Día 24:
"El Guardian del 2º A"
En la Comunidad
del Buen Vivir, las noches suelen ser tranquilas, o al menos lo eran antes
de la llegada del nuevo "guardián" del 2º A. Este guardián no es otro
que Rufus, el perro de doña Matilde, una señora que, aunque pequeña en
estatura, tiene un corazón enorme y una afición insaciable por rescatar perros.
Rufus, un mestizo de tamaño considerable, es su última incorporación. Aunque
Rufus es un perro fiel y cariñoso durante el día, por la noche se convierte en
un vigilante implacable, con un sentido de la justicia y una voz que resonaría
en cualquier juzgado... o en cualquier edificio, para ser más precisos.
Día 25:
"Una Llegada Discreta"
Esa noche, Paco,
el vecino del quinto, llegó a casa más tarde de lo habitual. Había estado en
una fiesta que se había alargado y, sabiendo lo quisquillosos que son algunos
vecinos con el ruido, decidió hacer su entrada de la manera más discreta
posible. Al salir del ascensor, con las luces apagadas y los zapatos en la
mano, se deslizó por el pasillo como si fuera un ninja en una misión secreta.
Justo cuando
pensaba que había logrado su objetivo de no despertar a nadie, escuchó un
sonido que le heló la sangre: el primer ladrido de Rufus, el guardián.
"¡Guau! ¡Guau! ¡GUAU, GUAU, GUAU!" El sonido era ensordecedor en el
silencio de la noche. Rufus había captado el aroma de Paco, y estaba decidido a
alertar a todos de la "amenaza" que caminaba por el pasillo.
Paco se congeló en
su sitio, esperando que los ladridos se apagaran. Pero Rufus, en su afán por
proteger a su dueña y al edificio entero, no cedió. Su alboroto continuó,
rebotando por las paredes del edificio, despertando a más de un vecino.
Día 26:
"El Despertar de la Comunidad"
Uno a uno, los
vecinos empezaron a encender las luces de sus pisos. Maruja, siempre alerta, ya
estaba de pie en su ático, mirando con preocupación hacia abajo, mientras
Conchita, la del segundo piso, asomaba la cabeza por la puerta con cara de
pocos amigos. "¡Ya está bien, Rufus!", gritó Conchita, pero el perro,
en su trance de guardián, no parecía estar dispuesto a callarse.
Doña Matilde, la
dueña de Rufus, finalmente salió al pasillo en bata y pantuflas, intentando
calmar al perro. "¡Rufus, por Dios, basta ya!", le susurró con
cariño. Pero el perro, ahora convencido de que Paco era un intruso, no dejaba
de ladrar.
Paco, atrapado en
medio del pasillo con sus zapatos en la mano y la cara roja de vergüenza,
intentó suavizar la situación. "Matilde, soy yo, Paco. Solo estoy tratando
de llegar a casa...", dijo en un susurro desesperado. Matilde,
reconociendo la voz, agarró a Rufus por el collar y, tras varios intentos,
logró calmarlo.
Finalmente, el
silencio volvió al edificio, pero no sin dejar una estela de frustración. Los
vecinos, ahora despiertos, se preguntaban cuándo acabaría esta rutina de
ladridos nocturnos.
Día 27:
"El Comité de Ladridos"
Al día siguiente,
Maruja convocó una reunión urgente. No era la primera vez que los ladridos de
Rufus despertaban a todo el edificio, y algo tenía que hacerse. "Vecinos,
necesitamos hablar sobre Rufus", comenzó Maruja, mientras todos asentían en
silencio, algunos con ojeras notables.
Matilde, que amaba
a su perro más que a nada en el mundo, intentó defenderlo. "Rufus solo
hace su trabajo, Maruja. Es un perro guardián, y solo quiere protegernos",
dijo, aunque sabía que su argumento no sería del todo bien recibido.
Paco, aún
sintiéndose culpable, intervino. "Matilde, lo entiendo, de verdad, pero
tal vez podríamos encontrar una manera de que Rufus no ladre tanto por las
noches. Quizá un entrenamiento o algo por el estilo", sugirió, intentando
no ofender a nadie.
Ana, del cuarto,
propuso una solución más moderna. "He leído que hay dispositivos que
emiten un sonido que solo los perros pueden oír, para calmarlos cuando ladran
demasiado. Tal vez podríamos probar con uno de esos", dijo, esperando que
la tecnología pudiera salvar la situación.
Día 28:
"El Plan Rufus"
Finalmente, tras
mucho debate, se decidió implementar el "Plan Rufus". Matilde se
comprometió a llevar a Rufus a un adiestrador para reducir sus ladridos
nocturnos, y la comunidad acordó instalar uno de los dispositivos sugeridos por
Ana, para ver si ayudaba a mantener a Rufus tranquilo durante la noche. Además,
Paco se ofreció voluntario para entrar a su piso más temprano o, en su defecto,
con una bolsa de golosinas para perros en el bolsillo, por si necesitaba
sobornar al guardián.
Día 29:
"El Perro Tranquilo"
Los siguientes
días fueron una prueba de paciencia para todos. Rufus, aunque al principio
desconfiado del nuevo dispositivo, poco a poco comenzó a adaptarse. Los
ladridos nocturnos disminuyeron, y el edificio volvió a disfrutar de noches
tranquilas. Matilde, aunque algo triste por tener que controlar a su querido
guardián, estaba contenta de que el resto de los vecinos pudieran dormir mejor.
Paco, por su
parte, adoptó la costumbre de llevar siempre un pequeño premio para Rufus en su
bolsillo, y aunque el perro aún lo miraba con recelo, ya no ladraba como un
endemoniado cada vez que lo veía llegar tarde a casa.
Día 30:
"El Guardián Retirado"
Con el paso de los
días, Rufus se convirtió en un perro más tranquilo, y la Comunidad del Buen
Vivir volvió a su rutina habitual. Aunque Rufus había perdido un poco de
su fama como guardián, había ganado la paz en el edificio. Y todos, desde
Maruja hasta Conchita, estaban agradecidos por ello.
Así, una vez más,
la comunidad encontró la manera de lidiar con sus desafíos, demostrando que,
con un poco de paciencia, un dispositivo moderno y algunas golosinas, hasta el
guardián más ruidoso puede encontrar su lugar en la tranquila vida nocturna del
edificio.
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