lunes, 12 de agosto de 2024

Capitulo 4 - El Club de los Secretos

 


Capítulo 4: La Decisión

Marta sentía que el tiempo se detenía mientras miraba la trampilla brillando débilmente bajo la mano de Mercedes. El aire en la torre del faro se había vuelto más pesado, como si el mismo edificio estuviera conteniendo la respiración junto con ella. Podía oír el sonido rítmico de las olas rompiendo contra las rocas, un recordatorio constante de que el mundo seguía girando afuera, ajeno al misterio que ella estaba a punto de desentrañar.

—¿Qué debo hacer, Mercedes? —preguntó finalmente, su voz apenas un susurro.

Mercedes retiró la mano de la trampilla y la luz se apagó, como si el portal se hubiera dormido de nuevo, a la espera de la elección de Marta.

—Nadie puede tomar esa decisión por ti —dijo la anciana, su tono ahora más suave, casi maternal—. Pero debes saber que, una vez que cruces esa línea, no solo cambiarás tu vida, sino que podrías alterar el destino de todos nosotros. Sin embargo, si decides retroceder, el Club de los Secretos se encargará de que esta puerta permanezca sellada para siempre. Pero si sigues adelante… —hizo una pausa, como si estuviera eligiendo cuidadosamente sus palabras—, deberás enfrentarte a cosas que escapan a nuestra comprensión.

Marta asintió lentamente, sus pensamientos revoloteando como un enjambre de abejas en su mente. A lo largo de su carrera como detective, había enfrentado peligros, había perseguido pistas que otros no veían y había desentrañado crímenes que parecían irresolubles. Pero nunca se había encontrado con algo como esto. Sin embargo, la curiosidad que había impulsado toda su vida no podía ser ignorada. Sabía que si no investigaba lo que había bajo esa trampilla, nunca podría vivir en paz.

—Voy a seguir adelante —dijo al fin, su decisión tomada—. Necesito saber qué es realmente "El Ojo del Tiempo".

Mercedes no mostró sorpresa, pero en su mirada había una mezcla de resignación y algo que Marta no pudo identificar de inmediato. Quizás era una chispa de orgullo, o tal vez una sombra de tristeza.

—Muy bien —respondió Mercedes, acercándose a la trampilla y sacando una pequeña llave de su bolsillo—. Esta llave no es solo un símbolo, Marta. Te guiará por el laberinto. Recuerda que no debes confiar en todo lo que ves. Las sombras juegan con la mente, y este lugar tiene una voluntad propia.

Marta tomó la llave, sintiendo su peso frío en la palma de su mano. No era una llave ordinaria; parecía estar hecha de un metal antiguo, desgastado por el tiempo, con grabados complejos que recordaban a los símbolos que había visto en el diario. Con un último vistazo a Mercedes, Marta se arrodilló y deslizó la llave en la cerradura de la trampilla. Un suave clic resonó en la torre, y la tapa se abrió con un crujido que hizo eco en las paredes de piedra.

Debajo, una escalera descendía hacia la oscuridad, más antigua que el mismo faro, más profunda de lo que Marta había imaginado. Un aire gélido subió desde las profundidades, y Marta sintió un escalofrío recorrer su espalda.

—Toma esta linterna —dijo Mercedes, entregándole un pequeño farol que brillaba con una luz cálida y constante—. Es más fiable que cualquier tecnología moderna. No te separes de ella, pase lo que pase.

Marta asintió, sujetando el farol con fuerza mientras se preparaba para descender. Con cada paso que daba, el sonido de las olas y el viento se desvanecía, reemplazado por un silencio sepulcral que parecía envolverla por completo. La escalera era empinada, y los escalones, desgastados por el tiempo, crujían bajo su peso. Después de lo que pareció una eternidad, llegó a una amplia cámara subterránea, cuyas paredes estaban cubiertas de inscripciones que brillaban débilmente en la oscuridad.

El suelo estaba decorado con un intrincado mosaico que representaba un laberinto, y en el centro, el mismo ojo que había visto antes, pero esta vez con un detalle más claro: un pequeño punto en el centro de la pupila que parecía un diamante.

Marta sintió una extraña atracción hacia el mosaico, como si algo dentro de ella la empujara a seguir avanzando. Sin embargo, recordó las palabras de Mercedes: "No confíes en todo lo que ves".

De repente, sintió una vibración en el suelo bajo sus pies. El mosaico comenzó a moverse, y el ojo en el centro pareció abrirse aún más, revelando un pasaje oculto. Alrededor de ella, las sombras en las paredes comenzaron a cambiar de forma, como si tuvieran vida propia, bailando al ritmo de una música silenciosa.

Marta se dio cuenta de que el verdadero desafío no era encontrar el Ojo del Tiempo, sino sobrevivir a lo que se ocultaba en ese laberinto.

Con una última mirada hacia la escalera por la que había descendido, Marta supo que no había vuelta atrás.

Dio un paso adelante, hacia el pasaje recién abierto, mientras las sombras se arremolinaban a su alrededor. El verdadero misterio acababa de comenzar.


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