Capítulo
4: La Decisión
Marta sentía que
el tiempo se detenía mientras miraba la trampilla brillando débilmente bajo la
mano de Mercedes. El aire en la torre del faro se había vuelto más pesado, como
si el mismo edificio estuviera conteniendo la respiración junto con ella. Podía
oír el sonido rítmico de las olas rompiendo contra las rocas, un recordatorio
constante de que el mundo seguía girando afuera, ajeno al misterio que ella
estaba a punto de desentrañar.
—¿Qué debo hacer,
Mercedes? —preguntó finalmente, su voz apenas un susurro.
Mercedes retiró la
mano de la trampilla y la luz se apagó, como si el portal se hubiera dormido de
nuevo, a la espera de la elección de Marta.
—Nadie puede tomar
esa decisión por ti —dijo la anciana, su tono ahora más suave, casi maternal—.
Pero debes saber que, una vez que cruces esa línea, no solo cambiarás tu vida,
sino que podrías alterar el destino de todos nosotros. Sin embargo, si decides
retroceder, el Club de los Secretos se encargará de que esta puerta permanezca
sellada para siempre. Pero si sigues adelante… —hizo una pausa, como si
estuviera eligiendo cuidadosamente sus palabras—, deberás enfrentarte a cosas
que escapan a nuestra comprensión.
Marta asintió
lentamente, sus pensamientos revoloteando como un enjambre de abejas en su
mente. A lo largo de su carrera como detective, había enfrentado peligros,
había perseguido pistas que otros no veían y había desentrañado crímenes que
parecían irresolubles. Pero nunca se había encontrado con algo como esto. Sin
embargo, la curiosidad que había impulsado toda su vida no podía ser ignorada.
Sabía que si no investigaba lo que había bajo esa trampilla, nunca podría vivir
en paz.
—Voy a seguir
adelante —dijo al fin, su decisión tomada—. Necesito saber qué es realmente
"El Ojo del Tiempo".
Mercedes no mostró
sorpresa, pero en su mirada había una mezcla de resignación y algo que Marta no
pudo identificar de inmediato. Quizás era una chispa de orgullo, o tal vez una
sombra de tristeza.
—Muy bien
—respondió Mercedes, acercándose a la trampilla y sacando una pequeña llave de
su bolsillo—. Esta llave no es solo un símbolo, Marta. Te guiará por el
laberinto. Recuerda que no debes confiar en todo lo que ves. Las sombras juegan
con la mente, y este lugar tiene una voluntad propia.
Marta tomó la
llave, sintiendo su peso frío en la palma de su mano. No era una llave
ordinaria; parecía estar hecha de un metal antiguo, desgastado por el tiempo,
con grabados complejos que recordaban a los símbolos que había visto en el
diario. Con un último vistazo a Mercedes, Marta se arrodilló y deslizó la llave
en la cerradura de la trampilla. Un suave clic resonó en la torre, y la tapa se
abrió con un crujido que hizo eco en las paredes de piedra.
Debajo, una
escalera descendía hacia la oscuridad, más antigua que el mismo faro, más profunda
de lo que Marta había imaginado. Un aire gélido subió desde las profundidades,
y Marta sintió un escalofrío recorrer su espalda.
—Toma esta
linterna —dijo Mercedes, entregándole un pequeño farol que brillaba con una luz
cálida y constante—. Es más fiable que cualquier tecnología moderna. No te
separes de ella, pase lo que pase.
Marta asintió,
sujetando el farol con fuerza mientras se preparaba para descender. Con cada
paso que daba, el sonido de las olas y el viento se desvanecía, reemplazado por
un silencio sepulcral que parecía envolverla por completo. La escalera era
empinada, y los escalones, desgastados por el tiempo, crujían bajo su peso.
Después de lo que pareció una eternidad, llegó a una amplia cámara subterránea,
cuyas paredes estaban cubiertas de inscripciones que brillaban débilmente en la
oscuridad.
El suelo estaba
decorado con un intrincado mosaico que representaba un laberinto, y en el
centro, el mismo ojo que había visto antes, pero esta vez con un detalle más
claro: un pequeño punto en el centro de la pupila que parecía un diamante.
Marta sintió una
extraña atracción hacia el mosaico, como si algo dentro de ella la empujara a
seguir avanzando. Sin embargo, recordó las palabras de Mercedes: "No
confíes en todo lo que ves".
De repente, sintió
una vibración en el suelo bajo sus pies. El mosaico comenzó a moverse, y el ojo
en el centro pareció abrirse aún más, revelando un pasaje oculto. Alrededor de
ella, las sombras en las paredes comenzaron a cambiar de forma, como si
tuvieran vida propia, bailando al ritmo de una música silenciosa.
Marta se dio
cuenta de que el verdadero desafío no era encontrar el Ojo del Tiempo, sino
sobrevivir a lo que se ocultaba en ese laberinto.
Con una última
mirada hacia la escalera por la que había descendido, Marta supo que no había
vuelta atrás.
Dio un paso
adelante, hacia el pasaje recién abierto, mientras las sombras se arremolinaban
a su alrededor. El verdadero misterio acababa de comenzar.
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