La llamada
de medianoche
Eran las 11:45 de
la noche cuando Clara, una estudiante universitaria, regresaba a su apartamento
después de una larga jornada de estudios en la biblioteca. Cansada, dejó sus
cosas en la mesa de la cocina y se preparó una taza de té para relajarse antes de
dormir. Mientras el agua hervía, decidió encender la televisión para ver las
noticias de última hora.
En la pantalla
apareció el presentador con una expresión seria y preocupada.
"Interrumpimos la programación para informarles de una fuga masiva en el
hospital psiquiátrico de la ciudad. Las autoridades advierten a los ciudadanos
que no abran la puerta a desconocidos y se mantengan en alerta."
Clara sintió un
escalofrío recorrer su espalda. Intentó tranquilizarse pensando que su
apartamento en el cuarto piso la mantenía a salvo. Justo entonces, el teléfono
sonó. Era una llamada desconocida. Dudó por un momento, pero decidió contestar.
— ¿Hola? —dijo
Clara con voz temblorosa.
Al otro lado de la
línea, sólo escuchó una respiración pesada. A punto de colgar, una voz ronca y
distorsionada habló:
— Estoy cerca...
Puedo verte...
Clara sintió que
el miedo la paralizaba. Miró a su alrededor, asegurándose de que las ventanas y
la puerta estuvieran cerradas con llave. No había manera de que alguien pudiera
entrar sin que ella lo supiera.
— ¿Quién eres?
¿Qué quieres? —preguntó tratando de sonar firme.
La voz respondió
con una risa escalofriante antes de colgar.
Asustada, Clara
decidió llamar a la policía, pero su teléfono se quedó sin señal. Intentó con
el teléfono fijo, pero tampoco funcionaba. Desesperada, pensó en pedir ayuda a
sus vecinos, pero el pasillo exterior estaba en completa oscuridad debido a un
corte de energía.
El pánico la
invadió. Se encerró en su habitación, bloqueó la puerta con todos los muebles
que pudo encontrar y se sentó en un rincón, abrazando sus rodillas. El silencio
de la noche solo era roto por el sonido de su respiración agitada.
De repente,
escuchó un golpeteo suave en la puerta de su apartamento. Alguien estaba ahí.
Cada golpe resonaba en su cabeza como un tambor de muerte. No se atrevió a
moverse, rezando para que quien fuera se marchara.
El golpeteo cesó
y, por un momento, Clara pensó que había terminado. Pero entonces, el sonido de
pasos pesados se acercó a su puerta de la habitación. Un susurro gélido se
escuchó a través de la madera:
— Te encontré...
El grito de Clara
resonó en la oscuridad, seguido por el crujido de la puerta al ser forzada. La
oscuridad la envolvió y el terror consumió cada rincón de su ser.
A la mañana
siguiente, la policía encontró la puerta del apartamento abierta, los muebles
volcados y ningún rastro de Clara. La única pista era un teléfono móvil en el
suelo, con la pantalla iluminada y un mensaje en la pantalla:
"Te
encontré."
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