La Gran
Manifestación de los Paraguas
En la tranquila
ciudad de Paraguaíto, donde nunca llueve pero siempre hay nubarrones, algo
extraordinario estaba por suceder. Era un día soleado, perfecto para una
manifestación.
Los paraguas,
hartos de vivir olvidados en los rincones oscuros de los armarios, decidieron
salir a las calles. Liderados por un elegante paraguas de seda roja llamado Don
Paragüelo, proclamaron su derecho a ser utilizados incluso en días sin lluvia.
"¡Es una
cuestión de dignidad y respeto!" gritaba Don Paragüelo desde lo alto de
una caja de cartón. A su alrededor, cientos de paraguas de todos los colores y
tamaños lo aclamaban con entusiasmo.
Los ciudadanos de
Paraguaíto miraban perplejos desde sus ventanas. Nunca habían visto nada igual.
Los paraguas marchaban con determinación, abriendo y cerrándose al ritmo de una
imaginaria batuta.
"¡Queremos
salir más a menudo! ¡Queremos paseos al parque y días en la playa!"
coreaban al unísono.
El alcalde, Don
Gotas, un hombre de principios y amante del orden, decidió intervenir. Convocó
una reunión de emergencia en el Ayuntamiento y, tras largas deliberaciones con
su consejo, decidió dirigirse a los manifestantes.
Con un megáfono en
mano, se plantó frente a la multitud y comenzó su discurso: "Queridos
paraguas, escuchamos vuestras demandas. Pero, debo recordarles que Paraguaíto
es conocido por su clima seco. Usar paraguas en días soleados podría causar
accidentes de tráfico, confundir a los turistas, ¡e incluso asustar a los
perros!"
La multitud de
paraguas se quedó en silencio, considerando las palabras del alcalde. Don
Paragüelo, con su elegancia habitual, respondió: "Señor alcalde, no
pedimos ser usados todo el tiempo, solo deseamos un poco más de reconocimiento.
Tal vez un 'Día del Paraguas' en el que todos puedan llevarnos aunque no
llueva."
El alcalde,
sorprendido por la razonabilidad de la propuesta, sonrió y asintió. "Me
parece una idea excelente. Declaro que el primer domingo de cada mes será el
'Día del Paraguas' en Paraguaíto. Ese día, todos podrán usar sus paraguas sin
importar el clima."
Los paraguas
estallaron en aplausos (bueno, en un abrir y cerrar de lona, que es lo más
parecido a aplaudir que pueden hacer). La paz y el reconocimiento volvieron a
Paraguaíto, y desde entonces, cada primer domingo del mes, la ciudad se llenaba
de colores y formas bajo un cielo siempre despejado.
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