Capítulo
10: "La Libertad en el Reflejo"
Edurne se quedó en
la sala circular, rodeada por los fragmentos del espejo roto. El aire parecía
cargado de electricidad, y la oscuridad del sótano, que siempre le había
ofrecido un extraño consuelo, ahora la envolvía con una presencia inquietante.
El espejo, que había sido el centro de todos los misterios, ahora era solo un
cúmulo de cristales dispersos por el suelo, pero Edurne sabía que lo más
importante había ocurrido en ese instante final, cuando la figura desapareció.
No estaba segura
de lo que había liberado, pero la ausencia de la mujer en el espejo era un
signo de que algo había cambiado. Con el corazón aún latiendo con fuerza,
decidió que lo mejor era salir de aquel sótano y dejar que el amanecer trajera
claridad a sus pensamientos.
Al día siguiente,
la luz del sol se filtraba tímidamente por las altas ventanas de su
apartamento, iluminando los tejados que Edurne conocía tan bien. Se sentó en su
sillón, mirando el horizonte, intentando encontrar respuestas en el silencio de
la mañana. Pero la sensación de que algo estaba a punto de suceder no la
abandonaba.
Un golpe suave en
la puerta interrumpió sus pensamientos. Edurne, extrañada, se levantó para
abrir. Al otro lado, se encontraba el profesor que había consultado el día
anterior. Su rostro, normalmente sereno, mostraba una expresión de
preocupación.
—Edurne, lamento
venir sin avisar, pero hay algo más que necesito contarte —dijo él, entrando
con cierta urgencia en su voz.
Ella lo invitó a
sentarse, sin quitarle la vista de encima. El profesor sacó un viejo libro de
su bolsa y lo abrió en una página marcada. En ella, había una ilustración que
Edurne reconoció al instante: el espejo, el ritual, y la figura de la mujer.
—No pude dormir
anoche, pensando en el pergamino —empezó a explicar—. Así que volví a mis
archivos y encontré este libro. Aquí se cuenta la historia de una mujer, una
figura legendaria, conocida como la "Guardiana del Reflejo". Se dice
que ella tenía el poder de contener a las entidades que amenazaban con cruzar a
nuestro mundo. Pero cometió un error; en un momento de debilidad, permitió que
una de esas entidades la poseyera. Para evitar una catástrofe, un grupo de
sabios la encerró en un espejo, sellando tanto su cuerpo como la entidad que la
había dominado.
El profesor la
miró fijamente.
—Si la
liberaste... podrías haber liberado a esa entidad también.
Edurne sintió un
escalofrío recorrer su cuerpo. El silencio en el apartamento se hizo aún más
pesado.
—¿Y qué significa
eso? —preguntó, aunque ya temía la respuesta.
—No lo sé con
certeza. Pero hay relatos que sugieren que la Guardiana, una vez liberada,
puede recuperar el control sobre la entidad... o perderse para siempre en su
poder. Depende de su fuerza, de su voluntad. —El profesor se detuvo, dudando
antes de continuar—. Y depende de quien la libere.
Edurne comprendió
entonces que no solo había liberado a la mujer, sino que ahora estaba vinculada
a ella de una forma que aún no alcanzaba a entender. La presencia que había
sentido, la energía que la rodeaba desde el momento en que el espejo se rompió,
no era solo la Guardiana... sino también esa entidad.
En ese instante,
un crujido resonó en la sala. Ambos se volvieron hacia el sonido, y vieron cómo
uno de los fragmentos del espejo en el suelo comenzaba a vibrar. Edurne se
levantó de un salto, el corazón en la garganta. El fragmento brillaba con una
luz oscura, como si estuviera vivo.
—Es ella...
—murmuró el profesor, retrocediendo un paso.
El fragmento se
elevó lentamente en el aire, girando sobre sí mismo, y la figura de la mujer
apareció una vez más, pero esta vez no en el espejo, sino proyectada desde el
fragmento mismo. Su rostro, pálido y marcado por el sufrimiento, ahora tenía
una determinación que Edurne no había visto antes.
“Gracias por
liberarme”, la voz de la mujer resonó en la mente de Edurne, clara y fuerte.
“Pero mi batalla no ha terminado. La entidad que habita en mí... aún busca
tomar el control. Necesito tu ayuda para sellarla, para siempre”.
Edurne sintió que
el destino la llamaba una vez más. Había iniciado algo que no podía detenerse
ahora. La figura extendió una mano hacia ella, y aunque era solo un reflejo,
Edurne sintió la fuerza en esa acción.
—Edurne, si
aceptas ayudarla, debes estar preparada para lo que venga —advirtió el
profesor, aunque su voz temblaba ligeramente.
Edurne no dudó.
Sabía que, de alguna manera, este era el propósito que había estado esperando
en su vida, el motivo por el cual había soportado tanto, y ahora tenía la
oportunidad de enfrentarlo. Asintió lentamente, y la figura en el reflejo
sonrió con gratitud.
El fragmento se
iluminó con un brillo cegador, y de pronto, el apartamento desapareció. Edurne
se encontró en una llanura vasta y oscura, sin horizonte. A su alrededor, el
viento rugía como un lamento, y la figura de la mujer estaba junto a ella, más
real que nunca.
“Este es el
corazón de la entidad”, dijo la Guardiana, su voz resonando como un eco.
“Debemos encerrarla aquí, donde nunca pueda escapar”.
Edurne comprendió
que su papel en esto era crucial. Era su voluntad la que decidiría el resultado
de esta batalla. Juntas, comenzaron a recitar las palabras del ritual, el mismo
que Edurne había pronunciado antes, pero ahora con un poder renovado.
La oscuridad se
agitó, y una figura monstruosa emergió, hecha de sombras y odio puro. La
entidad luchaba contra el sello que las dos mujeres intentaban colocar, pero
Edurne, guiada por la fuerza de la Guardiana, mantuvo el ritmo, sintiendo cómo
la energía fluía a través de ella.
El enfrentamiento
fue feroz, pero finalmente, con un último grito, la entidad fue atrapada en un
vórtice de luz, y la oscuridad se disipó. Edurne sintió cómo su energía se
agotaba, pero también sintió una paz profunda mientras la figura de la
Guardiana la miraba con una mezcla de gratitud y respeto.
“Gracias”, dijo la
Guardiana antes de desvanecerse lentamente en la luz. “Has salvado más de lo
que puedes imaginar”.
Edurne cerró los
ojos, y cuando los abrió, estaba de nuevo en su apartamento. El profesor estaba
a su lado, mirándola con asombro. Los fragmentos del espejo habían desaparecido,
y en su lugar, solo quedaba una pequeña gema brillante en el suelo, el último
vestigio del espejo.
Edurne la recogió,
sintiendo un calor reconfortante al tocarla. Sabía que la historia había
llegado a su fin, y que había cumplido su propósito.
Miró por la
ventana, los tejados reflejaban la luz de un nuevo amanecer. Sabía que la vida
seguiría adelante, pero ya no estaba sola. Había encontrado su fuerza, su
propósito, y una conexión con algo mucho más grande que ella misma.
El silencio en su
hogar ya no era opresivo, sino reconfortante. Había liberado a la Guardiana,
pero también se había liberado a sí misma.
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