo por un momento". Luego, otro vecino, viendo que ya había una bici, decidió que no pasaba nada por dejar la suya también. Y así, poco a poco, el cuarto de contadores se fue llenando. Bicicletas, patinetes eléctricos, hasta un monopatín de los años 90 hicieron su aparición. El espacio se convirtió en un laberinto de ruedas y manillares que hacía casi imposible llegar a los contadores.

Día 19: "La Gotita que Colmó el Vaso"

Todo se vino abajo una tarde cuando llegó el técnico de la compañía eléctrica para hacer una revisión rutinaria. Al abrir la puerta del cuarto de contadores, se encontró con un caos absoluto. Intentó abrirse camino entre las bicicletas, pero en un mal paso, golpeó un patinete que, en una reacción en cadena digna de una comedia de slapstick, hizo que varias bicicletas cayeran sobre él. "¡Esto es inaceptable!", exclamó el técnico, con la paciencia colmada, mientras se liberaba de una maraña de ruedas y cadenas.

Sin poder completar su trabajo, el técnico dejó una nota bien visible en la puerta del cuarto: "Es obligatorio mantener despejado el acceso a los contadores. El incumplimiento puede llevar a multas y la suspensión del servicio". Con ese toque de amenaza, dejó el edificio, pero no sin antes asegurar que informaría a la administración sobre lo sucedido.

Maruja, como era de esperarse, fue la primera en enterarse de la situación. Había visto al técnico salir furioso y, en cuanto leyó la nota, supo que tenía que actuar rápido. La presidenta del edificio no iba a permitir que un problema como este se descontrolara. Convocó una junta de vecinos para esa misma tarde, sabiendo que la tarea de convencer a todos de retirar sus "vehículos" no iba a ser sencilla.

Día 20: "La Junta de los Obstinados"

A la hora de la junta, el salón comunitario estaba lleno. Todos sabían que el tema iba a causar fricciones, pero nadie estaba dispuesto a admitir su culpa. Maruja, con su libreta en mano, empezó la reunión con un tono firme. "Vecinos, tenemos un problema serio en el cuarto de contadores. Está tan lleno de bicicletas y patinetes que el técnico no ha podido realizar su trabajo, y ha dejado una advertencia que no podemos ignorar".

Paco, el vecino del quinto, no tardó en levantar la mano. "Bueno, Maruja, yo creo que exageras un poco. Sí, hay algunas bicis, pero es normal, no tenemos suficiente espacio en los pisos", dijo con una sonrisa que intentaba ser tranquilizadora. "Y además, el patinete que está ahí es de mi sobrino, solo lo dejó por un par de días".

Ana, del cuarto, añadió: "Es que, ¿dónde vamos a guardar todo esto? El trastero es muy pequeño, y la terraza del piso no tiene espacio. Yo creo que podríamos organizarnos un poco mejor, pero no veo por qué tengamos que sacar todo".

La señora Conchita, siempre dispuesta a poner orden, intervino. "Esto es un disparate. El cuarto de contadores es para los contadores, no para vuestras bicicletas. ¡No sé cómo hemos llegado a esto!", exclamó, mirando con reprobación a los más jóvenes, como si la situación fuera el resultado de su falta de respeto por las normas.

Día 21: "El Plan de Acción"

Maruja, viendo que los vecinos estaban más interesados en justificar sus acciones que en resolver el problema, decidió tomar cartas en el asunto. "Escuchadme bien, vecinos. No podemos dejar que esto continúe. Si el técnico no puede hacer su trabajo, tendremos problemas con el suministro de luz, y todos pagaremos las consecuencias. Así que propongo lo siguiente: cada uno se lleva hoy mismo su bicicleta, patinete o lo que sea de ese cuarto, y a partir de ahora, queda terminantemente prohibido dejar cualquier cosa allí que no sea relacionada con los contadores".

Paco, intentando suavizar la situación, sugirió: "¿Y si dejamos solo las bicicletas más pequeñas? O tal vez podemos reorganizar el espacio para que todos podamos seguir usando el cuarto".

Maruja negó con la cabeza. "No, Paco. El cuarto de contadores no es para almacenamiento. Es un espacio que debe estar despejado por razones de seguridad. Si alguien no tiene dónde poner su bicicleta o patinete, que hable con la administración y veremos cómo podemos ayudar, pero no se puede seguir usando ese cuarto para eso".

El ambiente en la sala era tenso. Los vecinos murmuraban entre ellos, pero sabían que Maruja tenía razón. Después de un poco más de discusión, finalmente todos aceptaron retirar sus pertenencias del cuarto. Maruja tomó nota de las promesas y, con la determinación de una presidenta que había visto y resuelto más problemas de los que quería admitir, concluyó la reunión.

Día 22: "El Cuarto Despejado"

Al día siguiente, Maruja hizo una ronda de inspección. Para su sorpresa, el cuarto de contadores estaba despejado. Bueno, casi. A un lado, en una esquina, quedaba un pequeño patinete, abandonado como si alguien hubiera olvidado su existencia. Maruja sonrió, sacó su teléfono, y mandó un mensaje al grupo de WhatsApp de la comunidad: "Querido vecino del patinete azul, está esperándote en el cuarto de contadores. ¡Por favor, recógelo antes de que tengamos que enviarlo al depósito de objetos perdidos!".

La respuesta no tardó en llegar. "Perdón, Maruja, lo recojo en un momento", contestó Paco, como siempre, el último en cumplir. Maruja, satisfecha con el resultado, subió a su ático sabiendo que había salvado a la comunidad de otro pequeño desastre.

Día 23: "El Epílogo sobre Ruedas"

La Comunidad del Buen Vivir volvió a la normalidad, al menos por ahora. El cuarto de contadores, por primera vez en meses, estaba limpio y despejado. Los vecinos, aunque reacios al principio, entendieron que Maruja tenía razón. No podían seguir usando ese espacio como si fuera su garaje personal.

Y aunque sabían que en cualquier momento surgiría otro problema, otra junta, y otro pequeño drama, la Comunidad del Buen Vivir seguía adelante, guiada por la mano firme y la libreta siempre presente de Maruja, la presidenta que no solo veía los tejados desde su ático, sino que también sabía mantener el edificio en orden, una bicicleta y un patinete a la vez.

Hoy chistes de pollos

 






Noticias 28 08 2024

 

A ver como se les explica a esos niños la vuelta a la guerra.


Doy fe de ello, tendrán que subirse al tren cuanto antes.


¿No tenían talleres mas interesantes para gastar el dinero publico?


Espero reciban un buen castigo.


Muchos bandazos, pero el vaso no se le caía.