"Nos están cazando
como animales y llevando al desierto"
Suena el teléfono.
Al otro lado de la línea, Pambou pide ayuda. «Vienen a por nosotros.
Nos están cazando como animales», grita asustado. Se corta la llamada.
Tres horas después, Pambou vuelve a llamar, esta vez lo hace por Whatsapp. «Me han cogido mientras salía a comprar algo de agua y
pan. Les he dicho que tenía papeles y no ha servido de nada. Estoy en el
autobús con muchos de mis hermanos. Nos llevan al desierto para
dejarnos allí abandonados». Pampou nació en Guinea Conacry, pero lleva
cuatro años viviendo en Tánger. Tiene permiso de residencia en Marruecos y está
trabajando en una empresa de descarga de camiones. Las fuerzas
auxiliares marroquíes lo detuvieron hace cinco días. Nadie ha vuelto a saber
nada de él.
Hace una semana,
otro chico de Camerún mandaba una fotografía en la que se
veía su muñeca derecha esposada a la de otro subsahariano. Al
preguntarle qué había ocurrido, el camerunés envió un vídeo desde las últimas
filas de un autobús. «Quiero saludar a mi familia para contar lo que ha pasado
hoy en Marruecos. Hay un autobús de 90 plazas lleno de camaradas. Nos
han detenido, tanto a los que tienen papeles como a los que no; a los
que tienen visa de tres meses y sólo llevan 15 días como a un hermano de Costa
de Marfil. La policía pega a la gente sin motivo, rompen pies
y dicen que nos van a llevar a Tiznit (una pequeña ciudad a 800 kilómetros al
sur de Tánger). Os mantendré informados».
Para proteger la
identidad del chico del vídeo le vamos a llamar Eric. Lleva siete años
sobreviviendo en Tánger, sin papeles, y ya se le ha quitado la idea de ir hacia
Europa. Por lo menos en patera. Ahora quiere hacer el viaje a la
inversa, volver a Camerún para grabar la ruta migratoria hasta Marruecos y
luego presentarlo en forma de documental. Temió que su proyecto se esfumase
cuando la policía marroquí le cogió en la Medina de Tánger. Después le
esposaron y le metieron en un autobús. Aunque, en su caso, ha tenido
algo más suerte que Pampou, el chico guineano. En Tiznit, Eric tenía los
suficientes dírhams (moneda marroquí) para pagarse un billete hasta Rabat. En la
capital del reino alauí, una amiga le compró otro billete de vuelta a Tánger.
«A los que nos cogen en las ciudades nos llevan hasta Tiznit y después casi
siempre volvemos. Pero a los que pillan a punto de embarcarse en una
patera, les dejan en Dakhla, en el Sáhara, a más de 2.000 kilómetros»,
cuenta hoy Eric desde su casa en la ciudad del Estrecho.
La luz verde del
mensaje privado de Facebook no deja de encenderse. Cada día, algún africano
pide ayuda para poder volver a Tánger. Escriben después de que la
policía marroquí les dejara tirados en algún paraje al sur del país. «Hace un
mes nos estaban presionando para que fuéramos hacia España, mirando para otro
lado cuando salían pateras. Ahora no nos dejan en paz, no podemos salir a la
calle porque nos detienen», denuncia un chico senegalés, menor de edad, al que
cogieron hace tres días en los bosques próximos a la valla de Ceuta.
Desde Rabat ya han
reaccionado a la crisis migratoria, a su manera: con batidas masivas y
violentas en los barrios y bosques donde habitan los inmigrantes. Han empezado
a actuar después de que, a principios de agosto, la Comisión Europea se comprometiera a ayudar a Marruecos para
controlar la presión migratoria en el norte de África. Hace una semana, el
compromiso se cerró tras el encuentro entre Pedro Sánchez y Angela Merkel en Doñana. Bruselas va a repartir al reino
de Mohamed VI 130 millones de euros para blindar sus fronteras,
tanto terrestres como marítimas. Y el gobierno de Sánchez será el intermediario
en la operación. «Marruecos desempeña papel importante en inmigración, pero
además es un socio con el que queremos fomentar el desarrollo económico», dijo
la canciller alemana. «Para que los inmigrantes no salgan por mar necesitamos
más barcos, lanchas y helicópteros. Todos equipados con una tecnología para
detectar las pateras con la que ahora no contamos», explicaban a este periódico
fuentes de Interior del reino. «Todo lo que hacemos es para debilitar a
las mafias que trafican con los inmigrantes. A las personas que
cogemos las llevamos a sitios donde estarán mejor», se justifican. El jefe de
la seguridad marroquí, Abdelouafi Laftit, mantuvo una reunión
sobre el control migratorio el 12 de agosto en Tánger con su homólogo español,
el ministro Fernando Grande-Marlaska, horas antes del partido de la Supercopa de España.
Mientras llegan
los millones de Bruselas (que podrían aprobarse oficialmente en septiembre,
durante la cumbre de los líderes europeos en Salzburgo), el gobierno marroquí
ya ha dado orden a sus fuerzas auxiliares (45.000 paramilitares repartidos por
todo el país) para que no cesen las redadas a los inmigrantes, con la idea de
alejarlos lo más posible de las zonas de costa desde donde salen en pateras
hacia la península. «Después de que Europa acusara a Marruecos de estar
levantando la mano, nos están haciendo redadas todo el tiempo en
nuestros barrios», protestan los subsaharianos que viven en los barrios
tangerinos de Boukhalef y Mesnana. «Nos han llevado a tantos al sur de
Marruecos (Tiznit) que esa zona está desbordada y ya nos están soltando a 100
kilómetros de Tánger». Estos días, entre los subsaharianos circulan
vídeos de cómo compañeros suyos han conseguido escapar del autobús en marcha
lanzándose a la carretera.
También se ha
confirmado la primera muerte durante estas redadas, la de Moumoune, un jóven de
16 años de Costa de Marfil, que se encontraba en un mercado de Tánger cuando
fue detenido. No se había vuelto a saber nada de él hasta que su cuerpo
apareció el jueves en la morgue.
Las
redadas continúan a diario en el noreste de Marruecos, en los campamentos de los inmigrantes en los
alrededores de la ciudad de Nador, a 16 kilómetros de Melilla. Hace unos días,
fuentes policiales de Tánger reconocieron a la Agencia EFE que, en la primera
semana de agosto, habían sido expulsados entre 1.200 y 1.500 subsaharianos a
otras regiones del país. Organizaciones como la Asociación Marroquí de
Derechos Humanos (AMDH), hablan de más de 2.000 detenciones. «El
bosque de Bekoya, en Nador, donde se encuentran campamentos de migrantes, fue
atacado por las fuerzas auxiliares. Hay docenas de arrestos y destrucción casi
total de los campamentos. La Guerra contra los migrantes continúa y las
violaciones se multiplican», escribían el miércoles en Facebook la AMDH
de Nador. «¿Esto es lo que quiere Europa? Nunca habíamos visto tantas redadas
en tan poco tiempo», critica Omar, portavoz de la asociación.
Desde el barrio de
Mesnana, al norte de Tánger, los guineanos Amadou y Ben explican que desde hace
10 días las calles están tomadas por las fuerzas auxiliares.
Ellos han retrasado la salida en una barca hinchable por el Estrecho que tenían
planeada para esta semana. «No podemos más. En Marruecos nadie nos quiere, nos
tratan peor que a la mierda», denuncian. Tan sólo el miércoles, 524 personas fueron rescatadas en 12 pateras en el Estrecho y en el
Mar de Alborán. Según la Organización Internacional para las
Migraciones (OIM), desde enero hasta el 12 de agosto, 25.101
inmigrantes han arribado por mar a las costas andaluzas y 308 personas se han
ahogado en el intento. Ahora, Marruecos, con los bolsillos llenos por
Europa, tratará de blindar el norte del país usando la fuerza. Algo
que no amedrenta a los subsaharianos. Ellos lo siguen teniendo claro: «No hemos
hecho más de 5.000 kilómetros, sufrido palizas y enterrado a decenas amigos en
el desierto para quedarnos aquí».
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