Capítulo
5: Los Ecos del Tiempo
El frío en la
cámara subterránea parecía calar hasta los huesos de Marta mientras avanzaba
lentamente por el pasaje que se había abierto en el centro del mosaico. Las
sombras seguían danzando a su alrededor, moviéndose con una vida propia que
hacía que su corazón latiera con fuerza en su pecho. Sosteniendo el farol con
firmeza, Marta descendió por un nuevo tramo de escaleras, sintiendo cómo el
aire se volvía más denso y pesado con cada paso.
El pasaje la llevó
a una gran sala circular, cuyas paredes estaban cubiertas de símbolos y
jeroglíficos que Marta no reconocía, pero que parecían narrar una historia
antigua y olvidada. En el centro de la sala, sobre un pedestal de piedra, había
un objeto que brillaba con una luz propia: el Ojo del Tiempo.
Era un orbe, del
tamaño de un puño, hecho de un cristal oscuro y pulido, y en su interior, una
luz líquida se arremolinaba lentamente, cambiando de color y forma como si
fuera una galaxia en miniatura. Marta se acercó con cautela, consciente de que
lo que tenía ante ella no era un simple artefacto. El aire alrededor del Ojo
del Tiempo parecía vibrar, lleno de una energía que hacía que el vello de la
nuca de Marta se erizara.
Cuando extendió la
mano para tocarlo, sintió una fuerza invisible que la empujaba hacia atrás. El
Ojo estaba protegido por algo más que simple tecnología o magia; parecía estar
vivo, consciente de su presencia.
—¿Qué eres tú?
—susurró Marta, fascinada y aterrada al mismo tiempo.
El Ojo pareció
responder a su voz. La luz en su interior se intensificó, y las sombras en la
sala comenzaron a proyectarse en las paredes, formando imágenes fugaces de
eventos pasados, momentos congelados en el tiempo. Marta vio un destello de lo
que parecía ser un pueblo, tal vez el mismo en el que ahora vivía, pero en un
tiempo muy distante. Luego, una gran tormenta que azotaba la costa, y
finalmente, un grupo de personas, hombres y mujeres, reunidos en esta misma
sala, realizando un ritual con el Ojo en el centro.
Marta entendió que
este objeto no era solo un portal, sino también un testigo de la historia, un
guardián de secretos que habían sido olvidados por todos excepto por aquellos
que los protegían. Pero también se dio cuenta de algo más: el Ojo del Tiempo
tenía un propósito, uno que iba más allá de la comprensión humana, y estaba
esperando ser activado.
De repente, sintió
una presencia detrás de ella. Se giró rápidamente, con el corazón en la
garganta, y vio a Alberto y Mercedes de pie en la entrada de la sala. Sus
rostros estaban serios, pero no mostraban sorpresa al ver a Marta allí.
—Sabíamos que
llegarías hasta aquí —dijo Alberto, su voz firme, pero con un matiz de
respeto—. El Ojo del Tiempo te ha aceptado, Marta. No todos los que llegan tan
lejos son capaces de soportar su llamada.
—¿Qué significa
esto? —preguntó Marta, sin apartar la vista del Ojo—. ¿Qué se supone que debo
hacer?
Mercedes dio un
paso adelante, acercándose al pedestal con reverencia.
—El Ojo del Tiempo
es un faro y un ancla, Marta. Ha guiado a este pueblo a través de generaciones,
manteniendo el equilibrio entre lo que es y lo que podría ser. Pero cada cierto
tiempo, necesita un nuevo guardián, alguien que lo proteja y lo mantenga en su
lugar. Esa persona eres tú.
Marta sintió un
peso caer sobre sus hombros, una responsabilidad que nunca había buscado, pero
que ahora parecía inevitable.
—No estoy segura
de estar preparada para esto —admitió, su voz temblando ligeramente.
—Nadie lo está, al
principio —dijo Alberto—. Pero el Ojo ha hablado, y no podemos ignorarlo. Sin
embargo, debes saber que tomar esta decisión cambiará tu vida para siempre.
Serás parte de algo más grande que cualquier cosa que hayas conocido, pero
también estarás aislada del mundo exterior. No puedes tener ambas cosas.
El silencio que
siguió a sus palabras fue denso, lleno de la gravedad de lo que estaba en
juego. Marta sabía que, si aceptaba, su vida tal como la conocía terminaría.
Pero también entendía que había algo en ella que la empujaba a decir que sí,
algo que había estado dormido durante años y que ahora se despertaba con fuerza.
Finalmente,
levantó la vista y miró a Mercedes y a Alberto.
—Lo haré —dijo, su
voz firme—. Acepto ser la guardiana del Ojo del Tiempo.
Mercedes asintió,
y una suave sonrisa apareció en su rostro.
—Entonces, el
ritual debe completarse —dijo, señalando el Ojo—. Pero primero, hay algo más
que debes saber.
Antes de que Marta
pudiera preguntar, las sombras en las paredes comenzaron a moverse de nuevo,
pero esta vez, en lugar de escenas del pasado, mostraron algo diferente: un
posible futuro. Un futuro en el que el Ojo del Tiempo no estaba en su lugar, un
futuro de caos y destrucción.
Marta sintió un
nudo en el estómago. El Ojo no solo era un testigo del pasado, sino también una
barrera contra un futuro oscuro. Su decisión no era solo por ella, sino por el
mundo entero.
—Mañana, al
amanecer, deberás completar el ritual —dijo Alberto, interrumpiendo sus
pensamientos—. Pero hasta entonces, piensa bien en lo que está en juego.
Marta asintió en
silencio, sintiendo la magnitud de lo que estaba por venir. Mañana sería el día
en que todo cambiaría, de una manera u otra.
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