martes, 27 de agosto de 2024

Capitulo 3 - Comunidad del Buen Vivir

 


Día 13: "Las Toallitas Fantasma"

En la Comunidad del Buen Vivir, hay días en los que el drama habitual se ve interrumpido por un problema que nadie puede ignorar. Ayer fue uno de esos días. A primera hora de la mañana, llegaron los operarios para limpiar las arquetas comunitarias. Maruja, desde su atalaya en el ático, observaba con una mezcla de curiosidad y aprensión. No era la primera vez que veía a los operarios hacer su trabajo, pero algo le decía que hoy iba a ser diferente.

Y no se equivocaba. Poco después de empezar, uno de los operarios, con cara de fastidio, llamó a Maruja para mostrarle el espectáculo: las arquetas estaban llenas de toallitas. Montones y montones de toallitas. Parecían sacadas de un anuncio de detergente, pero en lugar de estar blancas y limpias, estaban envueltas en una masa oscura que daba más asco del que cualquier vecino quisiera admitir.

"Señora, esto es un problema grave", dijo el operario, con esa seriedad profesional que solo se ve cuando la situación es realmente apestosa. "Estas toallitas bloquean las arquetas y, si sigue así, tendrán problemas mayores". Maruja asintió, ya sintiendo la próxima reunión de vecinos gestándose en su mente. Esto, sin duda, iba a ser un tema candente.

Día 14: "Todos Inocentes"

No pasó mucho tiempo antes de que el rumor se propagara. Los vecinos empezaron a reunirse en pequeños grupos, como si al estar juntos pudieran disipar la culpabilidad colectiva. Maruja, siempre la primera en abordar los problemas, convocó una junta extraordinaria para esa misma tarde. Esta vez, el tema no era tan fácil de ignorar.

"Vecinos, tenemos un problema con las arquetas", comenzó Maruja con tono firme. "Están llenas de toallitas que, como sabemos, no deben tirarse por el inodoro". Antes de que pudiera continuar, Paco, el del quinto, levantó la mano con rapidez.

"Yo nunca tiro toallitas por el váter", dijo Paco, con una convicción que rayaba en lo teatral. "Solo uso papel, como debe ser. Estas toallitas deben ser de alguien más, seguramente de esos inquilinos nuevos que no saben cómo se hacen las cosas aquí", añadió, mirando de reojo a Ana y Carlos, los jóvenes despreocupados del cuarto.

Ana, que ya había estado en el punto de mira varias veces, no tardó en defenderse. "Nosotros tampoco usamos toallitas. Además, siempre compramos las biodegradables", dijo con ese tono que indica que ella, por supuesto, está por encima de cualquier crítica. "Esto debe ser cosa de alguien más... tal vez del primer piso, ellos siempre tienen visitas", insinuó, tratando de desviar la atención.

La señora Conchita, del segundo piso, intervino entonces, cruzando los brazos con determinación. "Yo llevo años aquí, y jamás he usado una toallita en mi vida. Esto es cosa de los jóvenes que no saben respetar las reglas de la comunidad", dijo, mirando fijamente a Ana y Carlos, que empezaban a sentirse incómodos bajo el peso de tantas miradas acusadoras.

Día 15: "El Misterio de las Toallitas"

Con todos los vecinos negando rotundamente su participación en el "crimen de las toallitas", Maruja sabía que encontrar al culpable iba a ser complicado. Decidió cambiar de estrategia y, en lugar de buscar culpables, se centró en encontrar soluciones. Pero no sin antes tomar algunas notas mentales sobre quién parecía más nervioso durante la reunión.

"Lo importante ahora es evitar que esto vuelva a ocurrir", continuó Maruja, manteniendo el control de la situación. "He hablado con la empresa de limpieza, y han sugerido que todos pongamos más atención a lo que tiramos al inodoro. Esto es un problema de todos, y necesitamos ser más responsables".

Paco, intentando recuperar el favor de Maruja, asintió vigorosamente. "Sí, Maruja, tienes razón. Hay que ser más responsables. Yo puedo hablar con mis inquilinos para asegurarme de que no tiren nada indebido", dijo, mientras todos sabían que Paco era más probable que pidiera otra extensión para pagar su cuota antes que hablar con sus inquilinos.

Ana, tratando de salvar la situación, sugirió hacer una campaña de concienciación en el edificio. "Podríamos poner carteles en los pasillos, recordando a todos que no se deben tirar toallitas al váter", propuso, esperando que esto fuera suficiente para desviar cualquier sospecha que aún pudiera recaer sobre ellos.

Maruja, viendo que los vecinos parecían más dispuestos a colaborar que a admitir su culpa, aceptó la propuesta. "De acuerdo, Ana. Eso es un buen comienzo. Y además, vamos a instalar más papeleras en los baños comunes, para que no haya excusas", concluyó, anotando rápidamente en su libreta.

Día 16: "La Solución Comunitaria"

Los días siguientes vieron una transformación en la Comunidad del Buen Vivir. Carteles aparecieron en cada piso, con frases como "Las toallitas van en la papelera, no en el váter" y "¡Cuidemos nuestras arquetas!". Los vecinos, aunque inicialmente escépticos, comenzaron a prestar más atención. Paco, para sorpresa de todos, realmente habló con sus inquilinos, y aunque nadie está seguro de lo que dijo, al menos lo intentó.

Maruja, desde su atalaya, observó con satisfacción cómo las papeleras se usaban más y cómo los operarios, en una segunda limpieza, encontraban menos toallitas en las arquetas. No es que el problema se hubiera resuelto completamente, pero al menos había una conciencia nueva en el edificio.

Las abuelas del segundo piso, que al principio estaban más interesadas en señalar con el dedo, ahora comentaban con orgullo cómo su edificio estaba "dando ejemplo". Y aunque nadie nunca admitió haber tirado una toallita, todos sabían, en el fondo, que habían aprendido una lección importante.

Día 17: "El Epílogo Higiénico"

La Comunidad del Buen Vivir volvió a su ritmo habitual, con sus pequeños dramas y chismes cotidianos. Las arquetas, aunque no perfectas, estaban más limpias, y Maruja pudo respirar un poco más tranquila. Sabía que el problema de las toallitas nunca desaparecería por completo, pero al menos había logrado que la comunidad tomara conciencia.

Desde su ático, Maruja cerró su libreta con una sonrisa satisfecha. Sabía que siempre habría nuevos desafíos, nuevas reuniones y, sin duda, más momentos en los que los vecinos jurarían que ellos "nunca, jamás" habían hecho algo. Pero eso era parte del encanto de vivir en la Comunidad del Buen Vivir. Y mientras estuviera al mando, Maruja se aseguraría de que, pase lo que pase, el edificio siguiera en pie, limpio y funcionando.


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