En el remoto y
olvidado reino de Politiquilandia, existía una rara especie de criaturas
conocidas como "Políticos Eternos". Estos seres, una vez que ocupaban
un escaño, quedaban atrapados en él como si estuvieran bajo un hechizo poderoso
e irrompible. Aparentemente, no había fuerza en el universo capaz de sacarlos
de ahí.
Los Políticos
Eternos tenían una habilidad extraordinaria: podían dormirse durante largas
sesiones parlamentarias sin que nadie notara la diferencia. Algunos decían que
podían hibernar todo un mandato sin que sus colegas los echaran en falta. De
hecho, se rumoreaba que bajo sus escritorios guardaban almohadas y mantas.
Un día, llegó al
reino un joven y audaz ciudadano llamado Jose. Jose, con su espíritu reformador
y lleno de esperanza, decidió que era hora de liberar los escaños para nuevas
ideas. Con valentía, se acercó al parlamento y propuso un cambio radical:
“¡Todos los Políticos Eternos deben retirarse después de dos mandatos!”
Los Políticos
Eternos se despertaron de su letargo y, con ojos somnolientos, miraron a Jose
como si fuera un extraterrestre. Uno de ellos, el más antiguo, que llevaba ahí
desde tiempos inmemoriales, se levantó y, con voz solemne y grave, declaró:
“¡Es imposible, joven iluso! Nuestros escaños son nuestras vidas. Sin ellos,
desapareceríamos como polvo en el viento”.
Jose, no obstante,
insistió y logró convocar a una votación. Los Políticos Eternos, sintiendo el
peligro inminente, comenzaron a maniobrar como solo ellos saben hacerlo.
Prometieron, conspiraron y, en un movimiento magistral, aprobaron una ley que
declaraba que todo político que intentara abandonar su escaño sería desterrado
a la temida Tierra de los Ciudadanos Comunes.
La ley fue aprobada
por unanimidad, y Jose, frustrado, entendió que los Políticos Eternos no eran
solo un problema de Politiquilandia, sino una plaga que infestaba todos los
rincones del mundo.
Y así, en
Politiquilandia, los escaños siguieron ocupados por sus inquilinos perpetuos,
que roncan en paz y prosperidad, mientras el resto del reino sigue soñando con
el día en que los escaños vuelvan a ser libres.
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