miércoles, 21 de agosto de 2024

Capitulo 7 - "El Reflejo Oculto"

 


Capítulo 7: "El Reflejo Oculto"

La mañana siguiente, Edurne se despertó con la sensación de que había cruzado una línea invisible, como si los límites entre su vida cotidiana y el misterio que la rodeaba se hubieran desdibujado. Se sentía atrapada entre el deseo de descubrir la verdad y el miedo a lo que pudiera encontrar.

No podía olvidar la figura que había visto en el espejo del sótano, esa presencia oscura que parecía conocerla, acecharla desde un rincón del pasado. Pero había algo en esa visión que no podía dejar de lado, una especie de conexión que sentía profundamente en su interior.

Durante el día, trató de continuar con su rutina, pero su mente volvía una y otra vez a la sala subterránea. Decidió investigar más sobre el edificio donde vivía. Quizás había una historia, un secreto olvidado que pudiera arrojar luz sobre lo que estaba ocurriendo. Se dirigió a la biblioteca de la ciudad, un lugar donde la historia parecía respirar entre las estanterías de libros polvorientos y archivos antiguos.

Pasó horas revisando registros antiguos, planos y documentos sobre el edificio. Lo que descubrió la dejó helada. El lugar donde ahora se alzaba su apartamento había sido, hace más de cien años, un convento que había caído en desgracia por razones nunca esclarecidas. En su momento, los rumores hablaban de prácticas oscuras, rituales secretos y desapariciones inexplicables. El convento había sido clausurado abruptamente, y el edificio actual se había levantado sobre sus cimientos.

Uno de los archivos mencionaba una habitación secreta en los sótanos, un lugar donde, según las leyendas, las monjas realizaban ceremonias para comunicarse con el "otro lado". El archivo también hablaba de un objeto especial, un espejo, que era el centro de esos rituales.

Edurne sintió un escalofrío recorrer su espalda. Todo encajaba demasiado bien: la llave, la puerta en el sótano, el espejo y la figura que había visto. Estaba convencida de que había tropezado con algo mucho más grande de lo que imaginaba, y ese conocimiento la llenaba de una mezcla de fascinación y terror.

De regreso a casa, la sensación de inquietud creció. Al entrar en su apartamento, notó que el pequeño espejo que había comprado en la tienda de antigüedades ya no mostraba solo una grieta. La grieta había crecido, extendiéndose como una telaraña a través del vidrio, y desde algún lugar dentro de él, parecía emanar un ligero pero constante murmullo, como si el espejo quisiera decirle algo.

Esa noche, Edurne tomó una decisión. No podía seguir ignorando lo que estaba sucediendo. Si ese espejo y el del sótano estaban conectados con el antiguo convento y con los oscuros rituales que habían tenido lugar allí, entonces tenía que descubrir la verdad, por muy aterradora que fuera.

Volvió al sótano una vez más, esta vez con una determinación férrea. No tenía miedo; sentía que el misterio la llamaba, exigiendo ser resuelto. Entró en la sala circular y, sin dudarlo, se acercó al espejo. La figura oscura ya no estaba, pero el reflejo mostraba algo nuevo.

En lugar de su propia imagen, el espejo mostraba una habitación distinta, una que no correspondía a ningún lugar que Edurne reconociera. Parecía una celda monacal, con paredes de piedra desnuda, iluminada solo por la luz de una vela parpadeante. Y en el centro de la celda, de espaldas a ella, una mujer con un hábito oscuro estaba arrodillada, susurrando algo en un tono tan bajo que Edurne no podía entender.

De repente, la mujer en el reflejo se levantó lentamente, girando hacia Edurne. Su rostro estaba cubierto por una sombra profunda, pero sus ojos brillaban con una intensidad que la paralizó. La mujer alzó una mano, señalando directamente a Edurne, y en ese instante, la conexión se cortó. El reflejo volvió a mostrar la sala subterránea y su propia imagen, pero la sensación de ser observada, de ser llamada, persistió.

Edurne retrocedió, jadeante, sintiendo que el aire en la sala se había vuelto denso y pesado. Había tocado algo más allá de la comprensión, algo que no debería haber sido perturbado. Y ahora, el pasado, con toda su oscuridad, estaba extendiendo su mano hacia ella, reclamando su atención.

Regresó a su apartamento, pero sabía que el misterio no la dejaría en paz. Algo, o alguien, la había señalado. Y sentía que la sombra del convento y sus secretos antiguos no la soltarían hasta que ella encontrara lo que buscaban.

Esa noche, al acostarse, Edurne supo que la línea que había cruzado no tenía vuelta atrás. Lo que había comenzado como una simple curiosidad ahora era un laberinto de sombras y reflejos que debía desentrañar, sin importar las consecuencias.


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