Capítulo
3: "Más Allá de los Tejados"
Los días
comenzaron a pasar con una nueva cadencia para Edurne. Su vida, antes gobernada
por la rutina y el silencio, empezó a llenarse de pequeños momentos de
reflexión. Cada mañana, revisaba la maceta en el alféizar de la ventana,
observando cómo la tierra comenzaba a agrietarse, como si las semillas debajo
estuvieran luchando por salir a la superficie.
A pesar de vivir
en lo alto, rodeada de tejados y de la monotonía gris de la ciudad, Edurne se
sentía más conectada con la vida que se desarrollaba allá abajo. Comenzó a
notar los pequeños detalles que antes pasaban desapercibidos: el cartero que
llegaba puntual cada día, los vecinos que, aunque distantes, seguían sus
propias rutinas. El mundo se movía, y ella, aunque apartada, formaba parte de
ese movimiento.
Una tarde,
mientras se preparaba para leer un libro en su sillón favorito, algo llamó su
atención. Un destello, un reflejo que venía desde la calle. Al acercarse a la
ventana, vio que en un edificio cercano alguien había colocado un espejo en el
alféizar de una ventana. El reflejo no era casual; estaba dirigido hacia ella.
Era como si alguien, desde el otro lado, hubiera decidido romper la barrera
invisible que separaba su mundo del resto.
Intrigada, Edurne
comenzó a observar más atentamente. Cada día, el espejo cambiaba de posición,
capturando la luz de diferentes maneras, creando patrones que jugaban con su
imaginación. ¿Quién estaba detrás de ese gesto? ¿Era una simple coincidencia o
había un propósito detrás de esos reflejos?
Esa curiosidad la
llevó a explorar su propio entorno. Decidió salir, caminar por las calles que
antes solo veía desde las alturas. Fue un paso pequeño pero significativo. Con
cada paseo, Edurne redescubría su ciudad, los rincones que había olvidado y las
historias que cada esquina guardaba.
En uno de esos
paseos, encontró una pequeña tienda de antigüedades en una calle que nunca
antes había notado. La tienda era un lugar acogedor, lleno de objetos que
parecían tener vida propia. Unos espejos antiguos colgaban de las paredes, cada
uno con un marco distinto, cada uno con una historia que contar.
El dueño de la
tienda, un hombre mayor con ojos llenos de sabiduría y humor, le dio la
bienvenida como si la hubiera estado esperando. "Los espejos reflejan más
de lo que ven," dijo con una sonrisa, señalando una pieza en particular.
Era un espejo pequeño, con un marco de madera oscura, simple pero elegante.
"Este parece estar buscando a alguien que lo entienda."
Edurne,
sorprendida por la conexión que sintió con aquel objeto, decidió llevárselo a
casa. No sabía exactamente por qué, pero sentía que ese espejo tenía algo que
ver con los reflejos que veía desde su ventana. Quizás era su imaginación, o
tal vez había algo más, algo que solo el tiempo le revelaría.
De vuelta en su
apartamento, colocó el espejo junto a la ventana, enfrentando a la ciudad. Los
reflejos de luz comenzaron a jugar en las paredes de su sala, creando sombras y
formas que nunca antes había visto en su hogar. Se sentó en su sillón,
observando cómo la luz bailaba por la habitación, y por primera vez en mucho
tiempo, sintió que la vida le ofrecía un misterio por resolver, un desafío que
despertaba su espíritu.
Algo dentro de
ella cambió en ese instante. Los tejados ya no eran solo una barrera; eran un
puente hacia algo nuevo, una conexión que estaba esperando ser descubierta. Y
Edurne, con el espejo como su aliado, estaba decidida a encontrar qué había más
allá de esos reflejos.
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