Día 18:
"El Cuarto de Contadores Inundado (de Bicicletas)"
La Comunidad
del Buen Vivir siempre ha sido un lugar donde la improvisación se
encuentra con la realidad de manera sorprendente. Y esta vez, el epicentro de
la última gran crisis no era otro que el olvidado cuarto de contadores de la
luz. Ese pequeño espacio que, en teoría, debería estar vacío y accesible, se
había convertido en un almacén de bicicletas, patinetes, y hasta algún carrito
de bebé.
Todo comenzó de
manera inocente, como siempre. Primero fue una bicicleta vieja, que algún
vecino dejó allí temporalmente "solo por un momento". Luego, otro
vecino, viendo que ya había una bici, decidió que no pasaba nada por dejar la
suya también. Y así, poco a poco, el cuarto de contadores se fue llenando.
Bicicletas, patinetes eléctricos, hasta un monopatín de los años 90 hicieron su
aparición. El espacio se convirtió en un laberinto de ruedas y manillares que
hacía casi imposible llegar a los contadores.
Día 19:
"La Gotita que Colmó el Vaso"
Todo se vino abajo
una tarde cuando llegó el técnico de la compañía eléctrica para hacer una
revisión rutinaria. Al abrir la puerta del cuarto de contadores, se encontró
con un caos absoluto. Intentó abrirse camino entre las bicicletas, pero en un
mal paso, golpeó un patinete que, en una reacción en cadena digna de una
comedia de slapstick, hizo que varias bicicletas cayeran sobre él. "¡Esto
es inaceptable!", exclamó el técnico, con la paciencia colmada, mientras
se liberaba de una maraña de ruedas y cadenas.
Sin poder
completar su trabajo, el técnico dejó una nota bien visible en la puerta del
cuarto: "Es obligatorio mantener despejado el acceso a los contadores. El
incumplimiento puede llevar a multas y la suspensión del servicio". Con
ese toque de amenaza, dejó el edificio, pero no sin antes asegurar que
informaría a la administración sobre lo sucedido.
Maruja, como era
de esperarse, fue la primera en enterarse de la situación. Había visto al
técnico salir furioso y, en cuanto leyó la nota, supo que tenía que actuar
rápido. La presidenta del edificio no iba a permitir que un problema como este
se descontrolara. Convocó una junta de vecinos para esa misma tarde, sabiendo
que la tarea de convencer a todos de retirar sus "vehículos" no iba a
ser sencilla.
Día 20:
"La Junta de los Obstinados"
A la hora de la
junta, el salón comunitario estaba lleno. Todos sabían que el tema iba a causar
fricciones, pero nadie estaba dispuesto a admitir su culpa. Maruja, con su
libreta en mano, empezó la reunión con un tono firme. "Vecinos, tenemos un
problema serio en el cuarto de contadores. Está tan lleno de bicicletas y patinetes
que el técnico no ha podido realizar su trabajo, y ha dejado una advertencia
que no podemos ignorar".
Paco, el vecino
del quinto, no tardó en levantar la mano. "Bueno, Maruja, yo creo que
exageras un poco. Sí, hay algunas bicis, pero es normal, no tenemos suficiente
espacio en los pisos", dijo con una sonrisa que intentaba ser
tranquilizadora. "Y además, el patinete que está ahí es de mi sobrino,
solo lo dejó por un par de días".
Ana, del cuarto,
añadió: "Es que, ¿dónde vamos a guardar todo esto? El trastero es muy
pequeño, y la terraza del piso no tiene espacio. Yo creo que podríamos
organizarnos un poco mejor, pero no veo por qué tengamos que sacar todo".
La señora
Conchita, siempre dispuesta a poner orden, intervino. "Esto es un
disparate. El cuarto de contadores es para los contadores, no para vuestras
bicicletas. ¡No sé cómo hemos llegado a esto!", exclamó, mirando con
reprobación a los más jóvenes, como si la situación fuera el resultado de su
falta de respeto por las normas.
Día 21:
"El Plan de Acción"
Maruja, viendo que
los vecinos estaban más interesados en justificar sus acciones que en resolver
el problema, decidió tomar cartas en el asunto. "Escuchadme bien, vecinos.
No podemos dejar que esto continúe. Si el técnico no puede hacer su trabajo, tendremos
problemas con el suministro de luz, y todos pagaremos las consecuencias. Así
que propongo lo siguiente: cada uno se lleva hoy mismo su bicicleta, patinete o
lo que sea de ese cuarto, y a partir de ahora, queda terminantemente prohibido
dejar cualquier cosa allí que no sea relacionada con los contadores".
Paco, intentando
suavizar la situación, sugirió: "¿Y si dejamos solo las bicicletas más
pequeñas? O tal vez podemos reorganizar el espacio para que todos podamos
seguir usando el cuarto".
Maruja negó con la
cabeza. "No, Paco. El cuarto de contadores no es para almacenamiento. Es
un espacio que debe estar despejado por razones de seguridad. Si alguien no
tiene dónde poner su bicicleta o patinete, que hable con la administración y
veremos cómo podemos ayudar, pero no se puede seguir usando ese cuarto para
eso".
El ambiente en la
sala era tenso. Los vecinos murmuraban entre ellos, pero sabían que Maruja
tenía razón. Después de un poco más de discusión, finalmente todos aceptaron
retirar sus pertenencias del cuarto. Maruja tomó nota de las promesas y, con la
determinación de una presidenta que había visto y resuelto más problemas de los
que quería admitir, concluyó la reunión.
Día 22:
"El Cuarto Despejado"
Al día siguiente,
Maruja hizo una ronda de inspección. Para su sorpresa, el cuarto de contadores
estaba despejado. Bueno, casi. A un lado, en una esquina, quedaba un pequeño
patinete, abandonado como si alguien hubiera olvidado su existencia. Maruja
sonrió, sacó su teléfono, y mandó un mensaje al grupo de WhatsApp de la
comunidad: "Querido vecino del patinete azul, está esperándote en el
cuarto de contadores. ¡Por favor, recógelo antes de que tengamos que enviarlo
al depósito de objetos perdidos!".
La respuesta no
tardó en llegar. "Perdón, Maruja, lo recojo en un momento", contestó
Paco, como siempre, el último en cumplir. Maruja, satisfecha con el resultado,
subió a su ático sabiendo que había salvado a la comunidad de otro pequeño
desastre.
Día 23:
"El Epílogo sobre Ruedas"
La Comunidad
del Buen Vivir volvió a la normalidad, al menos por ahora. El cuarto de
contadores, por primera vez en meses, estaba limpio y despejado. Los vecinos,
aunque reacios al principio, entendieron que Maruja tenía razón. No podían
seguir usando ese espacio como si fuera su garaje personal.
Y aunque sabían
que en cualquier momento surgiría otro problema, otra junta, y otro pequeño
drama, la Comunidad del Buen Vivir seguía adelante, guiada por la mano
firme y la libreta siempre presente de Maruja, la presidenta que no solo veía
los tejados desde su ático, sino que también sabía mantener el edificio en
orden, una bicicleta y un patinete a la vez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Por favor, todo comentario o escrito CONSTRUCTIVO, espero entre todos no avergonzarnos de ponernos al nivel de los que no queremos.
Gracias