miércoles, 28 de agosto de 2024

Capitulo 4 - Comunidad del Buen Vivir


 

Día 18: "El Cuarto de Contadores Inundado (de Bicicletas)"

La Comunidad del Buen Vivir siempre ha sido un lugar donde la improvisación se encuentra con la realidad de manera sorprendente. Y esta vez, el epicentro de la última gran crisis no era otro que el olvidado cuarto de contadores de la luz. Ese pequeño espacio que, en teoría, debería estar vacío y accesible, se había convertido en un almacén de bicicletas, patinetes, y hasta algún carrito de bebé.

Todo comenzó de manera inocente, como siempre. Primero fue una bicicleta vieja, que algún vecino dejó allí temporalmente "solo por un momento". Luego, otro vecino, viendo que ya había una bici, decidió que no pasaba nada por dejar la suya también. Y así, poco a poco, el cuarto de contadores se fue llenando. Bicicletas, patinetes eléctricos, hasta un monopatín de los años 90 hicieron su aparición. El espacio se convirtió en un laberinto de ruedas y manillares que hacía casi imposible llegar a los contadores.

Día 19: "La Gotita que Colmó el Vaso"

Todo se vino abajo una tarde cuando llegó el técnico de la compañía eléctrica para hacer una revisión rutinaria. Al abrir la puerta del cuarto de contadores, se encontró con un caos absoluto. Intentó abrirse camino entre las bicicletas, pero en un mal paso, golpeó un patinete que, en una reacción en cadena digna de una comedia de slapstick, hizo que varias bicicletas cayeran sobre él. "¡Esto es inaceptable!", exclamó el técnico, con la paciencia colmada, mientras se liberaba de una maraña de ruedas y cadenas.

Sin poder completar su trabajo, el técnico dejó una nota bien visible en la puerta del cuarto: "Es obligatorio mantener despejado el acceso a los contadores. El incumplimiento puede llevar a multas y la suspensión del servicio". Con ese toque de amenaza, dejó el edificio, pero no sin antes asegurar que informaría a la administración sobre lo sucedido.

Maruja, como era de esperarse, fue la primera en enterarse de la situación. Había visto al técnico salir furioso y, en cuanto leyó la nota, supo que tenía que actuar rápido. La presidenta del edificio no iba a permitir que un problema como este se descontrolara. Convocó una junta de vecinos para esa misma tarde, sabiendo que la tarea de convencer a todos de retirar sus "vehículos" no iba a ser sencilla.

Día 20: "La Junta de los Obstinados"

A la hora de la junta, el salón comunitario estaba lleno. Todos sabían que el tema iba a causar fricciones, pero nadie estaba dispuesto a admitir su culpa. Maruja, con su libreta en mano, empezó la reunión con un tono firme. "Vecinos, tenemos un problema serio en el cuarto de contadores. Está tan lleno de bicicletas y patinetes que el técnico no ha podido realizar su trabajo, y ha dejado una advertencia que no podemos ignorar".

Paco, el vecino del quinto, no tardó en levantar la mano. "Bueno, Maruja, yo creo que exageras un poco. Sí, hay algunas bicis, pero es normal, no tenemos suficiente espacio en los pisos", dijo con una sonrisa que intentaba ser tranquilizadora. "Y además, el patinete que está ahí es de mi sobrino, solo lo dejó por un par de días".

Ana, del cuarto, añadió: "Es que, ¿dónde vamos a guardar todo esto? El trastero es muy pequeño, y la terraza del piso no tiene espacio. Yo creo que podríamos organizarnos un poco mejor, pero no veo por qué tengamos que sacar todo".

La señora Conchita, siempre dispuesta a poner orden, intervino. "Esto es un disparate. El cuarto de contadores es para los contadores, no para vuestras bicicletas. ¡No sé cómo hemos llegado a esto!", exclamó, mirando con reprobación a los más jóvenes, como si la situación fuera el resultado de su falta de respeto por las normas.

Día 21: "El Plan de Acción"

Maruja, viendo que los vecinos estaban más interesados en justificar sus acciones que en resolver el problema, decidió tomar cartas en el asunto. "Escuchadme bien, vecinos. No podemos dejar que esto continúe. Si el técnico no puede hacer su trabajo, tendremos problemas con el suministro de luz, y todos pagaremos las consecuencias. Así que propongo lo siguiente: cada uno se lleva hoy mismo su bicicleta, patinete o lo que sea de ese cuarto, y a partir de ahora, queda terminantemente prohibido dejar cualquier cosa allí que no sea relacionada con los contadores".

Paco, intentando suavizar la situación, sugirió: "¿Y si dejamos solo las bicicletas más pequeñas? O tal vez podemos reorganizar el espacio para que todos podamos seguir usando el cuarto".

Maruja negó con la cabeza. "No, Paco. El cuarto de contadores no es para almacenamiento. Es un espacio que debe estar despejado por razones de seguridad. Si alguien no tiene dónde poner su bicicleta o patinete, que hable con la administración y veremos cómo podemos ayudar, pero no se puede seguir usando ese cuarto para eso".

El ambiente en la sala era tenso. Los vecinos murmuraban entre ellos, pero sabían que Maruja tenía razón. Después de un poco más de discusión, finalmente todos aceptaron retirar sus pertenencias del cuarto. Maruja tomó nota de las promesas y, con la determinación de una presidenta que había visto y resuelto más problemas de los que quería admitir, concluyó la reunión.

Día 22: "El Cuarto Despejado"

Al día siguiente, Maruja hizo una ronda de inspección. Para su sorpresa, el cuarto de contadores estaba despejado. Bueno, casi. A un lado, en una esquina, quedaba un pequeño patinete, abandonado como si alguien hubiera olvidado su existencia. Maruja sonrió, sacó su teléfono, y mandó un mensaje al grupo de WhatsApp de la comunidad: "Querido vecino del patinete azul, está esperándote en el cuarto de contadores. ¡Por favor, recógelo antes de que tengamos que enviarlo al depósito de objetos perdidos!".

La respuesta no tardó en llegar. "Perdón, Maruja, lo recojo en un momento", contestó Paco, como siempre, el último en cumplir. Maruja, satisfecha con el resultado, subió a su ático sabiendo que había salvado a la comunidad de otro pequeño desastre.

Día 23: "El Epílogo sobre Ruedas"

La Comunidad del Buen Vivir volvió a la normalidad, al menos por ahora. El cuarto de contadores, por primera vez en meses, estaba limpio y despejado. Los vecinos, aunque reacios al principio, entendieron que Maruja tenía razón. No podían seguir usando ese espacio como si fuera su garaje personal.

Y aunque sabían que en cualquier momento surgiría otro problema, otra junta, y otro pequeño drama, la Comunidad del Buen Vivir seguía adelante, guiada por la mano firme y la libreta siempre presente de Maruja, la presidenta que no solo veía los tejados desde su ático, sino que también sabía mantener el edificio en orden, una bicicleta y un patinete a la vez.

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