martes, 6 de agosto de 2024

Una sátira sobre "La Bolsa"

 


En un pequeño rincón del universo financiero, los inversores vivían con una mezcla de emoción y pavor, observando las montañas rusas de la bolsa. Cada día, el mercado abría sus puertas con un gran redoble de tambores y una promesa de fortuna o ruina.

El lunes, el tío Rico, accionista veterano, estaba convencido de que había descifrado el enigma del mercado. "¡Hoy subimos!", proclamó con la confianza de un adivino en un espectáculo de feria. Compró acciones a diestra y siniestra, mientras todos a su alrededor lo miraban con admiración y envidia. Al final del día, el mercado cerró en rojo y el tío Rico se fue a casa con el ánimo por los suelos, pensando en cambiar su nombre a "tío Pobre".

El martes, llegó la tía Prudencia, quien aseguraba tener un sexto sentido para estas cosas. "Hoy bajamos", dijo, vendiendo todas sus acciones. Sin embargo, el mercado, como un adolescente rebelde, decidió hacer exactamente lo contrario y subió como un cohete. La tía Prudencia pasó la noche lamentando su falta de intuición.

Miércoles, jueves y viernes pasaron en un torbellino de predicciones fallidas, con los inversores sintiéndose como jugadores en un casino donde la casa siempre gana. Algunos decían que era cosa de los astros, otros culpaban a las mariposas en China y unos pocos aseguraban que era simplemente la voluntad caprichosa de los dioses del dinero.

Finalmente, llegó el fin de semana, un breve respiro para los desgastados especuladores. Mientras saboreaban su café, todos acordaron que la bolsa mundial no era más que un enorme juego de azar disfrazado de ciencia exacta. "¡La próxima semana será diferente!", exclamaron, sin haber aprendido nada y con una fe renovada en su propia suerte.

Y así, el ciclo continuaba, en un baile eterno de subidas y bajadas, donde la única certeza era la incertidumbre.


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