domingo, 18 de agosto de 2024

Capitulo 4 - "El espejo y la Sombra"

 


Capítulo 4: "El Espejo y la Sombra"

Los días pasaron y el pequeño espejo que Edurne había colocado junto a su ventana parecía haber cobrado vida propia. Cada mañana, al despertarse, encontraba que los reflejos de la luz del sol creaban patrones diferentes en las paredes de su apartamento. A veces eran simples destellos, otras veces formaban figuras que se desvanecían antes de que pudiera descifrarlas del todo.

Una noche, mientras se preparaba para dormir, Edurne notó algo extraño. La luz de la luna, filtrándose a través de los edificios, proyectaba una sombra en la pared frente a su cama. Pero esta sombra no correspondía a nada que estuviera en la habitación. Era una silueta, vaga pero inconfundible, de una figura humana.

Se quedó inmóvil, observando cómo la sombra se movía lentamente, como si alguien estuviera de pie en la habitación, aunque no había nadie allí. El corazón le latía con fuerza, pero no sintió miedo, sino una extraña mezcla de curiosidad y anticipación. ¿Qué estaba pasando en su hogar?

A la mañana siguiente, decidió que tenía que entender qué estaba sucediendo. Volvió a la tienda de antigüedades, llevando consigo el espejo. Al llegar, encontró la tienda vacía, sin rastro del dueño ni de los objetos que la llenaban la última vez que la visitó. Solo había una pequeña nota en el mostrador, escrita con una caligrafía antigua y cuidada: "El espejo muestra lo que no se ve. Pero cuidado, no todo lo que revela es lo que parece."

Confundida y con más preguntas que respuestas, Edurne decidió regresar a casa. Esa noche, colocó el espejo frente a la cama, para observar de cerca lo que sucedía cuando la luna llenaba la habitación con su luz pálida. Al principio, todo parecía normal, solo la luz reflejada en el espejo y las sombras que se movían con suavidad en las paredes. Pero de pronto, la sombra volvió a aparecer, esta vez más clara, más definida.

Era la figura de una mujer, alta y delgada, que parecía mirar directamente a Edurne. No había rasgos visibles, solo una silueta negra que se destacaba contra la pared iluminada. Edurne sintió un escalofrío recorrer su cuerpo, pero en lugar de apartar la vista, se concentró en la figura, tratando de descifrar su origen.

De repente, la sombra hizo un movimiento que la dejó sin aliento: levantó una mano y señaló hacia la ventana. Edurne, temblando, siguió la dirección que indicaba. En el alféizar, justo en el lugar donde había colocado la maceta con las semillas, algo brillaba débilmente.

Con pasos lentos, casi como si estuviera en un sueño, se acercó a la ventana y encontró un pequeño objeto que antes no estaba allí. Era una llave antigua, oxidada por el tiempo, que había aparecido de la nada. ¿Cómo había llegado hasta allí? ¿Y qué puerta podría abrir?

Edurne sostuvo la llave en su mano, sintiendo el peso de lo desconocido. Algo le decía que esa llave era la clave para entender el misterio que se había instalado en su vida. Pero también intuía que, al usarla, abriría una puerta que quizás preferiría dejar cerrada.

Esa noche, se acostó con la llave bajo la almohada, como un amuleto que la conectaba a un mundo más allá de lo visible. Las sombras en la pared se desvanecieron, pero Edurne sabía que el misterio solo acababa de comenzar.


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