Título:
"El Club de los Secretos"
En un pequeño
pueblo costero, donde las olas rompían suavemente contra las rocas y el aire
olía a sal y a nostalgia, un grupo de jubilados se reunía cada jueves en el
salón comunitario. Se hacían llamar "El Club de los Secretos".
A simple vista,
eran un grupo de personas mayores que compartían historias del pasado, jugaban
a las cartas y tomaban té. Sin embargo, había algo más, algo que ninguno de los
jóvenes del pueblo se atrevía a investigar demasiado. La mayoría asumía que
eran simplemente viejas leyendas, recuerdos de tiempos ya pasados. Pero Marta,
una mujer de 70 años recién jubilada que había decidido mudarse a este apacible
lugar para vivir sus últimos años en paz, no tardó en darse cuenta de que había
algo extraño en aquellas reuniones.
Marta era una
ex-detective, famosa en su juventud por resolver casos que parecían imposibles.
A pesar de su jubilación, su instinto seguía intacto, y su curiosidad la llevó
a acercarse poco a poco al club.
Una tarde, después
de una partida de ajedrez con Alberto, un ex-militar de mirada severa y
silenciosa, Marta sintió que algo en su entorno había cambiado. Una de las
viejas que había estado presente durante toda la partida, Mercedes, dejó caer
un comentario en voz baja, casi como si fuera un error.
"Lo
encontramos por fin... pero hay que mantenerlo oculto".
Marta fingió no
escuchar, pero su mente empezó a trabajar a toda velocidad. Esa noche, no pudo
dormir. ¿Qué era lo que habían encontrado? ¿Por qué debía mantenerse oculto?
Decidió asistir a
las reuniones del club más seguido, con la excusa de querer socializar y
conocer mejor a sus nuevos vecinos. Lo que descubrió durante las siguientes
semanas la dejó perpleja. Los jubilados compartían más que recuerdos; parecían
estar investigando algo. Entre charlas aparentemente inofensivas, había
fragmentos de información que no encajaban. Mencionaban nombres de personas que
no vivían en el pueblo, hablaban de lugares que parecían existir solo en sus
memorias, y a veces, alguien traía un objeto antiguo y polvoriento que examinaban
con sumo cuidado antes de guardarlo nuevamente en un cajón con llave.
Una noche, cuando
todos se habían retirado, Marta decidió quedarse un poco más en el salón
comunitario, fingiendo que había olvidado su bufanda. Con el salón vacío, se
acercó al cajón donde guardaban los objetos y, usando una horquilla de su
cabello, lo abrió. Lo que encontró la dejó sin aliento: un diario antiguo, con
hojas amarillentas y una portada de cuero desgastado. Lo abrió con cuidado,
notando que las primeras páginas estaban llenas de crípticas notas y dibujos
que parecían mapas o diagramas.
De repente, un
ruido la sobresaltó. Al volverse, vio a Alberto en la puerta, observándola con
una mirada fría.
—No debiste hacer
eso, Marta —dijo él con voz grave—. Ahora no tienes elección, debes formar
parte del Club de los Secretos, y créeme, no es una oferta.
Marta supo en ese
instante que su vida tranquila había llegado a su fin. Había desatado algo que
no podía volver a encerrarse, y ahora, debía descubrir qué era lo que aquellos
jubilados estaban protegiendo, o morir en el intento.
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