miércoles, 14 de agosto de 2024

Capitulo 6 - Final del Club de los Secretos

 


Capítulo 6: El Último Guardián

El primer rayo de sol del amanecer se filtró por las ventanas altas del faro, proyectando una luz dorada sobre las paredes de la cámara subterránea. Marta se encontraba sola en la sala circular, rodeada por los símbolos antiguos que ahora parecían vibrar con una energía renovada. Frente a ella, el Ojo del Tiempo seguía flotando sobre su pedestal, su luz interna arremolinándose lentamente, como si esperara el próximo movimiento.

Marta había pasado la noche en vela, reflexionando sobre la decisión que había tomado. Sabía que una vez que iniciara el ritual, no habría marcha atrás. Su vida cambiaría para siempre, y con ella, el destino de todos los que vivían en el pueblo. El peso de esa responsabilidad la había mantenido en vela, pero también había fortalecido su determinación. Ahora, con la primera luz del día, estaba lista para enfrentar lo que fuera necesario.

Alberto y Mercedes aparecieron en la entrada de la sala, sus rostros serios y solemnes. Se acercaron lentamente, como si sintieran la gravedad del momento tanto como Marta.

—Es hora —dijo Mercedes en voz baja, rompiendo el silencio cargado de tensión.

Marta asintió y se acercó al pedestal, extendiendo la mano hacia el Ojo del Tiempo. Al sentir su presencia, el orbe comenzó a brillar con mayor intensidad, iluminando la sala con una luz que parecía emanar de su propio corazón. Marta sintió una vibración en el aire, como si la sala misma estuviera viva y expectante.

—Repite las palabras que te diremos, Marta —instruyó Alberto, su voz grave y firme—. Pero recuerda, una vez que empieces, no debes detenerte. El ritual debe completarse sin interrupciones, o el equilibrio se romperá.

Marta asintió de nuevo, y Alberto y Mercedes comenzaron a recitar unas palabras en un idioma antiguo que Marta no entendía, pero que resonaban en su interior como un eco de algo primitivo, algo que iba más allá del lenguaje.

—In nocte temporis, ad custodiam legati… —comenzó Marta, siguiendo el ritmo de las palabras que se le dictaban.

El Ojo del Tiempo respondió a su voz, su luz pulsando al ritmo de las palabras, llenando la sala con un resplandor cada vez más intenso. Las sombras en las paredes comenzaron a moverse, formando patrones intrincados y complejos que giraban alrededor de Marta.

De repente, el aire en la sala cambió. Una fuerza invisible comenzó a arremolinarse a su alrededor, empujando y tirando de ella, como si intentara arrancarla del suelo. Marta se concentró en las palabras, esforzándose por mantener la calma mientras continuaba el ritual.

—Ut mundus maneat stabilis, et veritas abscondita sit… —pronunció, su voz ahora más fuerte, tratando de imponerse sobre el viento creciente que rugía a su alrededor.

El Ojo del Tiempo comenzó a elevarse lentamente del pedestal, girando en el aire mientras su luz alcanzaba un brillo cegador. Marta sintió como si todo su ser estuviera conectado con el Ojo, como si su propia esencia fuera absorbida por la luz que emanaba del orbe.

—Et custos oculi sum, in aeternum… —finalizó Marta, su voz resonando en la sala como un trueno.

En ese momento, el Ojo del Tiempo se detuvo en el aire, y la luz alcanzó su máxima intensidad, envolviendo a Marta por completo. Sintió una oleada de energía recorrer su cuerpo, un poder antiguo y vasto que se vertía en ella, llenando cada rincón de su ser. La conexión era total, y Marta entendió que ahora formaba parte del Ojo, y que el Ojo formaba parte de ella.

Las sombras en las paredes comenzaron a retroceder, y el viento se calmó de golpe. La sala quedó en silencio, solo interrumpido por el suave pulso de la luz dentro del Ojo, que ahora flotaba de nuevo sobre el pedestal.

Marta abrió los ojos lentamente, sintiendo una paz que nunca antes había experimentado. Sabía que había cambiado, que algo dentro de ella era diferente, más fuerte, más consciente. El Ojo del Tiempo la había elegido, y ella había aceptado su destino.

Mercedes y Alberto la observaban con una mezcla de respeto y alivio.

—Lo has hecho bien, Marta —dijo Mercedes, su voz suave y llena de admiración—. Ahora eres la Guardiana del Ojo del Tiempo. El equilibrio se ha restaurado, y el pueblo está a salvo, gracias a ti.

—¿Qué pasa ahora? —preguntó Marta, sintiendo que aún había algo más por descubrir.

Alberto sonrió ligeramente, como si esperara esa pregunta.

—Ahora, debes guiar a los demás, como lo hemos hecho nosotros antes que tú. Pero recuerda, el Ojo del Tiempo siempre exigirá un precio. Debes estar preparada para lo que venga.

Marta asintió, aceptando su nuevo rol con una mezcla de orgullo y humildad. Sabía que este era solo el comienzo de un nuevo capítulo en su vida, uno que estaría lleno de desafíos y misterios aún por descubrir. Pero también sabía que estaba lista, que el Ojo del Tiempo la había fortalecido y preparado para lo que fuera necesario.

Con una última mirada a la luz brillante que aún emanaba del Ojo, Marta se volvió hacia la salida, sabiendo que su vida, y la de todos los que la rodeaban, había cambiado para siempre.


Epílogo

El faro se alzaba majestuoso sobre el acantilado, su luz parpadeando en la distancia mientras el sol se ponía sobre el horizonte. Marta se quedó en la cima, observando el mar infinito que se extendía ante ella. Sentía la conexión con el Ojo del Tiempo en cada latido de su corazón, una presencia constante que le recordaba su nuevo propósito.

Sabía que el futuro traería nuevos misterios, pero también estaba segura de que estaba preparada para enfrentarlos. Mientras el faro iluminaba la oscuridad, Marta, la nueva Guardiana del Ojo del Tiempo, estaba lista para proteger el equilibrio y guiar a aquellos que, como ella, buscaran la verdad.


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