Día 38:
"El Sofá que Nadie Quiere"
El portal de la Comunidad
del Buen Vivir ha sido testigo de muchas cosas a lo largo de los años:
recibimientos calurosos, charlas entre vecinos y hasta alguna que otra disputa.
Pero lo que no había visto jamás era la aparición de un sofá andrajoso,
desvencijado y abandonado en toda su decadente gloria. Nadie supo exactamente
cómo llegó allí, pero un día, al abrir la puerta del portal, Maruja se encontró
con esa visión decrépita.
El sofá, que en su
juventud probablemente fue la pieza central de algún salón, ahora parecía más
bien un refugio para el polvo y quién sabe qué otras criaturas. Estaba
desgastado, con los muelles asomando por aquí y allá, y un olor a humedad que
no tardó en invadir el portal.
Maruja, siempre
dispuesta a mantener la comunidad en orden, se llevó las manos a la cabeza.
"¡Esto es inaceptable! ¿Quién ha dejado aquí semejante cosa?",
exclamó, aunque no había nadie a quien reclamarle. La noticia del sofá se
esparció rápidamente, y en cuestión de minutos, varios vecinos se asomaban con
curiosidad, tratando de descifrar el origen del misterioso mueble.
"Yo no he
sido", dijo Paco, el vecino del quinto, levantando las manos en señal de
inocencia. "¡Y yo tampoco!", añadieron rápidamente Conchita y Carmen,
que bajaban juntas como si fueran un dúo de detectives en busca de pistas. Pero
nadie sabía nada. El sofá simplemente había aparecido allí, como un invitado no
deseado en una fiesta ya avanzada.
Día 39:
"El Reguero de la Basura"
Como si el sofá no
fuera suficiente, había otro problema que atormentaba el portal de la
comunidad: el reguero maloliente que dejaba la basura de algún vecino. Cada
noche, sin falta, uno de los residentes sacaba su basura, pero en lugar de
llevarla con cuidado hasta el contenedor, dejaba un rastro de jugos malolientes
que se filtraban por las bolsas rotas.
El mal olor se
mezclaba con el del viejo sofá, creando un "ambientador" que era
cualquier cosa menos agradable. Maruja, cuya paciencia ya estaba al límite,
decidió tomar cartas en el asunto. "Esto es una falta de consideración. No
solo dejan aquí ese sofá horroroso, sino que ahora también tenemos que soportar
este olor a basura. ¡Vamos, esto ya es demasiado!"
Con su ya famosa
libreta en mano, Maruja comenzó a investigar. Después de un par de noches de
vigilancia discreta, logró identificar al culpable: el vecino del segundo, Don
Ramón. Ramón, que siempre iba con prisa, no se daba cuenta de que sus bolsas de
basura estaban en las últimas y que cada vez que las arrastraba, dejaba un
rastro apestoso detrás.
Maruja lo abordó
una mañana. "Ramón, querido, sé que todos estamos ocupados, pero por
favor, asegúrate de que las bolsas estén bien cerradas antes de sacarlas. ¡El
portal huele a vertedero!" Ramón, avergonzado, prometió que a partir de
entonces se aseguraría de usar bolsas más resistentes y, si fuera necesario,
las doble embolsaría. La comunidad respiró un poco más tranquila, aunque el
aroma del sofá seguía siendo un problema sin resolver.
Día 40:
"Las Carreras de Patinete"
El portal, a pesar
de ser el sitio donde comenzaban los días de todos los vecinos, también se había
convertido en la pista de carreras improvisada de los niños del tercero. Los
pequeños, con una energía inagotable y un amor incondicional por sus patinetes,
habían encontrado en el portal el lugar perfecto para sus competiciones.
Los vecinos más
jóvenes se divertían deslizándose por el suelo resbaladizo del portal, sin
pensar en las consecuencias. Sin embargo, las vecinas mayores, como Conchita y
Carmen, vivían con el miedo constante de ser arrolladas en cualquier momento.
"¡Estos niños van a acabar con nosotras!", exclamaba Carmen cada vez
que uno de ellos pasaba zumbando a su lado.
Maruja, que ya
estaba lidiando con el sofá y la basura, decidió que era momento de poner fin a
las carreras de patinete antes de que ocurriera un accidente. Reunió a los padres
de los niños y, con su tono más amable pero firme, les explicó la situación.
"Sabemos que los niños necesitan divertirse, pero el portal no es el lugar
para ello. Podrían salir a jugar al parque o usar el patinete en la acera, pero
aquí es peligroso, especialmente para nuestras vecinas mayores."
Los padres,
conscientes de la situación, acordaron hablar con los niños y encontrar
alternativas para sus juegos. Y así, las carreras en el portal se redujeron
considerablemente, para alivio de Conchita y Carmen, que ya podían bajar al
portal sin temor a ser derribadas.
Día 41:
"El Final del Sofá (o no)"
Con las carreras
de patinete bajo control y el reguero de basura disminuido, quedaba un último
problema por resolver: el sofá. Después de varios días de especulaciones y de
intentar averiguar quién lo había dejado allí, Maruja decidió que ya era hora
de actuar. Con la ayuda de Paco y Ramón, que buscaban redimirse, lograron
arrastrar el viejo mueble hasta la acera, donde esperaban que los servicios de
recogida de enseres lo llevaran.
Sin embargo, el
sofá tenía otros planes. Como si se resistiera a abandonar el edificio que
había invadido, un fuerte viento lo hizo rodar de vuelta hacia la puerta del
portal, donde quedó atascado. Los vecinos, que lo miraban incrédulos desde las
ventanas, no pudieron evitar reírse. "Parece que el sofá no quiere
irse", comentó Paco, entre risas.
Finalmente, tras
un esfuerzo conjunto y una cuerda improvisada, lograron arrastrarlo nuevamente
hasta la acera, donde esta vez sí fue recogido. El portal, libre de su mueble
no deseado, volvió a ser un lugar de tránsito en lugar de un depósito de
muebles.
Día 42:
"Un Portal en Paz (por Ahora)"
El portal de la Comunidad
del Buen Vivir recuperó su aspecto limpio y ordenado. Maruja, satisfecha
con el resultado, hizo una última ronda de inspección antes de retirarse a su
terraza en el tejado, donde podía observar el ir y venir de los vecinos. Sin el
sofá, sin los regueros de basura y con las carreras de patinete bajo control,
todo parecía en calma… al menos por ahora.
Pero, como bien
saben los vecinos, la calma en la Comunidad del Buen Vivir nunca dura
mucho. Aunque, por el momento, todos disfrutaban de un portal limpio, un
ambiente sin malos olores y un suelo libre de obstáculos, sabían que no pasaría
mucho tiempo antes de que surgiera otro desafío que Maruja y su libreta
tendrían que resolver.
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